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Crítica: «Blood Father» (Jean-François Richet, 2016)

La de Mel Gibson es una personalidad sombría y contradictoria, que se sitúa en el filo de la navaja, sobre todo en estos tiempos en los que las virtudes públicas de los actores condicionan su aprobación popular.

Si nos abstraemos de sus miserias privadas, aireadas por ese tribunal digital que mide hoy nuestras vidas, lo cierto es que Gibson ha conservado a lo largo de los años dos cualidades difíciles de encontrar juntas: carisma y talento. Y no sólo las ha exhibido como intérprete, sino también como realizador.

En términos profesionales, la veterana estrella se adentra ahora en algo parecido por un camino de redención. Un camino que, en cierta manera, se escenifica en Blood Father, una cinta de bajo presupuesto que conserva un aire de familia con dos producciones previas, Al límite (2010) y Vacaciones en el infierno (2012), donde Gibson también encarnó el papel de tipo curtido, con el alma llena de cicatrices, dispuesto a machacar ‒en el sentido literal del verbo‒ a quien haga daño a los suyos.

En Blood Father da vida a John Link, un hombre que pasa sus días en un negocio de tatuajes, mientras recibe los consejos de quien procura llevarle por el buen camino, lejos del delito y el alcohol, su amigo Kirby (William H. Macy). Link tiene mucho de lo que arrepentirse, pero encuentra una oportunidad para olvidarlo cuando recupera el contacto con su hija Lydia (Erin Moriarty).

Ella ha heredado de su padre la capacidad para meterse en problemas. El último de ellos es su relación con un perfecto canalla, su novio Jonah (Diego Luna), a quien dispara en el cuello durante un asalto. El resto ya se lo imaginan: la película viene a ser una persecución en la que padre e hija son los fugitivos.

Blood Father se beneficia de un guión solvente, escrito por Andrea Berloff y Peter Craig (este último, por cierto, es el autor de la novela en la que se inspira el film).

Las actuaciones se mantienen a un nivel más que aceptable y Gibson se empeña en demostrar que es un viejo león al que le queda bastante vida por delante. Quizá el problema de Blood Father sea que su director, Jean-François Richet, no es un narrador especialmente inspirado, sobre todo a la hora de filmar escenas de acción… y especialmente si el espectador detesta ese estilo entrecortado y epiléptico que impera en el thriller moderno.

Sinopsis

Después de que su novio traficante de drogas le tienda una trampa tras robar una fortuna a un cártel, Lydia (Erin Moriarty), una joven de 18 años, se ve obligada a escapar. En su huida, solo encontrará un aliado: su desastroso padre, John Link (Mel Gibson), un borracho, ex convicto que desea ejercer de buen progenitor. Ahora tiene la oportunidad de hacer lo correcto y salvar la vida de su hija, aunque ello ponga en peligro la suya.

Entrevista con Jean-François Richet
Nicole Brenez: Con tu octava película Blood father, has trabajado en los EE.UU diez años después de Asalto al distrito 13. En esta nueva película, no hay una confrontación entre representantes de la ley y criminales como en Crack 6-T (1997) o en la película biográfica Mesrine (2008). Esta vez, todos los personajes pertenecen a los bajos fondos, que incluyen: Ángeles del Infierno, alcohólicos, drogadictos, traficantes de drogas, criminales, miembros del cartel, presos, neonazis o inmigrantes ilegales. Más que un estudio de los conflictos y luchas de poder, ¿diría que es una exploración de la violencia y de la supervivencia en un mundo en el que es imposible vivir?

Jean-François Richet: Siempre es difícil analizar tus elecciones cuando estas aún tomándolas. Puedo relacionar esta película con mi trabajo anterior y, naturalmente, se pueden ver algunas conexiones entre todas ellas. Creo que monto una historia basada en la narrativa, el drama y el arco argumental, en lugar de ser un proceso cuidadosamente trazado. Soy consciente de que mis personajes se encuentran cuando tienen dificultades, que son rebeldes y que al final su lucha no les hará más felices.

Esta sigue siendo una lucha de poder, pero con un enfoque diferente. Cuando es liberado de la prisión, John Link (Mel Gibson) decide redimirse y trabajar para ganarse la vida. Vive en una barriada de auto-caravanas donde interactúa con otras personas de la clase trabajadora. Es una ciudad en sí misma, hecha exclusivamente por obreros que sufrieron la recesión económica. Todos los personajes buenos son de clase trabajadora, incluidos John, su padrino de alcohólicos anónimos, la comunidad de caravanas, el chico joven del motel, y los inmigrantes ilegales mexicanos que no hablan nada de inglés, pero se ganan el pan con el sudor de su frente.

Así que es cierto que las luchas de poder son alienantes y que la violencia puede ser liberadora, a pesar de que la historia nos demuestra que tiene un precio.

N.B.: Al igual que el libro del mismo título de Peter Craig, quien adaptó el guión, y a pesar de la ferocidad y el egoísmo general, la película trata del amor de un padre por su hija. John Link parece ser el único personaje capaz de amar, una figura de sacrificio y fidelidad, fidelidad que también ofrece por un trago de tequila. En un tono salvaje, instintivo y algo obsoleto, él encarna de alguna manera un mundo en decadencia, un mundo que destaca por los valores humanos, el amor incondicional, sacrificio. Un mundo atacado por todas partes y dejado de lado en pos de los intereses creados, el tráfico y la codicia. ¿No crees?

