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Crítica: «Más allá de la vida» («Hereafter», Clint Eastwood, 2010)

Ya saben, la muerte y el temor que ésta inspira nos igualan a todos. De los muchos dramas que pasan factura al ser humano, éste es el más misterioso, y sin duda, ello explica el interés que puso Clint Eastwood en rodar Hereafter, su nueva película.

A su modo, Eastwood parece empeñado en recorrer toda esa gama de grandes pasiones que, de puro intensas, ya no necesitan adjetivos. Así, después de regalarnos aquel maravilloso manual de motivación personal que era Invictus, vuelve ahora su mirada hacia el deseo de trascendencia.

En el guión de Peter Morgan –un peso pesado a quien debemos los libretos de The Queen y El desafío: Frost contra Nixon–, cada personaje extrae del Más Allá dudas, esperanzas, miedos y otras cuestiones que están por encima de su criterio y que pertenecen al ámbito de la metafísica.

El guión de Morgan, vendido inicialmente a DreamWorks y luego transferido a Warner Bros., sondea una serie de temas que, de forma tangencial, parece inspirarse en las figuras de Linda y Terry Jamison, conocidas artísticamente como The Psychic Twins.

Estas gemelas, que acertaron en su predicción del atentado terrorista contra el World Trade Center, han aparecido en documentales como Psychic Children: Their Sixth Sense (2006) y son las autoras de un libro, Separated at Earth (2007), en el que detallan los inconvenientes personales que, supuestamente, originan sus poderes paranormales.

Hereafter se rodó entre octubre de 2009 y febrero de 2010 en Londres, San Francisco, París y Hawai. La presencia de Damon en el reparto se debe a un empeño personal de Eastwood, quien retrasó el rodaje para que el actor pudiera completar la filmación de The Adjustment Bureau (Curiosidad: Damon sugirió al director que le sustituyeran Christian Bale, Casey Affleck o Josh Brolin).

Producen la cinta Steven Spielberg, Frank Marshall, Tim Moore y Peter Morgan, y en el equipo técnico nos reencontramos con veteranos de la troupe de Eastwood, como el operador Tom Stern, el director de producción James J. Murakami, la diseñadora de vestuario Deborah Hopper y el montador Joel Cox.

Un consuelo sobrenatural

Quizá haya que proteger a Clint Eastwood de sus admiradores. No sé si será porque muchos aguardan que el realizador vuelva sobre sus pasos, pero Más allá de la vida (Hereafter) puede desconcertar a más de uno. Sin embargo, quienes no pierdan el respeto al maestro, disfrutarán de una película admirable, llena de revelaciones y enigmas intensos, construida sin que se note el esfuerzo.

«No creo en Dios, pero le echo de menos». Es lo que escribe el novelista Julian Barnes cuando se refiere a la muerte en su ensayo Nada que temer.

Peter Morgan, el guionista de Más allá de la vida, tampoco cree que haya un consuelo sobrenatural para nuestra condición de mortales, y sin embargo, elabora un melodrama en el que las almas de los que ya no están discurren por caminos secundarios. Con ecuanimidad, sin dejarse ir cuesta abajo, Morgan justifica ese deseo de trascendencia por medio de un rasgo exclusivamente humano: el amor.

Sin duda, Morgan no piensa que la vida carezca de sentido, pero no apela a la religión para demostrarlo. En su escritura, el vitalismo se desprende de circunstancias dramáticas, como el remordimiento, el miedo a un final definitivo, la soledad y esa predisposición a amar que solo se apaga con el último latido.

Desde luego, en la película se habla de espectros, pero estos pueden ser admitidos como ilusiones sin que el espectador incrédulo tenga que esforzarse. Este no es un cuento de fantasmas al uso, sino un drama sentimental que habla de la muerte con una profunda y conmovedora humanidad.

Ni que decir tiene que el tema es lo bastante serio como para que el realizador y su guionista tengan que hacer pausas bajo una luz íntima. Esas dos cualidades –la trascendencia de lo que cuenta y el ritmo con el que lo hace– convierten la película en un producto destinado a espectadores poco dominados por los prejuicios.

Digo esto porque el público acostumbrado a las fórmulas –¿alguien mencionó Ghost?– probablemente no consiga conectar con el relato, y es probable que se impaciente ante una sencillez y una delicadeza que, para desgracia de algunos, ya no están de moda (Un crítico americano, dejándose llevar por la ocurrencia, ha definido la cinta como un film de M. Night Shyamalan rodado a cámara lenta).

Como en tantas cintas de su carrera, la versatilidad y el talento de Eastwood le permiten atrapar, una vez más, eso que llamamos la vida. En esta ocasión, nos regala un relato elegante, en el que la melancolía, paso a paso, va dejando espacio al optimismo más sincero.

Dotada de una nitidez asombrosa, Más allá de la vida es una de esas películas que se asientan en los mejores cimientos: la gentileza, la autenticidad, la fluidez y el clasicismo.

