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Crítica: «Operación: Huracán» («The Hurricane Heist», Rob Cohen, 2018)

Rob Cohen es uno de esos directores especializados en encargos. Suelen contratarle para películas de acción y espectáculo de presupuesto medio, sin intención de ser los grandes blockbusters del verano. Pero así y todo, se convirtió en el iniciador (¿accidental?) de una de las sagas más largas y sustanciosas del actual cine palomitero, al dirigir la primera entrega de The Fast and the Furious en 2001.

En Operación: Huracán nos cuenta una historia de ladrones, acción y suspense, donde combina los clichés del cine de catástrofes (subgénero que Cohen ya tocó en el vehículo stalloniano de 1996 Pánico en el túnel).

Aprovechando el caos de un terrible huracán de categoría 5, unos hampones llevan a cabo un ambicioso y muy planeado golpe a un complejo estatal en el que se apilan montañas de dinero. Los ladrones no son los héroes de la película, sino los villanos, así que le toca salvar la situación (y el pellejo) a una agente del Tesoro (Maggie Grace), a un meteorólogo (Toby Kebbell) y a su hermano tarambana (Ryan Kwanten).

Como pueden apreciar, no hay grandes estrellas en Operación: Huracán, sino resultones intérpretes ‒Ralph InesonBen Cross…‒ a los que generalmente vemos en papeles secundarios. La mayor parte del dinero va destinada a las escenas de acción y destrucción huracanada, si bien tampoco estamos ante una gran superproducción, así que, como se suele decir, Operación: Huracán es lo que es: una cinta de entretenimiento poco ambiciosa, en la que el director y los actores hacen lo que pueden frente a un guión que parte de una idea divertida (no tan alejada de la de aquel olvidado thriller de 1998 titulado Hard Rain), pero cuyo desarrollo es casi tan catastrófico como el propio huracán.

Los personajes casi parecen salidos de un viejo bolsilibro, lo cual tendría su gracia si el tono de la película fuera más evidentemente caricaturesco o pulpRob Cohen no consigue que los diálogos, casi propios de una novela de Marcial Lafuente Estefanía, casen dentro de un film que comienza con una muerte dramática y un trauma infantil. Por otro lado, los agujeros en el guión son tan abismales que hay un montón de personajes que desaparecen de la trama sin que nunca sepamos más sobre ellos.

La película, como se puede esperar, incluye persecuciones, peleas, tiroteos e imposibles momentos de videojuego acordes a “la sensibilidad del público actual”, lo que sea que eso signifique.

La mejor manera de disfrutarla es tomársela como una comedia, no sabemos si voluntaria o involuntaria. Quizá ninguna de las dos cosas. No parece que Rob Cohen o ninguno de los implicados tengan en realidad ninguna intención con esta película, salvo la más digna de todas: trabajar para cobrar un sueldo y a otra cosa, mariposa.

Sinopsis

Una granja en Alabama, un hogar pacífico y acogedor. De repente, un viento violento y una lluvia intensa arrancan el tejado y lo elevan hacia el cielo, dejando a la intemperie a dos niños asustados escondidos bajo la mesa de la cocina y en medio de un gran vacío sobre sus cabezas. Es «la tormenta del siglo».

Es una pesadilla demasiado real para muchos americanos, entre los que encontramos al director Rob Cohen: «Un huracán es una bestia», sostiene. «Presencié algunos huracanes siendo un chiquillo, viviendo en la costa Este de Estados Unidos. Y me dieron la sensación de que eran como un monstruo iracundo».

Humanos vs. naturaleza, tanto en el mundo exterior como dentro de nosotros mismos, es una batalla incesante en el primer plano del escenario mundial, teniendo en cuenta que aproximadamente el 40% de la población mundial vive en la costa. Con el incremento de desastres naturales, se crea una nueva realidad, la de vivir en el camino de la furia de la naturaleza, que combinada con el peor defecto de la humanidad, la avaricia, crea una mezcla explosiva en la gran pantalla. Todo llevado a cabo con una serie de efectos visuales grabados en cámara, dando lugar a momentos llenos de adrenalina y una serie interpretaciones muy humanas.

