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Crítica: «La hora más oscura» (Chris Gorak, 2011)

Treinta millones de dólares. Con esa inversión, obtenemos un film con buenos efectos especiales. Mejorando la oferta, diré que es un film rodado en magníficos escenarios rusos, tan solemnes como la Plaza Roja, con el Kremlin y la Catedral de San Basilio al fondo. Y lo siento, ahí se acaba todo.

Lamentablemente, ese dinero no bastó para comprar un guión sólido, escrito por profesionales, que diera un mínimo sentido a La hora más oscura. La trama es tan simple y repetitiva que puede resumirse en una línea: un grupo de jóvenes intenta sobrevivir cuando Moscú es invadida por unos letales alienígenas hechos de ondas electromagnéticas.

¿Qué más se le ofrece al espectador de esta extravagancia? Persecuciones sin mucho criterio. Constantes fundidos en negro. Diálogos redundantes, de ésos que permiten a los protagonistas exclamar «¡Ya es de noche!», cuando el cielo oscurece, o «¡Corred!», cada vez que huyen. De propina, algo de humor involuntario, propiciado por unos personajes huecos y sin carisma…

No hace falta insistir en ello, ¿verdad? Por desgracia, el plano guión impide que se luzcan dramáticamente unos actores jóvenes, guapos y con talento, como Emile HirschOlivia ThirlbyMax MinghellaRachael Taylor y Joel Kinnaman.

En realidad, aparte de ganar dinero y hacer patria, uno no termina de explicarse cuáles han sido las auténticas pretensiones del productor Timur Bekmambetov (WantedGuardianes de la Noche).

En serio… Es cierto que la película funciona como un eficaz publirreportaje turístico, que nos incita a visitar esa bellísima ciudad que es Moscú. Pero si de lo que se trataba era de emocionarnos con una aventura de ciencia-ficción, la verdad es que este enorme armatoste naufraga sin dejar rastro.

La hora más oscura es una película de una sosería absoluta. Carece por completo de la épica guerrera de Invasión a la Tierra (Battle: Los Angeles) y de la inteligente ironía de District 9. Por no tener, ni siquiera comparte la ingenua grandilocuencia de Independence Day.

En realidad, el largometraje es tan previsible como un slasher de segunda categoría: uno de esos en los que el consabido puñado de adolescentes es presentado como simple carnaza para el psicópata de turno.

A lo largo de sus 117 minutos, esta superproducción rodada en 3D se limita a ofrecer coloridas estampas moscovitas –la Biblioteca Estatal Lenin, la Catedral de Cristo, el Puente del Patriarca–, y constantes carreras y escaramuzas en las que su director, Chris Gorak, no inyecta la más mínima emoción.

De hecho, Gorak desaprovecha lo más interesante de la oferta, que son justamente los personajes rusos. En especial, ese comando de resistentes que parece haberse escapado de un relato cyberpunk.

Supongo que la habitual etiqueta del cine más industrial –Ya saben: «Esta sólo es una película para pasar el rato»– es lo máximo a lo que puede aspirar un producto tan desangelado, tan trivial y poco atractivo como éste.

Sinopsis

Llegados en medio de una misteriosa tormenta eléctrica, los jóvenes empresarios de Internet Sean (Emile Hirsch) y Ben (Max Minghella) aterrizan, en pos de sus sueños empresariales, en el centro económico internacional de la vibrante capital rusa, rebosante de dinero nuevo pero también de prácticas comerciales carentes de todo escrúpulo. Las viajeras Natalie (Olivia Thirlby) y Anne (Rachael Taylor), que se han quedado tiradas en Moscú por culpa de una escala imprevista cuando iban de camino al Nepal, aprovechan la situación al máximo buscando aventuras en una de las capitales mundiales de la vida nocturna.

Ambas parejas de amigos íntimos se conocen entre el oropel y el atractivo ambiente del club nocturno Zvezda, EL local indispensable para la gente guapa y cosmopolita de Moscú, como el indomable Skylar (Joel Kinnaman), el hombre de negocios sueco que embaucó a Sean y Ben. El club, una meca para jóvenes trotamundos, para supermodelos y para la élite empresarial que se reúne en Moscú, se transforma rápidamente en un escenario de terror cuando lo invaden los extraterrestres y la oscuridad lo inunda.

Después de haber sobrevivido al primer ataque ocultándose bajo tierra, los cinco salen a la luz días después en los confines de un Moscú que se ha transformado en algo cada vez más extraño: la que fue una ciudad palpitante de vida se encuentra ahora sin electricidad y prácticamente desierta, aunque ocupada por una fuerza que nuestros personajes no logran comprender.

Hechos de una energía en forma de ondas electromagnéticas, los extraterrestres aniquilan brutalmente, pulverizándolas, a todas las formas de vida de la Tierra, dejando al instante reducidos a su estructura molecular a quienes se cruzan en su camino. Los extraterrestres son también básicamente invisibles a los humanos, aunque cualquier aparato eléctrico los delata. Las horas del día son ahora peligrosas, por lo que los supervivientes aprenden a cruzar la ciudad amparados en la seguridad de la noche, al tiempo que hacen frente a sus reacciones individuales ante tan extraordinarias circunstancias, en un lugar del que ha desaparecido todo cuanto conocían.

A lo largo de su odisea en busca de ayuda a través de una ciudad extranjera, el menguante grupo se tropieza con varios supervivientes rusos que les ayudan a comenzar a desentrañar los misterios de los casi invisibles invasores, sus objetivos y sus puntos flacos y, lo que es más importante, cómo defenderse.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes y sinopsis © New Regency, Summit Entertainment LLC. Cortesía de Twentietyh Century Fox Film Corporation. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.