Es muy lógico que los espejos siempre hayan ocupado un lugar en las historias de miedo. Al fin y al cabo, son una inquietante ventana a un mundo reverso, cuya prolongada observación provoca que nos empecemos a ver extraños, ajenos a nosotros mismos. ¿Quién no ha experimentado alguna vez esa sensación? Espero no ser el único.
El rey Kull ya la sufrió en el estupendo relato Los espejos de Tuzun Thune (Weird Tales, septiembre de 1929) y en el cine hemos visto espejos y reflejos malignos de todo tipo en toda clase de películas como la saga Evil Dead (Sam Raimi), El príncipe de las tinieblas (John Carpenter, 1987), Into the mirror (Kim Sung-ho, 2003) o Poltergeist III (Dary Sherman, 1988), entre otros muchos.
Aunque Oculus quizá no le saca todo el provecho al espejo como objeto simbólico, lo cierto es que nos encontramos ante una película de terror endiabladamente buena. Una historia sencilla contada con astucia es algo que no suele fallar en el arte del cuento de miedo, y Mike Flanagan vuelve a dar en el clavo aplicando esta fórmula después de su interesantísima Absentia.
De una manera consciente o accidental, la sombra de Stephen King planea sobre Oculus, una historia que transcurre en dos líneas temporales intercaladas con un espectacular montaje, a través del cual ambas narraciones se van haciendo cada vez más cercanas hasta fundirse (piensen, por ejemplo, en la novela It).
Por otro lado, Flanagan va construyendo el terror por un objeto maldito y manipulador de la mente/realidad con una efectiva anticipación de forma muy similar a la del relato 1408, adaptado al cine en 2007 por Mikael Håfström.
La trama es muy simple: un par de hermanos, niño y niña, sobrevivieron a la demencia homicida de sus padres (el versátil Rory Cochrane y una Katee Sackhoff siempre dispuesta a hacer de desequilibrada), presuntamente provocada por un antiguo espejo de macabra reputación. Años después, se vuelven a enfrentar al “monstruo” para demostrar que la maldición es real, y que sus padres no fueron más que víctimas.
Hablamos de un espejo con la facultad de nublar el juicio de tal manera que nadie es capaz de romperlo. Para lograr esto último, la chavala protagonista (excelente y carismática Karen Gillan) elabora un detallado plan para resistir y vencer en un enfrentamiento definitivo, pero más sabe el diablo por viejo…
Oculus es una película bien construida, rodada e interpretada, que incide más en la sensación de constante de agobio psicológico que en el impacto del susto fácil. Un film que provoca desasosiego pero que no está exento de un sutil humor negro, de una divertida malevolencia administrada en la dosis justa como para que la película no caiga en lo cómico.
Muy recomendable para pasar un buen mal rato.
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