No sé qué pensarán de este largometraje los aficionados al steampunk y a teleseries como Sherlock o Doctor Who, pero sí me imagino la opinión que tendrán de él los lectores más apegados al clásico Frankenstein (1931), de James Whale.
Puede que éste sea un simple prejuicio. Al fin y al cabo, ¿qué versión es más fiel a la novela que Mary Shelley publicó en 1918? ¿La de Whale o la que aquí nos ofrece Paul McGuigan? Lo cierto es que ninguna de las dos, y en nombre de la misma libertad creativa, ambas tienen la legitimidad para acercarse al mito y reinterpretarlo a placer. En todo caso, si he empezado dividiendo en dos potenciales categorías al público es, precisamente, porque este Victor Frankenstein es un producto de nuestra época, con notables virtudes y más de un problema, que será especialmente indigesto para los amantes del clasicismo cinematográfico.
El film de McGuigan forma parte de la misma línea creativa que el citado Sherlock de la BBC ‒en el que el propio realizador participa‒, y asume el desparpajo posmoderno del Holmes (2009) de Guy Ritchie, o de la teleserie Penny Dreadful. Como ya apunté, incluso comparte un aire de familia con los episodios de Doctor Who ambientados en la Inglaterra victoriana.
Justamente por eso, puede que decepcione a quienes aspiren a ver un Frankenstein canónico, y a cambio, quizá atraiga a otro segmento de espectadores, acostumbrados a la mezcla de géneros, a los guiños de complicidad y a esas impredecibles combinaciones narrativas que distinguen a autores como Neil Gaiman, cuya huella también se deja ver en algún tramo de la película.
Hay méritos del film en los que creo que casi todos los espectadores coincidiremos. La dirección artística es suntuosa y detallista. Gracias al trabajo del equipo encabezado por Eve Stewart, Londres se presenta como un escenario gótico, fotografiado de forma impecable por Fabian Wagner, quien ‒no por casualidad‒ cumple el mismo cometido en Sherlock.
Si uno espera interpretaciones inteligentes y bien medidas, caben pocos riesgos con actores como el magnífico James McAvoy, Daniel Radcliffe, Jessica Brown Findlay (Lady Sybil Branson en Downton Abbey), Charles Dance, Andrew Scott (Moriarty en Sherlock) o Mark Gatiss (el creador de dicha teleserie, en la que él mismo da vida a Mycroft Holmes).
Llevada a la pantalla con inventiva visual, bien interpretada, muy atractiva en el aspecto estético, elegante y fantasmagórica cuando debe serlo, la película falla, sin embargo, en un pilar esencial: el deslavazado guión de Max Landis, falto de pulso, titubeante a la hora de elegir su tono y carente de un verdadero punto de gravedad emocional.
Siendo hijo de un amante del terror como John Landis, estoy seguro de que al joven guionista no le faltaban conocimientos a la hora de organizar su tarea. De hecho, como Victor Frankenstein presenta un amplio catálogo de referencias y antecedentes, una de las tareas del cinéfilo consiste en adivinar los materiales que Max Landis apiló en su mesa de trabajo.
Parece que Landis ha querido combinar todos los Frankenstein habidos y por haber: los que rodó la Universal, los de la Hammer, el de Kenneth Branagh e incluso esa parodia espléndida que es El jovencito Frankenstein. Y al agitar esa coctelera, ha tomado decisiones seductoras, como potenciar los recursos típicos del Grand Guignol, o como situar en primer plano al jorobado Igor (Radcliffe), con una imagen opuesta a la del repulsivo sicario al que estábamos acostumbrados.
Lástima que, con ingredientes tan prometedores, luego no haya sido capaz de hilvanar un guión sólido, sin tantas grietas en su estructura. Y es que, a medida que la trama pierde garra, predomina esa sensación de que la historia señala hacia un punto interesante, pero no consigue llevarnos finalmente hasta él.
Sinopsis
Daniel Radcliffe y James McAvoy protagonizan la película Victor Frankenstein, un dinámico y electrizante giro a la legendaria historia. El fanático científico Víctor Frankenstein (McAvoy) y su igualmente brillante protegido, Igor Strausman (Radcliffe), comparten la noble visión de ayudar a la humanidad a través de sus revolucionarias investigaciones en busca de la inmortalidad. Pero los experimentos de Víctor van demasiado lejos y su obsesión tiene terribles consecuencias.
Sólo Igor puede hacer que recupere la cordura y salvarlo de su monstruosa creación.
Victor Frankenstein es una película sobre “Frankenstein” como ninguna otra. Aunque está inspirada en la clásica novela de Mary Shelley y las incontables interpretaciones de esa historia, la reinterpretación del guionista Max Landis se centra en la relación entre Víctor y su mejor amigo y ayudante, Igor. De hecho, se trata de la primera historia que se cuenta principalmente desde el punto de vista de Igor. «En realidad, es una historia de amor entre estos dos hombres», apunta el director Paul McGuigan. » Igor y Víctor se necesitaban el uno al otro; de hecho, probablemente Víctor necesite más a Igor en su vida que Igor a Víctor».
Es más, la película, aunque está ambientada en 1860, en los inicios de la Revolución Industrial, tiene rasgos contemporáneos. «No pienso en ella como una película de época, sino como algo completamente moderno», explica Daniel Radcliffe. Víctor e Igor tienen ideas vanguardistas; son la punta de la lanza. Ven la ciencia como algo que va más allá de la simple observación. Creen que podría ser creativa y que podría transformar el mundo.
«Me gusta el tono irreverente de la película y la manera en la que evita ser de la época victoriana y reservada», continúa Radcliffe. «Tanto Víctor como Igor están adelantados a su época».
McGuigan añade: «Estos dos jóvenes están cambiando el mundo».
Victor Frankenstein es también, según James McAvoy, una carta de amor a las innumerables películas que tratan estos personajes y temas. «Esta película tiene muchos de los elementos conocidos que uno espera ver en una película de Frankenstein, pero le añade dimensiones inesperadas a los personajes, relaciones y al entretenimiento».
«Max Landis no ha hecho más que capturar el espíritu del tiempo de todas las películas de Frankenstein que ha visto», asegura McGuigan. «Ha elegido sus ideas a mano y ha creado a su propio ‘monstruo’, por decirlo de alguna manera».
A McGuigan le atraía especialmente la decisión de Landis de contar la historia a través de los ojos de Igor. Esa noción destaca una idea equivocada que se tiene sobre el personaje y su papel popular en Frankenstein. Igor no era un personaje del libro de Mary Shelley y tampoco apareció en la mayoría de las películas posteriores. El jorobado ayudante de laboratorio interpretado por el actor Dwight Frye en la película de James Whale Frankenstein (1931) es la principal fuente de la imagen pública de Igor, aunque su personaje en realidad se llamaba Fritz. La mayor parte del público conoce el personaje gracias a la actuación de Marty Feldman en la comedia de Mel Brooks El jovencito Frankenstein, aunque el personaje insiste en que le llamen «Eye-gore».
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