Imagina un motor enorme, más grande que nada que haya producido la humanidad, alimentado tan solo por aire caliente. Eso es un huracán o, técnicamente, un «ciclón tropical», que es el nombre que reciben las tormentas que se forman sobre el Atlántico o la zona Este del Pacífico, un área que resulta ser uno de los ambientes más peligrosos en cuanto a tormentas masivas.

Según se eleva el aire caliente y húmedo desde el océano, el aire más fresco se arremolina para tomar su lugar, creando barreras de altas y bajas presiones en una espiral de viento y nubes evaporándose. Según se va acelerando el huracán, su ojo se abre lentamente, exponiendo un núcleo de alta presión, dentro del cual todo está en calma, todo es normal. En el ojo, todo permanece inquietantemente silencioso… hasta que la pared del ojo choca y todo, ya sea un coche, una casa o un edificio… es absorbido por este vórtice.

Ésta es la fuerza destructiva de la naturaleza que acabó con la vida del padre de Will y Breeze Rutledge en Alabama en el verano de 1992 y, aunque la naturaleza haga que parezca fácil, crear la tormenta del siglo en pantalla fue todo un reto.

Afortunadamente, Rob Cohen tenía algunos ases en su manga y una impecable reputación, basada en taquillazos de acción como xXx y Dragón, la vida de Bruce Lee. También es el creador del fenómeno The Fast and the Furious: A todo gas. Pero la carrera de Cohen comenzó décadas antes.

Después de trabajar leyendo guiones para el agente de Hollywood Mike Medavoy, descubrió un guión ignorado en medio de una pila de guiones desechados y le aseguró a Medavoy que era «el gran guión americano y que se convertiría en una película galardonada, con un reparto y director estelares». Medavoy se comprometió a intentar venderlo, pero si no surgían compradores despediría a Cohen. Lo compró Universal esa misma tarde y, desde entonces, Cohen sería conocido como «el chaval que encontró El golpe»

Su intuición ha guiado su trabajo desde entonces, junto a sus innovaciones en efectos explosivos de acción real (no generados por ordenador), que van desde el uso de hidráulicos para lanzar coches de trenes en movimiento, a la práctica de poner a operadores de cámaras en karts para rodar escenas de acción a baja altura.

Ahora, para filmar una pesadilla andante, una que es demasiado real en las memorias de miles de americanos, como telón de fondo de un robo épico, tuvo que desarrollar toda una aproximación distinta al estilo rudo y visceral que se ha convertido en el sello del trabajo de Cohen.

El director de fotografía Shelly Johnson, cuyo trabajo incluye los éxitos Capitán America y Los mercenarios 2, no tardó en darse cuenta de que mostrar de manera efectiva el poder destructor del huracán significaba abandonar efectos generados por ordenador a favor de efectos prácticos que les llevaría a construir granjas destrozadas, hacer que camiones vuelen por los aires y poner a los actores al límite. Él, al igual que Cohen, ya había sido testigo de este tipo de devastación.

«Me enviaron a Florida cuando se aproximaba el Huracán Matthew, así que estuve a escasos kilómetros de la pared del ojo del huracán», cuenta. «Rob dijo desde el principio: ‘quiero meter la cámara ahí, justo en medio de la tormenta, y quiero que el público tenga la experiencia de lo que es estar en pie en medio de un viento de 160 km/h'». Ríe y añade: «Por ejemplo, de la primera escena en la que se están refugiando en la casa de la granja, dijo: ‘Quiero sentir la velocidad de ese coche. Quiero sentir la intensidad y la adrenalina cuando intentan huir. Así que quiero que las cámaras vayan en mano’. Y después me dijo: ‘Shelly, necesito que pongas a un operador de cámara en el lateral de ese coche. Coge esa cámara’. Yo dije: ‘¡Sí, señor!'».

