Resulta curioso que Tomorrowland se estrene casi al mismo tiempo que la última –y muy celebrada– entrega de Mad Max, una saga que creó su propio modelo de entorno futurista desolador (eso que llaman “distopía”).
Nos gustan las películas sobre futuros funestos. Triunfan tanto que ya casi nos parece raro ver una película de ciencia-ficción optimista. ¿La utopía ha sucumbido al pesimismo o el cinismo? Tomorrowland es, básicamente, un alegato a favor de la ciencia-ficción positiva.
Poniéndonos muy básicos, podríamos decir que hay dos padres de la ciencia-ficción: H.G. Wells y Julio Verne. Wells optó más por la ficción que por la ciencia, y sus obras eran alegorías sobre la realidad de su época, reflexiones sobre el funcionamiento del ser humano, por lo cual en su obra abundan las fantasías oscuras (aunque no exentas de humor). Verne, por su parte, intentaba ser realista y educativo respecto a los aspectos científicos, y proponía invenciones y empresas inspiradoras.
No es casualidad que el autor francés, junto a Tesla, Gustave Eiffel y Thomas Edison, aparezca de manera inteligente en Tomorrowland, un film que dice: “Vale, el mundo apesta y va a peor, ¿qué podemos hacer para solucionar eso?”.
Tomorrowland, como Piratas del Caribe y La mansión encantada, es una película basada en una atracción de Disneylandia. La diferencia es que, en esta oportunidad, la propia atracción aparece en la película. Dicha atracción consiste en un recorrido por un mundo futurista (actualmente retrofuturista), creado durante la Feria Mundial de 1964, cuando todavía se vivía el optimismo de la Era Kennedy (pese a que el presidente ya había sido asesinado) y la “carrera espacial” prometía maravillas sin límite.
El director Brad Bird vuelve a demostrar ser un profesional todoterreno con esta película de acción y ciencia-ficción dirigida a un público familiar. Recordemos que Bird se curtió en Los Simpsons, llegó a realizar una cinta de culto como es El gigante de hierro, fue responsable de Los Increíbles (uno de los mayores éxitos de Pixar) y se encargó de manera más que efectiva de la penúltima entrega de Misión Imposible. Como curiosidad, cabe señalar que en una determinada escena, Brad Bird lanza unos simpáticos auto-homenajes a algunas de sus creaciones.
El reparto también funciona a la perfección, a pesar de la aparición de algún que otro niño “demasiado actor “. La joven Britt Robertson lleva casi todo el peso de la película sobre sus hombros, y sale victoriosa con un personaje vivaz, inteligente y valiente. Robertson derrocha convicción, fuerza y carisma, en las antípodas de muchas estrellas de su generación –no vamos a señalar a nadie–, carentes de expresividad y vida.
Clooney, en un papel secundario, cumple perfectamente como hombre amargado por la vida y por las desilusiones, sin por ello hacerse antipático.
Tomorrowland combina elementos de Terminator y La vida futura en un film espectacular, divertido y optimista, al cual se le pueden encontrar “peros” como un clímax algo estándar que no está a la altura de lo prometido, y algunos elementos de la historia cuya lógica es discutible.
Sí, a todos nos gustan las historias de futuros distópicos, y en el film se explica por qué (abrazamos la idea de que todo se va al garete inevitablemente para así no tener que esforzarnos en hacer nada), pero si tiene usted hijos en edad de absorber buenas ideas y principios, no dude en llevarlos a ver Tomorrowland.
Sinopsis
Aventura de misterio de Brad Bird, ganador de dos Oscar® y que cuenta con la presencia de George Clooney, ganador de los Premios de la Academia®. Unidos por un destino común, Frank (Clooney), un antiguo niño prodigio desilusionado por los avatares de la vida y Casey (Britt Robertson), una brillante y optimista adolescente con una desbordante curiosidad científica, se embarcan en una misión llena de peligros para desenterrar los secretos de un enigmático lugar conocido como «Tomorrowland». Lo que van a hacer allí cambiará el mundo para siempre y también sus vidas.
En 1955, Walt Disney creó una sección en Disneyland llamada Tomorrowland (El mundo del mañana). En aquella época, los norteamericanos encaraban el futuro con optimismo. Con el paso de los años, sobre todo en los 70, la gente empezó a ver el futuro con un creciente pesimismo. Este cambio llamó la atención del guionista y productor Damon Lindelof, así que cuando empezó a sintetizar la historia de «El mundo del mañana», investigó el significado de Tomorrowland para convertirlo en un argumento narrativo. «Quería recuperar el optimismo de aquella época», comenta Lindelof.
Fue entonces cuando Lindelof oyó hablar de una caja que se había descubierto por azar en un armario de los Estudios Disney. La misteriosa caja contenía todo tipo de planos y maquetas fascinantes, fotografías y cartas relacionadas con la creación de Tomorrowland y la Exposición Mundial de 1964. A Lindelof le entusiasmó el hallazgo y empezó a imaginar que el contenido de la caja era una especie de guía a una historia secreta que nadie conocía. Pero si fuera verdad, ¿cuál sería la historia? «Para mí, la respuesta más evidente era que había un lugar llamado Tomorrowland que no era un parque temático sino algo que existía en el mundo real».
