El sello musical de Leonard Bernstein nos indica qué tienen en común la versión teatral de West Side Story (ideada en 1957 por el gran Jerome Robbins con la complicidad de Bernstein, Stephen Sondheim y Arthur Laurents), la versión cinematográfica dirigida en 1961 por Robert Wise y el propio Robbins, y esta nueva adaptación, que levantará de la butaca a los incondicionales de Steven Spielberg.
Frente a la prodigiosa estilización de la obra que planteó Wise, Spielberg opta por cierto grado de realismo, que a su vez incide en los problemas sociales apuntados en el libreto original. De ahí que el primer acierto en esta nueva película sea la dirección artística: un trabajo minucioso que recrea el Nueva York de los años cincuenta (en concreto, el Upper West Side en 1958) con un talento escandaloso.
La receta de Spielberg consigue un pequeño milagro. Por un lado, la cinta es un homenaje a la versión de Wise y al compromiso estético del Hollywood de los viejos tiempos. Por otro, gracias al guionista Tony Kushner, la verdad de los personajes aflora en detalles tan obvios como este: los puertorriqueños hablan español e intercalan frases en nuestro idioma a lo largo de todo el film.
En este caso, los Jets y los Sharks (los Montescos y Capuletos de Romeo y Julieta) se retan en un escenario vivo, multiétnico y vibrante, en el que saltan chispas cada vez que las dos bandas rivales se cruzan en un callejón sombrío.
El gran triunfo de Spielberg es que la nostalgia no camufla su exultante narración. A estas alturas, el cineasta ya tiene su carrera cimentada a conciencia, y lo único que necesita es mostrar su magisterio con ostensible confianza. Su caligrafía es tan elegante en todo momento que el aluvión de detalles memorables ‒este travelling, aquel paneo de cámara…‒ se derrama sin una sola oscilación de calidad.
En el fondo, ya sabemos que su categoría técnica y artística le otorga ventaja sobre el resto de los realizadores en activo.
Pleno de confianza y de acierto, el director de orquesta Gustavo Dudamel se ocupa de grabar nuevamente la partitura de Berstein. ¿Y qué imágenes nos trae a la mente esa música? Obviamente, pienso en el reparto de 1961: la maravillosa Natalie Wood, doblada en las canciones por Marni Nixon (Maria), el insulso Richard Beymer, doblado por Jimmy Bryant (Tony), el solemne George Chakiris (Bernardo) y los inmensos Russ Tamblyn (Riff) y Rita Moreno (Anita).
¿En qué medida el nuevo reparto está a la altura de dicho elenco? Pues yo diría que todos los actores aprueban con buena nota. Rita Moreno regresa en un nuevo papel (se supone que es la esposa hispana del personaje que interpretó en su momento Ned Glass: Doc, el jefe de Tony). Una vez más, Rita demuestra por qué sigue siendo una estrella. Mike Faist, como Riff, logra un buen desempeño, pero no me hace olvidar al acrobático y pícaro Beymer de 1961. En cambio, David Álvarez (Bernardo) y Ariana DeBose (la nueva Anita) acumulan una gran potencia interpretativa y la liberan cuando corresponde.
En el papel de María, Rachel Zegler transmite dulzura y melancolía. Su compañero Ansel Elgort también acepta el reto, y compone un Tony más rotundo y quizá menos inocente que el de Beymer.
En medio de esta efervescencia musical, el veteranísimo Steven Spielberg concibe un film que no es una réplica, sino una brillante reinterpretación de la cinta de Wise. Me pregunto si hay alguna categoría cinematográfica en la que Spielberg no sea capaz de encajar.
Sinopsis
Los adolescentes Tony y María, a pesar de tener afiliaciones con pandillas callejeras rivales, los Jets y los Sharks, se enamoran en la ciudad de Nueva York en la década de los 50. Nueva versión del legendario musical West Side Story, a su vez adaptación de una famosa obra de teatro de Broadway, que modernizaba la historia de Romeo y Julieta, de Shakespeare.
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