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Crítica: «John Carter» (Andrew Stanton, 2012)

Entre los escritores que han dedicado su tiempo a inventar mundos perdidos y civilizaciones imaginarias destaca Edgar Rice Burroughs. Aunque su obra maestra es Tarzán de los Monos, muchos lectores admiran la Saga de Barsoom, en la cual se inspira esta superproducción que dirige Andrew Stanton, y que supone el primer lanzamiento del sello Pixar protagonizado por actores reales.

Brillante, entretenida y también previsible, John Carter llega a nuestras pantallas con un problema que algunos críticos han convertido en patología: pese a ser la antecesora de Star Wars o Avatar, la historia de Burroughs es un dulce ofrecido a espectadores con hiperglucemia. Poco importa el prestigio de su autor o su condición de pionero, la audiencia de hoy es más cínica o está demasiado saturada de referencias como para apreciar debidamente este relato sencillo, encantador y pasado de moda.

John Carter es pulp. Ni más ni menos. Narrativa popular a la antigua usanza, con todos los inconvenientes y virtudes que ello supone. Pese a algún altibajo narrativo, la película tiene más encanto, sinceridad y gracia visual que el aluvión de armatostes de diseño que Michael Bay y sus seguidores se han empeñado en regalarnos. Sin embargo, la opinión en torno a la cinta ha ido desplazándose como una bola de nieve desde mucho antes de su estreno, y hoy parece haberse asentado la idea de que no es un buen largometraje.

Nada más injusto. Los espíritus de Burroughs y de los autores de Weird Tales han lanzado sus bendiciones sobre este estupendo espectáculo, tan ingenuo, ágil y luminoso como los seriales de los años treinta y cuarenta.

La desenfrenada imaginación del texto original está en la película, y eso que Stanton modifica el libro de Burroughs con buen gusto y sentido de la oportunidad. Quizá un desarrollo más amplio de algunos tramos hubiera sido beneficioso, pero no se puede tener todo, y la perfección no es una de las claves del género.

Los aficionados al pulp (me refiero a los que leen pulp y lo disfrutan, no a los que adoptan la pose de haberlo leído e invocan su nombre en vano) están de enhorabuena con este John Carter. Estoy seguro de que, con el paso el tiempo, será una cinta cada vez más apreciada.
El pulp, tal y como lo entendería un espectador del siglo XXI, ya no es un subgénero en el que la épica o el misterio se expresan con ingenuidad o con sencillez. En todo caso, no hay que alarmarse: incluso una cinta de gran presupuesto como John Carter –inicialmente titulada John Carter of Mars– puede recuperar el tono que caracterizó aquellas historias que, entre 1920 y 1940, fascinaron a un público ávido de romances, peligros y golpes de efecto.

Andrew Stanton, uno de los responsables de la consolidación de Pixar y director de un clásico moderno como WALL-E, cuenta en esta oportunidad con una pareja protagonista que ya coincidió en X-Men Orígenes: Lobezno. El héroe terrestre John Carter es encarnado por Taylor Kitsch, que fue Gambito en la mencionada película, y su amada, la princesa marciana Dejah Thoris, es Lynn Collins, a quien recordamos como la pareja de Lobezno en aquel spin-off de X-Men.

El excelente reparto se completa con Willem Dafoe (Tars Tarkas), Thomas Haden Church (Hajus), Samantha Morton (Sola), Dominic West (Sab Than), Polly Walker (Sarkoja), James Purefoy (Kantos Kan), Mark Strong (Matai Shang), Ciarán Hinds (Tardos Mors) y Daryl Sabara (Edgar Rice Burroughs).

Quien desee hacerse una idea de cómo ha diseñado Stanton el Marte que soñó Burroughs, debe tener en cuenta las cuatro referencias audiovisuales que el director menciona en sus entrevistas: dos películas, Apocaplyto y Lawrence de Arabia, y dos miniseries, Roma y Shogun.

Obviamente, muchos lectores no están familiarizados con el libro que sirve de base a este guión. Y eso es algo a lo que conviene poner remedio, porque Una princesa de Marte es un clásico que no debe faltar en la biblioteca de cualquier aficionado a la fantasía.

Del libro a la pantalla

«Un día de otoño de 1911 –escribe Carlos Sáiz Cidoncha–, Thomas Newell Metcalf, entonces jefe de redacción de la revista mensual norteamericana All Story recibió un curioso manuscrito firmado por un tal Normal Bean. Llevaba el título de Dejah Thoris, Martian Princess, y se refería a una serie de formidables aventuras, muy del gusto de la época, que se desarrollaban por añadidura, tal como el título prometía, nada menos que en el planeta Marte. El escritor se llamaba en realidad Edgar Rice Burroughs, un hombre de treinta y seis años, casado, que a la sazón trabajaba como ejecutivo en una fábrica de sacapuntas. Ni buscándola con candil hubiera podido hallarse una profesión más alejada de toda idea de aventuras ni hazañas exóticas. (…) Y puede decirse que aquel día otoñal de 1911 constituyó un verdadero hito en la vida de nuestro hombre, modificándola total y completamente. Pues a Metcalf le gustó la historia marciana, firmóse el contrato y la obra vio la luz en febrero de 1912 con el título de Under the Moons of Mars (Bajo las Lunas de Marte), y firmada con el pseudónimo ligeramente alterado respecto al original, de Norman Bean» (Prólogo de Tarzán y el hombre león, Editorial Juventud, 1994).