Vidas cruzadas

Los protagonistas de Más allá de la vida son tres: Marie (Cécile de France), una periodista francesa que vive una experiencia cercana a la muerte tras ser engullida por un tsunami; George Lonegan (Matt Damon), un médium estadounidense convencido de que lo suyo no es un don sino una desdicha, y Marcus (Frankie McLaren), un niño inglés que pierde a su hermano gemelo en un accidente.

Los secundarios refuerzan la intensidad dramática de estas historias convergentes. Por ejemplo, la madre de los gemelos (Lyndsey Marshal) es una drogadicta que experimenta su tragedia cuando tiene ante sí un proceso de desintoxicación. Y el hermano del psíquico, Billy (Jay Mohr), prefiere que éste se olvide de ser operario en una fábrica y explote comercialmente su habilidad sobrenatural.

Por desgracia, el personaje de Damon comprueba cómo ese poder afecta –ya pueden imaginar de qué modo– a la relación que emprende con una encantadora joven, Melanie (Bryce Dallas Howard).

Más allá de la declarada inspiración francesa del film –la sombra de Claude Lelouch ha sido invocada por más de un crítico–, lo cierto es que nos hallamos ante un melodrama adulto, sobrio y nada efectista.

Un relato dickensiano

Sobre la mesita de noche de George Lonegan (Damon) siempre vemos un libro de Charles Dickens o un reproductor en el que suena un audiolibro del famoso novelista británico. El hecho de que en la película se privilegie este detalle no es casual. A su modo, Más allá de la vida es una historia dickensiana, en la que abundan las referencias que confirman este linaje literario.

Eastwood y el guionista Peter Morgan se portan tan bien con la herencia de Dickens que me sorprende no haber visto destacado entre los críticos anglosajones este parentesco narrativo.

Fíjense, por ejemplo, en el episodio en el que Lonegan visita el Museo Charles Dickens y se detiene frente al cuadro Dickens’ Dream, de R.W. Buss: una acuarela pintada tras morir el escritor, en junio de 1870, y en la que sus personajes le rodean como si fueran espectros (El propio Buss falleció antes de concluir la obra).

Sigamos… Lonegan acude a la London Book Fair, en el Alexandra Palace, y escucha una lectura pública de La pequeña Dorrit. Poco después, protagoniza uno de esos cruces de destinos que tan bien supo hilar el novelista victoriano.

Marcus (George McLaren) y Jason (Frankie McLaren) son gemelos como dos personajes de El misterio de Edwin Drood: Neville y Helena Landless. Obviamente, el pequeño Marcus padece vicisitudes similares a las de los huérfanos de la narrativa de Dickens (Philip Pirrip en Grandes esperanzas, Oliver en Oliver Twist…), y además representa el comentario social y el sentimentalismo que encontramos en buena parte de su obra.

Encontrarán otro rasgo de Marcus en el abuelo de la protagonista de Almacén de antigüedades, que no admite que su nieta esté muerta y aguarda en vano su regreso.

Pero aún hay más. Marie LeLay (Cécile de France) experimenta una revelación tras ser arrastrada hasta las puertas de la muerte por la furia de un maremoto. Una experiencia similar a la que soportó el propio Dickens en 1865, cuando sobrevivió milagrosamente al accidente ferroviario de Staplehurst. Aquella tragedia le marcó de por vida y justifica determinadas decisiones que cambiaron su destino.

Hay rastros de ese mismo episodio en El guardavías, un cuento de fantasmas que nos conduce a otro de los ingredientes que Más allá de la vida emplea generosamente: los misterios de ultratumba. Así, George Lonegan es un médium –a su pesar– con el que Dickens hubiera simpatizado. No olviden que el escritor fue uno de los primeros socios de The Ghost Club, una sociedad de amantes de lo paranormal fundada en 1862, y responsable de popularizar algunas convenciones sobre el Más Allá que luego pasaron de la literatura al cine.

Sinopsis

Más allá de la vida cuenta la historia de tres personas que están obsesionadas por la mortalidad de formas diferentes. Matt Damon interpreta el personaje de George, un trabajador manual norteamericano que tiene una conexión especial con la vida después de la muerte.

En el otro lado del mundo, Marie (Cécile de France), una periodista francesa, tiene una experiencia cercana a la muerte que sacude su concepto sobre la realidad. Y cuando Marcus (George McLaren), un escolar londinense, pierde a la persona que estaba más cercana a él, necesita desesperadamente respuestas.

Cada uno de ellos en una senda en búsqueda de la verdad, sus vidas se cruzan, cambiadas para siempre por lo que creen que podría o debería existir en la otra vida.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero Peña. Reservados todos los derechos.

Copyright de sinopsis e imágenes (fotografías de Ken Regan) © Malpaso, Warner Bros. Entertainment Company. Cortesía de Warner Bros Pictures International España. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.