«Sabía exactamente lo que quería hacer con esta película desde el día que los productores me contaron el concepto», explica Rob. «La idea de un robo que tiene lugar durante un huracán en seguida me pareció una manera innovadora de hacer una película de acción, porque no era simplemente ‘vamos a entrar en Fort Knox’, era ‘vamos a tener todos los elementos tradicionales de un robo: los asaltos, las intrigas, pistolas, cajas fuertes, combinaciones, 600 millones de dólares…’ todo eso, pero todo es diferente cuando la historia se ambienta dentro de un huracán de categoría 5».

En 2010, se destruyeron billetes por un valor de 2.600 millones de dólares, la Reserva Federal los hizo trizas y los mandó a unas instalaciones de gestión de residuos. El dinero antiguo se tira constantemente, y la mayor parte del tiempo nadie se da cuenta, a menos que resulte que un huracán de categoría 5 se dirija hacia donde se guarda.

Cuando eso ocurre, tendrás a algunas personas observándolo de cerca.

Meses antes de que se fueran a destruir, la gente podía ver pilas de billetes siendo transportados de la oficinas del Tesoro en Gulfport. El director Rob Cohen vivió su propia experiencia turbulenta en cuanto al estado fiduciario de la película. «Era una película independiente, financiada de manera independiente», explica. «Así que hubo momentos en los que se caía y resurgía, esto pasaba una y otra vez, pero Moshe Diamant (productor) y yo nos mantuvimos firmes, incluso cuando no aparecía el dinero y la fecha de arranque se acercaba. De alguna manera, ambos trabajamos muy duro manteniéndonos firmes hasta que pudimos empezar de verdad». Entre risas cuenta: «Hubo momentos en los que se nos paralizaba el corazón tras la cámara, según íbamos creando la tormenta del siglo delante de la cámara, con un presupuesto limitado. Definitivamente fue todo un reto». Finalmente la productora del Reino Unido de Chris Milburn, junto con la productora ganadora del Oscar VFX Double Negative y Post House Lipsync del Reino Unido, se aliaron para poner lo que quedaba por financiar, junto con Headgear Films, y Rob pudo avanzar para crear su tormenta, con la ayuda de Prime Focus en 3D.

El rodaje comenzó en el este de Europa, en Bulgaria, el 29 de agosto de 2016, y acabó 11 semanas después, cuando el impresionante paisaje dejó de hacer las veces del pueblo ficticio de Gulfport y donde tuvieron lugar persecuciones en coche, escombros volando por los aires y tiroteos frenéticos. Y después de que el reparto y el equipo terminaran su trabajo en el continente europeo, el rodaje continuó durante otra semana en el Reino Unido.

Pero, cuando necesitas el encanto del profundo sur con sus cortinas a cuadros y estética particular, ¿cómo haces que Bulgaria parezca Estados Unidos? Bueno, en pocas palabras, no lo haces.

Según cuenta Cohen: «Para que funcionen las pantallas verdes para hacer la cantidad de tomas que anticipo, habrá que hacer una inversión de entre 750.000 y 1 millón de dólares sólo para eso, para nueve páginas de diálogo dentro de un coche…» El director lamenta el alto coste de los efectos generados por ordenador al que se tendría que enfrentar para que un desastre natural resultase realista. Pero cuenta: «Hace un año y medio más o menos leí un artículo en la revista American Cinematographer sobre la creación de estas nuevas pantallas LED que podían usarse de múltiples maneras». Concretamente, dice: «Medían 30 por 30 cm, y se podían enganchar para formar pantallas del tamaño que quieras».

Acabó siendo la manera perfecta para crear un paisaje hiperrealista devastado al otro lado de ventanas rompiéndose, incluso en las tranquilas colinas en Europa.

Comenzando su viaje como un pequeño guión en Hollywood, el proyecto fue creciendo, llegando a Alabama para la investigación y búsqueda de localizaciones antes de cruzar el océano Atlántico para filmar a los actores británicos Toby Kebbell y Ralph Ineson (quien interpreta al introvertido antagonista Perkins), pasando por Artem Miniatures en Glasgow y pegando un salto en el camino para ir al continente, a Bulgaria, y finalmente de vuelta a Manchester para cerrar el rodaje.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Foresight Unlimited, Parkside Pictures, Windfall Productions, Tadross Media Group, Entertainment Studios Motion Pictures. Cortesía de TriPictures. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).