Vicente DíazGabriele Amorth era uno de esos llamados «curas mediáticos» llenos de inquietudes y, por qué no decirlo, con cierta afición a estar en el candelero. Autor de un puñado de libros autobiográficos de lo más populares y fundador de una asociación Internacional de Exorcistas (!), entre otras muchas actividades, el exorcista de la Diócesis de Roma tenía quizá en el orgullo su pecado más característico (esto se refleja en la película).
Teniendo todo esto en cuenta, al salir de ver este film «inspirado» (lo suyo sería decir «remotamente sugerido») por su vida y obra, la principal pregunta que ronda la cabeza del espectador es cómo se lo tomaría el protagonista real. ¿Se enfadaría? ¿Se partiría de risa? ¿Le alimentaría el ego verse convertido en… eso? Y es que quien espere que El exorcista del papa sea una obra seria sobre la relación entre la teología, la psiquiatría y la verdadera naturaleza del Mal, mejor que vea el «documental» de William Friedkin The Devil and Father Amorth (2017), porque esto es otra cosa.
El exorcista del papa funciona como ejemplo máximo de hollywoodización de la realidad, cogiendo como base a alguien que existió y transformándolo en una historieta de puro entretenimiento donde cualquier parecido con el mundo real es mera coincidencia y hasta sobra. Amorth se convierte aquí en un carismático agente del Vaticano, bueno en su trabajo pero con serios problemas con la autoridad, si bien leal a su comisario, es decir, al papa de Roma (Franco Nero con su barba de Franco Nero y actitud de Franco Nero, encarnando a un improbable Juan Pablo II). El exorcista, que por supuesto derrocha sentido del humor y le gusta un trago de vez en cuando, va con su Vespa desde Roma a una abadía gótica estilo Hammer en Castilla donde investigará un misterio y se enfrentará a un poderoso demonio ayudado por un compañero novato (el costarricense Daniel Zovatto), todo ello en formato de episodio piloto de serie televisiva o cinematográfica.
Pura plantilla amoldada a los gustos del espectador estadounidense, pero eso no es todo, porque el exorcismo «clásico» ya no es suficiente, así que la pareja de policías, es decir, de sacerdotes, combatirá al espíritu maligno (y su ambicioso plan de dominación mundial) en medio de una verbena mágica propia de una historia de detectives paranormales como Hellboy o John Constantine.
Russell Crowe se lo pasa pipa hablando un italiano bastante aceptable, dentro de los estándares hollywoodienses, haciendo cucamonas a las monjas y ejerciendo como un cura de Módena que bien podría ser un detective de policía irlandés y pendenciero. ¿Sobreactuación? Quizá, pero también carisma a raudales y vidilla a una película que, si no fuera por él, se quedaría en otra cinta más de exorcismos y posesiones, con todos los clichés argumentales y visuales, y unos efectos digitales en su mayoría malísimos.
Un intento de crear una nueva franquicia análoga a la del matrimonio Warren, aunque quizá con más humor, a ratos voluntario y otras quizá no, quién sabe.
Sinopsis
Inspirada en los archivos reales del Padre Gabriel Amorth, exorcista jefe del Vaticano (interpretado por el ganador del Premio Oscar de la Academia® Russell Crowe), El Exorcista del Papa cuenta cómo Amorth investiga la terrorífica posesión de un joven niño y cómo termina descubriendo una conspiración secular que el Vaticano ha tratado de mantener oculta desesperadamente.
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Guzmán Urrero