J.F.R.: Leí la novela antes del guión. La encontré sorprendente, ya que nos muestra una América revuelta, los niños ricos metidos en drogas y orgías, el ensalzamiento de la actitud del gánster, a diferencia de la clase trabajadora donde las personas que trabajan como burros para alimentar a sus hijos, a los trabajadores inmigrantes que recolectan naranjas, o el propio personaje de Link encuentran la redención a través del trabajo. Este es un material social que me gusta mucho. El conflicto dramático entre padre e hija ya estaba en su lugar debido a los diferentes orígenes que tienen.

El personaje interpretado por Mel es un ejemplo. En realidad, tiene valores y su vida gira en torno al sacrificio. Durante toda su vida ha estado recibiendo golpes, incluso va a la cárcel para proteger a su «padre adoptivo». ¿Qué es lo que obtiene de ello? ¡Nada! Para salvar a su hija, para compensar su ausencia, para darle la alegría de vivir, tiene que hacerlo de nuevo a través de la violencia. Así que la violencia se convierte en liberadora.

N.B.: El libro se centra en la chica y es una historia de madurez: Lidia aprende cómo debe ser después de pasar por algunas experiencias difíciles. La película se centra más en la figura paterna. ¿No es la pesadilla de cualquier padre tener que rescatar a una hija del peor yerno? Eso explicaría el regreso, que es la última encarnación de la ansiedad, al igual que un mal sueño se volverá en tu contra.

J.F.R.: El guión sólo se ocupa de la última parte del libro. Al hacer esto, Peter Craig fue capaz de capturar la esencia del mismo, lo que funciona en un libro puede parecer más artificial en una película, que no necesariamente tiene que explicar toda la evolución de un personaje. En el momento en que se introduce el personaje, el público lo abraza inmediatamente, lo que te da la oportunidad de explorar diferentes temas, conflictos, etc.

El personaje principal no es el mismo en el libro que en la película. Es relevante decir que el libro es una historia adulta. La película trata más la transmisión. La transmisión de la supervivencia, la emancipación, el amor y el sacrificio.

N.B.: Sospecho que, como buen aficionado al cine, debe estar bastante familiarizado con el trabajo de Mel Gibson, tanto de actor como director. ¿Cómo fue trabajar con él? ¿Cómo hiciste para desconectar totalmente de su personaje de Ángel del infierno de la mitología Mad Max?

J.F.R.: Nunca se me pasó por la cabeza Mad Max durante el rodaje de la película. Estoy de acuerdo en que debe haber similitudes. La película tiene lugar en el desierto, se pueden ver motos y coches, pero si no hubiera sido por Mel, nadie habría ligado las dos. Lo que hace que se piense en ello, es el hecho de que la mayoría de nosotros hemos crecido viendo Mad Max y Arma Letal. Pocas veces he trabajado con alguien tan humilde. Para mí, Mel es uno de los más grandes cineastas, está en mi lista de los mejores directores junto con Michael Mann. Y, sin embargo, nunca interfirió en mi trabajo. En lo que a mí respecta, siempre trato de hablar las cosas con los miembros del elenco. Sería absurdo no aceptar lo que los actores tienen que decir, siempre que sea pertinente. No me gusta la idea de que un director dirija como si dirigiera el tráfico.

Mel sólo estaba interesado en una cosa y al final es lo más importante, lo que impulsa al personaje en cada escena. Es por eso por lo que es un gran actor y un gran director. Él no molesta con menudencias, lo único que piensa es en las motivaciones profundas de los personajes. Tiene un sentido muy agudo para el drama. Cambiamos el final una hora antes de rodar cuando Mel dio la impresión de que no lo veía bien. Nos sentamos con Mel y Peter CraigMel soltó como un centenar de ideas por minuto. Es como Vincent Cassel, es el mismo tipo de animal. Ellos traen todo a las motivaciones del personaje. Esa es la clave para un buen drama.

N.B.: La novela retrata un importante viaje a través del mundo del narcotráfico y las drogas, y establece un mapa de la droga en Los Ángeles y el sur de California, en la frontera con México. En la película viajan a través de paisajes americanos donde todo tipo de vagabundos y personas desfavorecidas se refugian, aparte de los desiertos de John Ford y Anthony Mann. ¿Cómo estableces la hermosa paleta de color ocre que define la película?

J.F.R.: : Aunque yo no era consciente de Mad Max en el rodaje, sí que pensaba mucho en John Ford. Y, sin embargo, no estábamos filmando en Monument Valley, sino alrededor de Albuquerque, Nuevo México. En más de una ocasión, cuando estaba sosteniendo la cámara, tenía en cuenta el principio, «un tercio de tierra, dos tercios del cielo, el hombre y Dios Todopoderoso.» Desde Asalto al distrito 13, he trabajado con el mismo director de fotografía, Robert Gantz, cuyo trabajo me gusta mucho.

En todos estos años hemos llegado a conocernos unos a otros y estamos en la misma sintonía. Ya podía imaginar la atmósfera visual de la película cuando leí el guión, y el proceso de exploración fue más instintivo: no se debe luchar contra lo que la topografía tiene que ofrecer. Es necesario adaptar las ubicaciones, elegir el momento adecuado según la luz y tratar de controlar todo esto lo mejor que puedas.

Por otro lado, cuando se genera el interior, estás trabajando en un entorno controlado. Fui por la misma naturaleza de colores dominantes: negro, tonos de madera, de color cobre. Yo quería la piel de los actores tuviera esas trazas y quería que sus pliegues pudieran relacionarse con los surcos de la tierra. Es una película donde la tierra y el polvo son dominantes.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Why Not Productions, Wild Bunch, SND Films. Cortesía de Vértigo Films. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.