El protagonista de la novela es John Carter, un oficial sudista que, perseguido por guerreros apaches en el desierto de Arizona, encuentra refugio en una cueva donde se apodera de él un extraño sortilegio.

Viaja a Marte, un planeta devastado por guerras y luchas de poder, y allá se enamora de esa bella marciana, Dejah Thoris, que dio su título definitivo al libro de BurroughsUna princesa de Marte (A princess of Mars).

Con esta obra, el escritor, emprendió uno de los ciclos más memorables del pulp: la saga de Barsoom, una exuberante aventura que tuvo gran influencia en la narrativa fantástica posterior y en subgéneros como la space opera, en la que se encuadran títulos como La Guerra de las Galaxias o Flash Gordon.

El deseo de llevar al cine este relato es muy antiguo. En 1931, uno de los responsables de Looney TunesBob Clampett, quiso convertirlo en largometraje de animación. A Edgar Rice Burroughs le gustó la idea, pero impuso a Clampett la misma condición que planteó a los adaptadores de Tarzán: el guión debía ser original y no partir de ninguna de sus novelas.

Aunque Clampett estuvo realizando preparativos hasta 1936, el proyecto nunca llegó a ver la luz por culpa de la estrechez de miras de la MGM. Decepcionado, el realizador firmó un nuevo contrato con los hermanos Warner, y pasó a la posteridad como responsable del equipo que creó a Bugs Bunny y a los restantes personajes animados del sello Warner Bros.

Ray Harryhausen también quiso llevar al cine las novelas de la saga Barsoom. Treinta años despúes, a mediados de los ochenta, Mario Kassar y Andrew G. Vajna adquirieron los derechos para Walt Disney Pictures. En un principio, John McTiernan iba a ser el director y Tom Cruise el protagonista. Con una dosis de prudencia inusual, McTiernan comprendió que rodar esta película hubiera sido imposible con el nivel que tenían los efectos visuales en aquel tiempo.

James Jacks persuadió a Paramount Pictures para que recomprase los derechos de adaptación en 2001. Mark Protosevich escribió un borrador del guión y Robert Rodríguez se postuló como director.

La intención de Rodríguez era contar con Frank Frazetta –el ilustrador por excelencia de las obras de Burroughs– como diseñador de la producción. En el cine las cosas nunca son fáciles. Rodríguez tuvo que dejar el proyecto, y en 2005 Paramount lo reemplazó por Kerry Conran y luego por Jon Favreau.

Cuando en 2007 Disney recuperó los derechos, sus ejecutivos tuvieron claro que Andrew Stanton era el director más adecuado para llevar a buen puerto la película.

El guión es obra de Mark Andrews, que ha contado con un compañero excepcional: el escritor Michael Chabon, ganador del premio Pulitzer por Las asombrosas aventuras de Kavalier y Klay y encargado de revisar el libreto de John Carter.

El rodaje se completó en los Shepperton Studios, de Londres, y en el desierto de Utah.

Sinopsis

John Carter llega de la mano del realizador galardonado con un Oscar de la Academia Andrew Stanton (Buscando a NemoWALL-E).

La película traslada a este seductor héroe a la gran pantalla en una asombrosa aventura épica que se desarrolla en el devastado planeta Marte, un mundo habitado por tribus guerreras y seres salvajes.

Basada en la primera entrega de su “Serie de Barsoom”, la película cuenta el viaje de John Carter (Taylor Kitsch), un veterano de la Guerra Civil americana, que se ve inmerso en una nueva y misteriosa guerra con un extraño ejército de marcianos, entre los que se encuentran Tars Tarkas (Willem Dafoe) y Dejah Thoris (Lynn Collins).

Edgar Rice Burroughs nació en Chicago y debe su fama a la creación del personaje de Tarzán, que sigue siendo uno de los héroes de ficción más populares de todos los tiempos. John Carter se basa en Una princesa de Marte, la primera novela de Burroughs.

Fanático de la saga de libros de Barsoom desde su infancia, el laureado director y guionista Andrew Stanton explica qué lo inspiró a traer a John Carter a la pantalla grande en su primera incursión al cine de acción real: “Me topé con estos libros a la edad perfecta. Tenía cerca de 10 años y me enamoré con el concepto de un ser humano atrapado en Marte, entre criaturas asombrosas y en un mundo nuevo e insólito para él; un extraño en una tierra extraña. Era un aspecto muy romántico de la aventura y la ciencia ficción. Siempre pensé que sería genial poder verlo en pantalla gigante”, afirma.

