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«Una muerte en la familia» (1988-1989), de Jim Starlin y Jim Aparo

Acostumbrados, como estamos ahora, a la muerte de héroes y villanos, sea de forma adecuada o contraproducente, es indudable que Una muerte en la familia (diciembre de 1988-enero de 1989) encontró en la tragedia un factor al que los lectores no estaban demasiado habituados, y que hoy hemos de observar con los ojos de aquella época.

El guionista Jim Starlin y el dibujante Jim Aparo construyeron esta historia de búsqueda y venganza de forma impecable, tanto por el dinamismo del relato como por la idoneidad de su estilo estético.

Pero más allá de sus virtudes ‒que no son pocas, sobre todo en el contexto de los ochenta‒, hay una anécdota que convirtió a este cómic en una pieza muy especial dentro del universo DC. Me refiero, por supuesto, a la posibilidad que tuvieron los fans de telefonear a un número 900 para decidir en una macroencuesta si la gran víctima de esta peripecia, Jason Todd, moría heroicamente, ensangrentando el uniforme de Robin, o sobrevivía a las terribles maniobras del Joker.

Como ya saben los lectores, la votación jugó en contra del compañero de Batman, que siguió el mismo trayecto fatal que había acabado con Supergirl y Barry Allen en Crisis en Tierras Infinitas (1985), y que nos dejaría sin el Hombre de Acero en La muerte de Superman (1992). Nunca sabremos si el resultado final fue genuino, o si, como se dice, algún comunicante hizo trampa repitiendo llamadas y acumulando puntos en contra de Todd con la ayuda su ordenador.

La cuestión tiene un trasfondo discutible, sobre todo porque, si nos fijamos bien, la historia que nos cuenta Starlin se detiene en dos asuntos, la crisis de identidad de Jason Todd y la posibilidad de que éste encuentre a su verdadera madre. Ni uno ni otro nos llevan a adivinar que la cosa acabará mal. De hecho, aunque ya habíamos visto al Joker hacer auténticas barbaridades, aquí se nos deja claro que es un asesino implacable e impulsivo, sin una sola pizca de cordura.

En casos como éste, toda explicación pasa por el departamento de ventas, así que debemos entender que, como editor, Dennis O’Neil ya había entendido que Todd no era un Robin que gustase a los lectores. Retirarlo del mundo de Batman exigía medidas contundentes, y está claro que Una muerte en la familia las empleó a fondo.

¿Resta valor esa votación telefónica a lo que este cómic significa? Ni mucho menos. Es más: hablamos de una obra fundamental, llena de interés e intensidad, que se sigue leyendo hoy igual que hace treinta años.

Por otro lado, si los nuevos lectores de Batman quieren comprender plenamente la deriva oscura del personaje, deben adquirir esta novela gráfica para darse cuenta de la carga de culpa y de melancolía que la pérdida de Jason supuso para Bruce Wayne.

Con todo, ahora ya sabemos que, años después, el difunto regresó de entre los difuntos, demostrando así que la muerte y la resurrección en el cómic son sólo un cuestión de apariencias.

Sinopsis

En los años ochenta, un cambio crucial sacudió la mitología de Batman: el primer Robin, Dick Grayson, abandonó al héroe para convertirse en Nightwing, pero otro Chico Maravilla le relevó. ¿Quién era Jason Todd? El destino de ese segundo Robin, más impulsivo y violento, sería decisión de los propios lectores: si llamaban a un número de teléfono, Jason viviría, pero si llamaban a otro…

Lo que ocurrió fue lo narrado en estas páginas por dos grandes autores, Jim Starlin y Jim Aparo, bajo los auspicios del editor Dennis O’Neil. La historia, que abarcó los núms. 426 a 429 de Batman, se convertiría en un clásico imprescindible cuya influencia puede hallarse en muchos otros cómics de superhéroes. Este volumen también incluye un extracto de Batman Annual núm. 25, donde se narra el destino final de Jason Todd.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © DC Comics, ECC. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.