María Lavalle ha demostrado largamente su dominio de lenguas y estilos. Baste recordar memorables versiones suyas del fado portugués y la canción francesa. En Canto al Sur (El Volcán Música, 2018), con acompañamiento y dirección musical de Rafael Fernández Andújar y dirección artística de Rafael Flores Montenegro, se concentra en el castellano. Hay una curiosa excepción, el Tango griego, con la pertinente letra de Haris Alexiou. Es que el Sur que señala María Lavalle no es sólo el de América sino el de Europa: España y Grecia.
La cantante argentina se sitúa con equilibrio en esa suerte de música de cámara urbana con sutiles dejos de diversos folclores, de manera que, de modo simétrico, muestre proporciones de refinamiento sonoro y acentos de inmediata espontaneidad, sin incurrir en pedanterías académicas ni abusos de color. A tal fin se vale de una voz naturalmente vocada a la intimidad, flexible y acariciante a la vez que dotada de un intenso color como de madera oscura, que puede sumergirse en el registro grave sin cambiar de timbre.
El repertorio escogido se basa en firmes bases poéticas: Homero Manzi, María Elena Walsh, Alfredo Zitarrosa, Javier Krahe y Chicho Sánchez Ferlosio, entre otros. Estas palabras, estas estrofas, estas mínimas historias proponen a la intérprete toques pintorescos que alternan con figuras irónicas, desgarros patéticos y entregas amorosas, en fin: la variedad del Sur exenta de alharacas chillonas y complicidades sentimentales.
La entrega no admitiría su calidad sin los arreglos y el contrapunto de los músicos encabezados por Fernández Andújar. Su fraseo retenido y sensible, su timbración dorada y su canto preciso, se ensamblan sin dificultad para mostrar esta pequeña antología de la sensibilidad meridional del mundo.
Es saludable tal clase de mensajes estéticos en una época tajeada por los localismos excluyentes. Hay conjuntos humanos, con los discursos que las explicitan, que proclaman las virtudes de la separación y el apartamiento. Es bueno, diría que higiénico, reivindicar lo contrario: el necesario mestizaje que mantiene vivas las culturas. Es de esta manera como se sostienen las auténticas peculiaridades de los seres humanos, cuando se pueden mezclar y dialogar desde cada cual con los otros. El Sur se vuelve, en este orden, un ejemplo de convivencia. Yo y tú nos reconocemos en el nosotros, donde caben colores de piel, acentos, ritmos, humores, gritos y susurros distintos y parejamente comparables que apuntan a lo coral de la condición humana.
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