John Carter es una gran aventura épica con romance, acción e intriga política”, continúa Stanton. “Como la historia fue escrita hace tanto tiempo, fue un poco el comienzo de ese tipo de narraciones; un libro de cómic antes de que aparecieran los libros de cómics; una historia de aventuras antes de que la aventura se convirtiese en un género en sí misma”.

Willem Dafoe, quien interpreta a Tars Tarkas en el film, expresa acerca de trabajar con Stanton: “Colaboré con Andrew en Buscando a Nemo y, aun cuando tú sólo estás poniendo la voz de un personaje, él está increíblemente bien informado y conoce cada toma, cada proceso; es una persona hábil para hacer muchas tareas a la vez. Así que, cuando me contó acerca de este proyecto y de cómo quería encararlo, me entusiasmé porque él es la clase de persona que puede manejar un film así, sin ningún cinismo acerca del proceso. El ama todo esto; ama la historia”.

El elenco estelar está liderado por Taylor Kitsch en el papel principal; Lynn Collins como la princesa guerrera Dejah Thoris y Willem Dafoe como el marciano Tars Tarkas.

El reparto también incluye a Thomas Haden Church, Polly Walker, Samantha Morton, Mark Strong, Ciaran Hinds, Dominic West, James Purefoy y Bryan Cranston. Daryl Sabara encarna el personaje del sobrino adolescente de John Carter, Egdar Rice Burroughs.

El rodaje

La filmación de John Carter comenzó en el Reino Unido el 4 de enero de 2010. Con el creciente interés del público y la especulación de múltiples sitios de fanáticos ante cada movimiento de la producción, la mayor parte del trabajo de rodaje en estudios (junto con las secuencias exteriores ambientadas en la Tierra) se rodaron en los estudios Shepperton, en Londres, y en los estudios Longcross de Chelburn, durante un cuatrimestre.

A finales de abril, la producción se había ya mudado a Utah para unas 12 semanas adicionales de rodaje, con localizaciones en Moab, Lake Powell, en Salinas, Hanksville (donde la agencia aeroespacial NASA ha probado vehículos robot) y Big Water, una gran plataforma de arenisca granulada ubicada en las cercanías de una estructura rocosa rojiza que bordea el monumento Grand Staircase National.

Si bien John Carter tendrá una proporción de efectos visuales, los cineastas quisieron utilizar locaciones reales y paisajes para registrar la acción. El productor Jim Morris explica el por qué. “Decidimos grabar tanto como fuese posible en locaciones reales y minimizar la cantidad de sets digitales para que la audiencia se sienta realmente ubicada en lugares verdaderos. Esperamos que esto agregue una capa adicional de autenticidad, que resalte la credibilidad y el realismo del film”.

“Es lo que yo llamo nuestra ‘pequeña porción de Marte’”, dice el productor Colin Wilson acerca de las locaciones en Utah, aunque ‘pequeña’ no sería la palabra más acertada para describir un set de rodaje que se extiende tan lejos como los ojos pueden llegar. Utilizando el vasto esplendor del paisaje natural (y de las piezas de decorado construidas como adicionales) estas ‘ruinas de una ciudad marciana’ serán completadas de forma digital en la post producción. “Nuestra filosofía ha sido utilizar locaciones prácticas con sets reales y con piezas que actúan como piedra angular para nuestro mundo digital”, explica Wilson. “Los edificios alcanzan un cierto nivel aquí, pero en la película se verán torres y más torres”.

De todas formas, en el set, la mezcla de la realización tradicional y de la magia generada por ordenador se eleva a una forma artística en la medida en que Stanton y su equipo de producción dan vida a la historia.

Diseño de producción

Para el diseñador de producción, Nathan Crowley, crear la apariencia de tres culturas diferentes para la película fue el punto de partida del proceso de su tarea. “Tenemos tres culturas centrales en Barsoom: Zodanga, Helium y la cultura Thark. Por eso necesitábamos también tres diferentes clases de arquitectura. Por ejemplo, creé la que bauticé como ‘modernismo antiguo’ a escala gigante para las criaturas Thark. Es como si la arquitectura modernista de la década del 60 hubiese podido trasladarse a otros mundos, pero con edificios destrozados que reflejan el aspecto de las ciudades en ruinas. Esa idea se desarrolló luego de que encontrásemos nuestras locaciones reales, porque yo quería que el paisaje natural formara parte de la arquitectura”.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © 2012 Walt Disney Pictures y Pixar Animation Studios. Cortesía de Walt Disney Studios Motion Pictures Spain. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.