Les he hablado cientos de veces de Steven Spielberg como uno de los pocos genios que van quedando en Hollywood, y me dispongo a repetirlo ahora. Su versatilidad narrativa es ya proverbial. Ahora añade a su extenso catálogo un título más: una obra soberbia, arrebatadora, profunda, llena de humanidad. Digna de ser vista sin prisa y disfrutada sin pausa.
Lincoln ha sido escrita en estado de gracia por Tony Kushner, quien se ha inspirado parcialmente en el libro Team of Rivals: The Political Genius of Lincoln, de Doris Kearns Goodwin.
Kushner cuenta lo máximo –el espíritu de ese presidente que hizo bascular el destino de Estados Unidos– con lo mínimo –una apasionante intriga política–. Supongo que quienes aguardan un retrato épico del personaje se sorprenderán al encontrarse con un drama que, por simplificarlo de una manera tosca, podría asemejarse a El Ala Oeste de la Casa Blanca si nos olvidásemos de la Guerra de Secesión y de sus horrores.
La película se centra en los cuatro últimos meses de la vida de Lincoln. De manera especial, refleja sus esfuerzos por aprobar la Décimo Tercera Enmienda a la Constitución, decisiva para liberar a los afroamericanos del yugo de la esclavitud.
Un drama político. Eso es Lincoln. Quizá uno de los mejores en este género. Y aunque Spielberg se encarga de atrapar al espectador con todas sus buenas artes, conviene decir a los más despistados que ésta no es una cinta liviana o infantil. Al contrario. Se trata de una producción de gran calado intelectual, que se dirige al corazón del público adulto respetando su inteligencia.
La pureza moral de Abraham Lincoln es solo un ejemplo de las muchas virtudes que acaba contagiándonos la película. Gracias al talento de Spielberg, éste es uno de esos casos en los que uno sale del cine sintiéndose mejor persona. Lo cual, por cierto, es todo un milagro a estas alturas del nuevo siglo.
Sin caer jamás en el exceso, Daniel Day-Lewis encarna al presidente de una manera magistral, construyendo el personaje con sucesivas capas de inteligencia, fragilidad, sentido del humor, encanto, pesadumbre e intensidad.
Lo maravilloso del asunto es que la proeza de Day-Lewis viene acompañada por un reparto cuyo recital interpretativo raya en el prodigio. Y si alguien no me cree, le reto a encontrar una sola fisura en el trabajo de Sally Field, David Strathairn, Joseph Gordon-Levitt, James Spader, Hal Holbrook y Tommy Lee Jones.
Como todo debe encajar, Spielberg delega las tareas más importantes en viejos y respetables camaradas, como el director de fotografía Janusz Kaminski, el montador Michael Kahn y el músico John Williams. Si yo les dijera aquí y ahora que con estos tres tipos es imposible rodar una mala película, supongo que nadie lo discutiría.
Por lo demás, Lincoln no oculta su intención pedagógica y ejemplar. ¿Qué no daríamos por contar con líderes como éste en los tiempos que corren?
Pese a que historiadores como Harold Holzer, David Stewart o Ronald White han insistido en que la película, pese a tomarse ciertas libertades, es una lección histórica a tener en cuenta, otros estudiosos se han lanzado al bonito juego de descubrir errores en este o aquel pasaje. A decir verdad, esto último me parece irrelevante porque, de aquí en lo sucesivo, muchos imaginaremos a Lincoln hablando con la voz de Daniel Day-Lewis, soportando los rigores de una época encapsulada para la posteridad por el maestro Spielberg. ¿Puede haber mejor legado?
Sinopsis
Los últimos cuatro meses de la vida y presidencia de Abraham Lincoln, toda su grandeza —su pasión y su humanidad— estuvieron marcados por su última batalla: definir un camino para una nación destrozada, a pesar de tenerlo todo en contra y de una presión pública y personal extrema.
La película de Steven Spielberg Lincoln nos permite sumergirnos en los momentos más peligrosos y reveladores del líder americano, en una época en la que la oscura sombra de la esclavitud crece y en la que un país dividido por la guerra debe ser unido.
Se desarrolla un drama de enorme riqueza humana con los esfuerzos de Lincoln para poner fin a la devastadora Guerra Civil. Pero no lucha simplemente por terminar la guerra, sino también por aprobar la Decimotercera Enmienda y abolir de manera permanente la esclavitud, en un acto de verdadero arrojo. Para ello, tendrá que valerse de toda su capacidad, coraje y fortaleza moral que le llevarían a convertirse en leyenda. Tendrá que asumir el impacto de sus acciones en el mundo y enlas personas que ama. Pero está en juego lo que siempre le ha importado más a Lincoln: obligar al pueblo americano y a los miembros de su gobierno con ideas opuestas a cambiar el rumbo y a apuntar más alto, hacia un bien mayor para toda la humanidad.
La película cobra vida con un estructurado guión de la mano del ganador del Premio Pulitzer, Tony Kushner; la narración humana de Spielberg y la interpretación de Daniel Day-Lewis como líder de un logrado reparto. La cinta invita al público a adentrarse directamente en el corazón y el alma de Lincoln en sus últimos logros. Nos encontramos con un hombre de contrastes: divertido y solemne, un narrador bromista y un feroz hombre de poder, hábil comandante y padre vulnerable. Pero en los peores momentos del país, cuando se requiere lo mejor de uno mismo, encuentra dentro de sí algo poderoso e imperecedero.
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