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Retribution, la nueva película de Liam Neeson

Crítica: ‘Retribution’ (Nimród Antal, 2023)

Asomando entre la penumbra de los créditos iniciales, unas manos artesanas montan pieza a pieza un artefacto explosivo del que enseguida tendremos noticia. En la ciudad de Berlín explota un coche cuya flamígera imagen pronto cubre la pantalla de un televisor en el informativo matinal, mientras el agresivo asesor financiero Matt Turner (Liam Neeson), golpea un pesado saco de boxeo sin conmoverse ante la tragedia, lo que nos lleva a pensar sin equívoco que estamos ante un tipo que no se preocupa de otra cosa más que de sí mismo.

Turner pertenece a esa clase de tiburones que no dudan en arriesgar el dinero ajeno mientras se embolsan un suculento porcentaje convenientemente desviado a una cuanta en un paraíso fiscal. «Abraza la incertidumbre y los riesgos», le escuchamos aconsejar a su principal amigo e inversor, sugerencia que enseguida se va a volver contra sí mismo como un vaticinio de auténtica pesadilla. Brazos le van a faltar al bueno de Neeson para «abrazar la incertidumbre», atender a múltiples teléfonos, conducir temerariamente, y limpiarse el rostro de sudor y esquirlas.

Asistimos en Retribution a una peripecia del género «si lo sé no me levanto», o «he tenido días mejores», en la que Matt Turner se dispone a llevar a sus hijos a la escuela en el flamante auto familiar, del que no ya no podrán apearse bajo la imprevista y aterradora amenaza de saltar por los aires en el caso de intentarlo.

A través de un móvil hallado en la guantera, la voz distorsionada de un anónimo perturbado irá dictando al agobiadísimo Turner una serie de escabrosas misiones por toda la ciudad de Berlín, llevándole de calle en calle por la calle de la amargura, convirtiéndose en el clásico juego del «Simón dice» de La Jungla de cristal 3, aunque a mucha distancia del divertimento y el humor de esta.

El héroe que uno lleva dentro

Nuestro protagonista, que inicialmente no cuenta con la simpatía ni el crédito de sus hijos Zach y Emily (dos anodinos muchachos sin carisma viajando de paquete, que podrían haber sido interpretados por sendos crash test dummies), tendrá que enfrentarse al reto de su vida y sobreponerse a sus propias miserias morales para tratar de salir indemne del chantaje que les amenaza. Y pese a su inicial falta de escrúpulos y su egocentrismo desmedido, Matt se verá obligado a desenterrar al héroe que lleva dentro, y del que ni él mismo tenía constancia hasta hallarse ante la situación más crítica que pueda un padre sesentón imaginar.

Si bien las dotes de Matt como asesor financiero, marido y padre, quedan en entredicho durante el inicio del film, su habilidad para la conducción temeraria le habilitaría para ganarse la vida holgadamente como taxista en El Cairo. Decenas de vehículos policiales en su persecución, quedan trabados entre sí como cremalleras de anoraks de mercadillo, mientras él escapa con la complicidad de un guion caprichoso que juega siempre a su favor.

Neeson al volante

Echo de menos que en el sofisticado salpicadero del coche no luzca el cartelito de «Papá, no corras» junto con la foto oval de los niños vigilantes, como una ironía estética y argumental. La impersonal paleta de colores en tonos crema y gama de grises, y un diseño algo acartonado de la ciudad, reducen la plasticidad de lo escénico a un fondo neutro como el de un vulgar anuncio de coches, lo que nos deja con las ganas de saborear un Berlín más auténtico, monumental y amplio, al estilo (y ya que va la cosa de persecuciones urbanas) de las aventuras de Jason Bourne.

También se hubiera agradecido un tono menos mortecino en los diálogos y en la construcción de los personajes secundarios, a fin de elevar la categoría de un drama demasiado volcado en el lucimiento de la estrella principal y única.

De todos modos, la falta de originalidad y frescura de la historia (un tipo corriente en apuros, un divorcio en ciernes, policías que persiguen al bueno, y un villano un tanto esperable), queda compensada con la soberbia presencia de Liam Neeson, su doliente voz cavernosa, y su totémico rostro que parece cincelado por un escultor brutalista soviético. Tanto es así que, de hecho, la película es casi un continuo primer plano de Neeson al volante de un potente Mercedes, mientras ambos, piloto y auto, van perdiendo su flamante lustre inicial a costa de cumplir una misión a vida o muerte.

Retribution es una amena gincana urbana, tensa y solvente, que trata el manido asunto de la redención humana y sus impagables beneficios, y aunque no depara grandes sorpresas, mantiene firme el cometido del mero entretenimiento sin más pretensiones.

Sinopsis

Matt Turner (Liam Neeson) es un exitoso hombre de negocios americano que vive en Berlín y hace lo que puede para conciliar su flamante carrera financiera con sus responsabilidades familiares. Al llevar a sus hijos a la escuela una mañana, Matt recibe una llamada telefónica de una voz misteriosa: hay una bomba bajo su asiento que detonará a menos que complete una serie de labores específicas, y lo haga rápido. Atrapado en el coche en una carrera a toda velocidad por la ciudad, Matt ha de seguir las instrucciones de este desconocido, que cada vez entrañan más peligro, en una carrera a contrarreloj para proteger a su familia y resolver el misterio que se extiende a lo largo de un día.

Copyright del artículo © Fernando Mircala. Reservados todos los derechos.

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Fernando Mircala

Artista, escritor, traductor y fotógrafo. Premio Lazarillo en el año 2000. Entre otros libros, es autor de 'Ciudad Monstrualia' (2001), 'El acertijo de Varpul' (2002), 'Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra' (2010), 'Lóbrego romance, pálido fantasma' (2010), 'Compostela iconográfica' (2012), 'Pentagonía' (2012), 'En un lugar de Malvadia' (2016; ilustrado por Perrilla), 'Pánico en el Bosque de los Corazones Marchitos' (2019), 'Versos para musas y cuatro cuentos de Edgar Allan Poe' (2019) y 'Concéntrico' (2022).