Vicente DíazLo que más me fastidia del cine de acción actual es que, teniendo más recursos para el alarde que en tiempos pretéritos, se empeñen en hacerlo mal. No estoy hablando del guión o los personajes o esas zarandajas que uno no espera cuando va a ver una cinta de peleas, tiros o mandobles. Vamos, que a veces resulta que uno de estos entretenimientos tiene un buen guión, interpretaciones contundentes y demás goces cinematográficos, pero con que las escenas de acción sean buenas, el cafre que todos llevamos dentro se puede sentir satisfecho. Pero no, ahora les ha dado por menear la cámara, hacerlo todo a base de primeros planos y encargar el montaje a un chimpancé epiléptico armado con un Avid.
Aunque los vergonzosos defectos digitales de este remake y el protagonismo de actores generalmente secundarios indican que no nos hallamos ante una superproducción, eso no es excusa para uno de los peores montajes que se hayan visto en una pantalla desde hace mucho. Y no solo es que las peleas sean confusas (que ya es grave en un film lleno de momentos gore), sino que la fluidez narrativa de la historia es de una arritmia tal que al espectador le es casi imposible involucrarse emocionalmente con lo que está pasando en la pantalla.
Las distintas secuencias parecen ir sucediéndose sin demasiado criterio dramático, una pelea sigue a otra y al momento siguiente hay un diálogo aburrido o un largo paseo por algún bello paraje estropeado por una fotografía descolorida y llena de grano.
Uno ni siquiera queda muy convencido de la motivación de unos vikingos que se juegan la vida en un peligroso viaje sólo para acabar con cuatro indios que ya han huido de ellos y que no suponen ninguna amenaza para tan beligerante y poderoso pueblo.
Por cierto que el jefe de estos guerreros nórdicos está interpretado por Clancy Brown, lo mejor de la película junto con el frazettiano diseño de producción. Es muy agradable volver a ver a Brown convertido en un terrorífico bárbaro, rememorando en cierto modo a su personaje más popular, El Kurgan de Los Inmortales.
Lástima que tanto él como los escenarios o las impresionantes armaduras se desaprovechen por una puesta en escena poco inspirada y, repetimos, un montaje lamentable que refleja la preocupante degeneración que está sufriendo en los últimos años esta especialidad cinematográfica, en especial dentro de los géneros de acción y terror.
Sinopsis
La historia comienza con un niño vikingo, único superviviente de un naufragio, tras una incursión por parte de su clan nórdico, que saqueó un poblado de la costa americana en busca de esclavos. A pesar de su rubia cabellera y extraño idioma -preocupados de que el mal le seguirá allá donde vaya- el chico de 10 años es adoptado por los indios Wampanoag locales, quienes le crían para que se convierta en un avezado cazador y guerrero.
Quince años después, el pálido jovencito conocido en su tribu como «Ghost» [Fantasma] (Karl Urban) sigue intentando escapar de su pasado. Ahora, los vikingos regresan para atormentar América de nuevo, con un ataque bárbaro que aniquilará a la querida tribu de Ghost, al tiempo que supondrá un peligro para la mujer que ama (Moon Bloodgood). Otra vez convertido en un superviviente en fuga, aunque sediento de venganza, Ghost sigue los preceptos del Pathfinder (El guía del Desfiladero) (Russell Means), un poderoso chamán que prevé el inesperado destino que aguarda a nuestro enfurecido héroe…
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Manuel Rodríguez Yagüe
