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Crítica: «El Gordo y el Flaco» («Stan & Ollie», 2018)

Contrariamente a la mayor parte de los biopics actuales, este agridulce y elegante retrato del dúo cómico formado por Oliver Hardy y Stan Laurel no actualiza la personalidad de sus protagonistas, sino que invita al espectador a viajar en el tiempo, ejercitando así la nostalgia y la cinefilia.

Encarnados de forma portentosa por Steve Coogan y John C Reilly, el Gordo y el Flaco reviven en la pantalla, y además, adquieren una ternura y una profundidad excepcionales. Gracias al talento narrativo de Jon S Baird, asistimos al ocaso profesional de esta pareja, cuando el foco de Hollywood se desvió de ellos y tuvieron que emprender una gira teatral en la Inglaterra de la postguerra.

En realidad, la acción del film comienza antes de su declive artístico. Un estupendo plano secuencia nos sitúa en 1937, durante el rodaje de Laurel y Hardy en el Oeste (Way Out West), marcado aquí por la hostilidad del productor Hal Roach, a quien encarna el veterano Danny Huston. Ese preámbulo sirve como contraste de lo que vendrá dos décadas después: la vejez, los problemas de salud y una decreciente popularidad.

Si tuviera que aislar dos sentimientos en la película, estos serían la melancolía y la ternura. No obstante, aunque el fondo del relato es dramático, el humor e incluso la ligereza afloran en muchas secuencias, realzando un producto de impecable factura.

Como ya dije, Coogan y Reilly están soberbios en sus papeles, y además cuentan con el respaldo de dos buenas actrices, Nina Arianda y Shirley Henderson, que interpretan a las esposas de Laurel y Hardy. Se trata de dos mujeres de temperamento muy marcado, esenciales en la trama.

Puede leerse en filigrana el juego de afectos y desafectos que se establece entre los cuatro personajes, en un retrato de familia que oscila entre lo conmovedor y lo romántico.

Baird tiene una forma de entender y practicar el cine que nos remite a tiempos pasados. Su estilo es funcional, pero demuestra una cabal comprensión de lo que supone narrar una historia dentro del clasicismo.

También conviene recordar ‒y es preciso hacerlo‒ que Coogan y Reilly se transforman físicamente en sus personajes gracias al prodigioso maquillaje diseñado por Jeremy Woodhead y Mark Coulier.

Sinopsis

Laurel y Hardy, la pareja de cómicos favorita de todo el mundo, emprenden una gira por escenarios británicos en 1953. Deteriorados por la edad y con su época dorada como reyes de la comedia de Hollywood ya más bien lejana, afrontan un futuro incierto. Cuando empiezan a recorrer el país, los niveles de asistencia resultan decepcionantemente escasos. Sin embargo, siempre han sido capaces de hacerse reír mutuamente y los espectadores son capaces de apreciar el encanto y la belleza que transmiten sus actuaciones y también acaban riendo, lo que permite a la pareja volver a conectar con legiones de fans devotos, tanto antiguos como nuevos.

La gira acaba convirtiéndose en todo un éxito, pero Stan y Ollie no consiguen dejar totalmente atrás el espectro de su pasado y fantasmas enterrados hace tiempo, junto con la endeble salud de Oliver, empiezan a poner en peligro su valiosa colaboración. Poco a poco, se va desvelando un retrato de lo más tierno y conmovedor de esta pareja creativa que, consciente de que su canto de cisne podría estar cerca, intenta redescubrir lo mucho que significan el uno para el otro.

Stan Laurel y Oliver Hardy están ampliamente considerados como la mejor pareja cómica de la historia del cine. Entre 1927 y 1950, realizaron más de 107 apariciones cinematográficas (32 cortometrajes mudos, 40 cortos sonoros, 23 largometrajes, 12 cameos), que definieron el concepto del dúo cómico con una química contagiosa y números desternillantes que parecían fáciles, pero estaban pulidos hasta el más mínimo detalle. La pareja formó parte de las escasas estrellas del cine mudo que logró sobrevivir y prosperar en la era sonora, incorporando los juegos de palabras a su repertorio humorístico.

Su influencia va mucho más allá de lo que las frías estadísticas y los análisis de los cinéfilos puedan sugerir, al haber acumulado una enorme comunidad de entusiastas seguidores en todo el mundo, tener tres museos dedicados a ellos y un club internacional de admiradores, Sons of the Desert. Queridos en todo el mundo -en Alemania son conocidos como ‘Dick und Doof’, en Polonia como ‘Flip i Flap’ y en Brasil como ‘O Gordo e o Magro’- sirven como vía de acceso a la comedia cinematográfica, un pasaporte a un mundo de payasadas sublimes y amistad eterna. Tanto si los conoces por sus reposiciones en televisión, sus adaptaciones a dibujos animados o un GIF de Twitter, solo oír su característica sintonía, «La canción del cuco», no solo basta para que te aflore una sonrisa, sino que es como una máquina del tiempo a una época más inocente. La gente admira a Chaplin, se maravilla con Buster Keaton, pero adora a Laurel y Hardy. Difícilmente se puede encontrar un cómico vivo que no se haya visto influenciado por Laurel y Hardy, han calado muy hondo.

Y es un afecto que también siente el guionista Jeff Pope. A Pope, que se crió viendo los sábados por la mañana en la BBC reposiciones de los legendarios cortometrajes de la pareja, le regalaron hace 15 años una recopilación en DVD de Laurel y Hardy, vio Laurel y Hardy en el Oeste y empezó a investigar la historia que había tras los iconos. Su investigación le permitió descubrir un momento poco conocido de la historia de Laurel y Hardy: la gira teatral que realizó la pareja por el Reino Unido a principios de los 50, tal como se recoge en el libro de AJ Marriot Laurel & Hardy: The British Tours.

«Te encuentras con un retrato maravilloso de estos dos tipos, que han sido auténticos gigantes, alojándose en pequeñas pensiones, actuando en teatros minúsculos, sin darse cuenta de que lo hacían porque se adoraban el uno al otro», aporta Pope. «Eso fue lo que me inspiró a escribir la película. Es una historia de amor entre dos hombres».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © BBC Films, Fable Pictures, Sonesta Films, Entertainment One. Cortesía de eOne Films. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.