El celebrado cortometraje homónimo de Rodrigo Sorogoyen ofrecía, en plano secuencia, una historia agobiante y tensa, pero también creíble. Ese corto de 2017 aprovechaba por igual el buen trabajo de sus protagonistas (Marta Nieto y Blanca Apilánez) y la imaginación del espectador, quien, como las protagonistas, intentaba averiguar qué estaba pasando al otro lado del teléfono, con ese niño pequeño que parecía abandonado a su suerte en una playa francesa indeterminada.
Cabría esperar que la transformación del corto en largometraje siguiera el mismo tono de suspense, pero tras esta primera escena, Sorogoyen le echa todo el valor del mundo y, en lugar de un thriller “telefónico” al estilo de Buried (2010) o The Guilty (2018), nos sirve un drama triste, pausado y desolador, no exento de tensión interna (pero muy, muy interna).
Sin banda sonora musical que valga, el sonido del film está dominado por el viento y las olas de una playa francesa en temporada alta. Esta última es mostrada desde el punto de vista de una deprimida protagonista que parece encontrarse en otro mundo, donde el resto de las personas son poco más que ecos fantasmales. Intentando recuperar lo irrecuperable, entabla una imposible relación de ¿amistad? con un adolescente (Jules Porier), que podría o no ser su hijo desaparecido, aunque parece improbable y, en el fondo, es irrelevante.
Madre es una película muy europea, en la que se pueden rastrear influencias de tantos y tantos grandes nombres del cine «bajonero», de Kieslowski a Lars von Trier, aunque cualquier cinéfilo sentirá de vez en cuando la presencia de Visconti y su Muerte en Venecia, para bien o para mal.
Madre ofrece excelentes interpretaciones, en especial una Marta Nieto que carga con toda la película sobre sus hombros, sosteniendo un drama en el que no hay manera de escapar de la tristeza. No todo va a ser evasión en el panorama cinematográfico, así que también tiene que haber lugar para la desazón.
Tras repetir mi aplauso por el valor de la propuesta, añado como comentario personal que habría preferido la opción del suspense a esta, porque la vida ya es lo suficientemente devastadora como para que encima te lo recuerden en el cine.
Sinopsis
Elena recibe una llamada de Iván, su hijo de seis años, quien le dice que está perdido en una playa en Francia y que no encuentra a su padre. Esas palabras desesperadas de su hijo fueron lo último que supo de él.
Diez años más tarde, Elena vive en la misma playa donde desapareció su hijo, trabaja de encargada en un restaurante y está empezando a salir de ese oscuro túnel donde lleva anclada tanto tiempo.
Su vida se agita de nuevo cuando conoce casualmente a Jean, un adolescente francés que le recuerda a su hijo. Entre ellos surge una fuerte conexión que acabrá sembrando el caos y la desconfianza a su alrededor.
Notas de dirección (por Rodrigo Sorogoyen)
«Después de rodar el cortometraje Madre, todo el equipo se quedó con una sensación de satisfacción enorme. Ya desde el comienzo, yo comentaba con gente del equipo o con quien conversase que este cortometraje siempre me había motivado como una gran primera escena de un largo. Estaba claro que teníamos un gran material.
Por eso quisimos continuar la historia de Elena. No podíamos dejarla así, saliendo de su casa despavorida en busca de su hijo. Pusimos tanto esfuerzo en contar la tragedia de Elena (o el inicio de la misma) que los principales responsables, la productora María del Puy Alvarado, la actriz Marta Nieto y un servidor, concluimos que les debíamos algo a esta historia y a este personaje.
La película, sin embargo, no narra lo que sucede justo después del corto. Algo que es lo que todo el mundo se imagina cuando se lo contamos, sino algo que le ocurre a Elena bastantes años después.
¿Qué pasa si Elena ha perdido a su hijo hace muchos años y ahora se encuentra a un adolescente que le recuerda mucho a su hijo perdido? Y ella sabe que no es su hijo. De hecho, el niño es francés, es imposible que sea él. Pero quiere estar con él. Conocerlo.
Ésta es la premisa con la que mi cómplice y coguionista, Isabel Peña y yo, nos pusimos a escribir. Realmente no sabíamos por qué a Elena le interesaba ese chico francés, pero a la vez, curiosamente, le entendíamos perfectamente.
Nos parece muy potente empezar la película con un cortometraje de suspense, que invita a un thriller y acabar en algo que no tiene nada que ver en cuanto género entendido de forma clásica. Aquí nos enfrentamos al primer gran hándicap. Cómo satisfacer a un espectador al que no le vamos a ofrecer lo que espera: la resolución de esa aventura. Lo sabemos: ofreciéndole algo mejor.
Así que el reto es doble. Pero a Isabel y a mí nos encantan los retos. Enfrentarnos a algo que no sabemos cómo hacer que funcione pero que si lo viéramos en otra película nos encantaría.
Así, la idea de abandonar la historia de la búsqueda a contrarreloj de una madre buscando a su hijo pequeño de las posibles manos de un secuestrador se diluyó definitivamente a favor de la historia íntima de Elena años después, conviviendo con su dolor y luchando por salir de ese oscuro túnel en el que se vio sumida hace tiempo.
Madre, el cortometraje, no va sobre la maternidad, sino sobre el miedo. Sobre cómo el miedo nos apodera sin remedio. Sobre cómo a veces ocurre lo que más tememos. Sobre cómo siempre solemos imaginar lo peor.
Con miedo es imposible amar. En cambio el odio es un sentimiento (horrible, sí) algo cercano al amor. Cercano a algo tan visceral y sentimental como una filia. Pero el contrario, es decir, lo que está más lejos del amor es el miedo. Ahí nos dimos cuenta de que Madre era un viaje hacia el amor. Una historia que empieza con dos personajes (realmente tres) a los que les apodera el miedo, pero que acaba con dos personajes que de una forma u otra encuentren el amor. Construimos un triángulo amoroso entre Elena, Joseba y Jean, quizá algo bizarro, pero amoroso al fin y al cabo.
Eso es lo misterioso (y lo maravilloso) del amor, que no responde a reglas, ni a la razón ni a la mente. Te atrapa (como el miedo) y tienes que ser lo suficientemente lúcido y valiente para mirarlo de cara.
Ésa es la pregunta y el reto para nuestra pareja protagonista: ¿aceptarán que están sumidos en una historia de amor? Un amor especial. El amor de una madre a un hijo a través del tiempo. Una madre que no se pudo despedir de su hijo y que ahora está preparada para hacerlo. Preparada porque ha pasado el tiempo necesario. Porque Joseba le ha sido de gran ayuda y porque ha aparecido en su vida Jean, un chico que podría ser su hijo si él estuviera allí con ella.
Una pregunta que dejo al espectador y que nunca se resolverá es: ¿la película ocurre porque Jean se parece a Iván o porque Elena está preparada para asumir esa catarsis? O, dicho de otro modo ¿si Jean llega a aparecer dos años antes hubiera ocurrido lo mismo? Me parece una interesante cuestión.
En conclusión, Madre es el viaje de la oscuridad a la luz. De la muerte a la vida. De la culpa al perdón. Del miedo al amor».
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