Esta idea se convirtió en el punto de partida de la historia de «El mundo del mañana», que Lindelof desarrollaría después con el director y productor Brad Bird y con el productor ejecutivo Jeff Jensen.
Brad Bird y Damon Lindelof sólo querían a un actor para interpretar al desilusionado inventor Frank Walker: George Clooney. «Frank fue muy del estilo Clooney desde el principio», recuerda Lindelof. «Cuando pensábamos en actores para hacer el papel de Frank siempre buscábamos a los que más se parecían a Clooney. Así que cruzamos los dedos y nos armamos de valor para escribirle. Le contamos que Frank era un cascarrabias con un toque de héroe. A fin de cuentas lo que encarna George«.
Para el papel del brillante científico David Nix, los productores contactaron con Hugh Laurie por «su increíble inteligencia, esa sensación de peligro inminente mezclada con grandes dosis de humor y diversión». El mismo Laurie lo recuerda: «Me fascinó la primera conversación que tuve con Brad y Damon sobre el enfermizo derrotismo que se ha apoderado del mundo. La vida moderna tiene muchísimas ventajas, pero parece que no nos aporta una sensación de satisfacción, de triunfo o de éxito. Brad y Damon me contaron esa extraordinaria visión de un futuro totalmente opuesto a todas las ideas que imperan en el mundo de hoy y me interesó muchísimo ese punto de vista».
El diseñador Scott Chambliss fue el encargado de recrear el mundo de Tomorrowland. «En el guión no había nada escrito sobre Tomorrowland», dice Chambliss. «Por esa razón invertimos mucho tiempo trabajando con Brad y Damon para desarrollar no sólo el aspecto de Tomorrowland sino también lo que significaba Tomorrowland. Crear una civilización nueva y utópica era una tarea muy complicada. Pero ahí reside el placer de crear algo que fuera especial y que sorprendiera al público».
Cuando llegó el momento de crear una ciudad construida por visionarios y dotada de la tecnología más avanzada, los realizadores supieron qué aspecto debía tener y que no iba a ser nada fácil encontrar un sitio así. Al principio, creyeron que había que construir Tomorrowland de cero, un proyecto largo y muy costoso. Pero se produjeron una serie de afortunadas coincidencias y Tom Peitzman, el productor de efectos visuales y coproductor de la cinta, dio con una localización de aspecto muy futurista y se la enseñó al director Brad Bird. El sitio era la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia en España, que diseñó Santiago Calatrava, cuyo trabajo ya había sido fuente de inspiración para el diseñador de producción Scott Chambliss. El descubrimiento también encajaba con la preferencia del director Brad Bird por las localizaciones físicas en detrimento de los escenarios virtuales.
No todo Tomorrowland podía encajarse en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, sobre todo el monorraíl, la enorme esfera de la energía, y el gigantesco monitor, que en su conjunto forman el escenario de Bridgeway Plaza. Se tardaron seis meses en construir Bridgeway Plaza que tiene un tamaño similar a medio campo de fútbol. El escenario era tan enorme que no existía ningún plató que pudiera albergarlo. Además se necesitaba una altura considerable para realizar las tomas aéreas y para dar cabida a las grúas de luces necesarias para iluminar el escenario. Otra complicación era que el escenario tenía que abarcar los diversos periodos de tiempo que narra el guión.
Pero para los realizadores sólo hay un escenario que impone tanto como lo que la película quiere transmitir: la auténtica plataforma de lanzamiento de la NASA en Cabo Cañaveral, Florida. «Pasamos un par de semanas en la Plataforma de Lanzamiento 39 donde se lanzaban todos los cohetes Apolo y los transbordadores espaciales», dice el productor ejecutivo John Walker, recordando la emoción del momento. «El hecho de estar allí ya era increíble. Recuerdo que de niño veía cómo lanzaban al cielo aquellos increíbles cohetes. Mientras estuvimos allí vimos el lanzamiento del Mars Maven en directo y más cerca de lo que lo vio la prensa. Fue maravilloso».
Aunque fue con diferencia lo más espectacular, Cabo Cañaveral sólo es una de las numerosas localizaciones de la película. La película se empezó a rodar en una granja de Pincher Creek, Alberta, donde los realizadores pagaron a un agricultor para que cultivara un trigo otoñal que tiene una tonalidad ámbar muy especial. Para el director Brad Bird era la representación perfecta de un entorno rural. Después, el equipo se trasladó a una granja en Enderby, en la Columbia Británica, para rodar la granja de Walker y sus campos de maíz, que también se cultivaron expresamente para el rodaje.
Además de los escenarios en España y Canadá, otras de las localizaciones fueron la atracción «It’s a small world» del Disneyland Park en Anaheim, California, una playa en las Bahamas y una segunda unidad rodó en París. En total, la película tuvo más de 90 combinaciones diferentes de platós y localizaciones y se trasladó diez veces.
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