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Crítica: «Frankenweenie» (Tim Burton, 2012)

Tim Burton tiene crédito ilimitado en Walt Disney Pictures. Ahora, para mayor felicidad de quienes admiramos su obra, la compañía le han financiado el remake de uno de sus cortometrajes más brillantes y celebrados, Frankenweenie (1984).

Aunque no sea del todo fiel a la realidad, me gusta creer que esta inesperada producción –¡en stop-motion y en blanco y negro!– inaugura una serie de remakes destinados a los cinéfilos de pata negra. Imaginaos la escena en un despacho de Disney. «Mira cómo se ha convertido este corto en una obra de culto. Y cómo le gusta al personal. Convirtámoslo en un largo. ¡En 3D, faltaría más!»

Hace casi treinta años, cuando Burton quiso hacer un homenaje a La novia de Frankenstein, se le ocurrió alterar algunos detalles. Así, en el cortometraje original, Victor Frankenstein (con la voz de Barret Oliver) es un chaval encantado con su mascota, un bull terrier llamado Sparky. Cuando el pobre perro muere atropellado, Victor recurre a un sofisticado sistema de impulsos eléctricos para resucitar a su añorado chucho. Ya os podéis imaginar que el vecindario se siente horrorizado ante el aspecto del animal.

Además de lucir un diseño excepcional, la primera versión de Frankenweenie contó con un sólido reparto de voces, encabezado por Shelley Duvall (Susan Frankenstein), Daniel Stern (Ben Frankenstein), Paul Bartel (Mr. Walsh) y la pequeña Sofia Coppola (Anne Chambers).

Cosas de la vida: a Burton lo despidieron a causa de este proyecto. Frankenweenie no gustó a nadie en la empresa, y los directivos acusaron al joven realizador de dilapidar capital y medios técnicos de la Disney en un film demasiado terrorífico para programarlo en el reestreno de Pinocho, previsto para el 21 de diciembre de 1984.

Claro, que si se quiere ver cómo un ejecutivo define lo que es la amnesia voluntaria, basta con retroceder hasta el momento en el que los mismos jefes que despidieron a Burton se sorprendieron con el éxito comercial de BitelchúsLa gran aventura de Pee–wee y Batman. ¿Qué hizo la Disney entonces? Editar Frankenweenie en video y promocionarla como es debido. En fin, el cine es un negocio y hay poco más que añadir.

Tras el primer lanzamiento en 1994, el corto pasó a formar parte, junto a Vincent, del DVD americano de Pesadilla antes de Navidad.

El nuevo Frankenweenie reúne a cinco intérpretes muy queridos por Burton: Catherine O’HaraWinona RyderMartin LandauMartin Short y Conchata Ferrell. El más veterano de todos ellos, Landau, presta su voz a Mr. Rzykruski, el profesor de ciencias del pequeño Victor (encarnado esta vez por Charlie Tahan). Es el bueno de Rzykruski quien, a través de sus lecciones sobre la electricidad, inspira a Victor la idea de resucitar artificialmente a Sparky.

La intención de lanzar este largometraje no es reciente. En noviembre de 2005, Josann McGibbon y Sara Parriott completaron el primer borrador del guión: el mismo que John August lleva revisando desde 2006 y que Burton ha releído mientras preparaba proyectos como Sweeney Todd.

En el terreno técnico, no se ha dejado nada al azar, y es improbable que el público pueda sacarle defectos a la cinta, dado que vuelven a colaborar con Burton los animadores que llevaron a término esa maravilla que es La novia cadáver.

La banda sonora, como no podía ser de otra forma, lleva la firma de otro viejo amigo de Burton: el intérprete y compositor Danny Elfman.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes (fotografía inferior de Leah Gallo) © Disney Enterprises, Inc. Cortesía de The Walt Disney Company Spain. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.