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Crítica: ‘El color púrpura’ (2024)

El rasgueo de un banjo añejo abre la película. Es una disonancia sonora que dará paso enseguida a otros ritmos más negros y propios de este musical: gospel, rhythm and blues, soul.

Este color púrpura de nuevos tintes vuelca su fuerza cromática en los números musicales, y en una poderosa y muy cuidada banda sonora ‒con diferencia lo más notable del filme‒, desatendiendo un tanto el desarrollo dramático y el retrato de personajes, aspectos ambos que tardan bastante en cobrar algo de energía, y quizá para entonces ya es un poco tarde.

El campesino Albert (Colman Domingo) encuentra en la joven y poco afortunada Celie (Fantasia Barrino) algo más que una esposa y una madre para sus hijos: una esclava, lo que perpetúa las desfavorables condiciones que han castigado a la muchacha desde su llegada al mundo. Desarraigada y apartada de su hermana y único consuelo, Nettie (Halle Bailey), Celie se verá abocada al maltrato, al aislamiento y al abuso más inmisericorde y cruel.

Este es el punto de partida de una historia ya conocida, que se irá desarrollando del modo previsto a base de clichés, y dibujando un abanico de personajes estereotipados con los que de inicio cuesta simpatizar ‒forzados a mayor gloria del mensaje‒, pues no se establece con ellos un proceso profundo que nos lleve a la emoción. Se da por hecho que el espectador ya sabe lo que viene a ver. Esta versión cae en el vicio de considerar que no necesitamos conectar con el drama de los personajes, que es algo ya consabido y por tanto resulta ocioso dedicarle tiempo, una falta de esfuerzo de efectos semejantes a escanciar una cerveza sin espuma.

Los números musicales no hacen avanzar la acción, son meros videoclips insertados cada cierto tiempo, porque si no, no sería un musical. En ellos se despliega una estilización onírica y artificiosa más cercana a las películas de Gene Kelly que a las coreografías de Siete novias para siete hermanos, en las que a ritmo de cabriolas asistíamos a escenas esenciales en el desarrollo de la historia.

Estas elipsis estilísticas suponen un vaivén estético demasiado forzado, teniendo en cuenta el arranque áspero y crudamente rural a inicios del siglo XX con que se inicia la película, que posteriormente nos lleva a una plasticidad de cabaret multicolor y exageradas escenografías propias del musical teatral en el que la cinta se basa. Y es que la primera y la segunda hora del metraje parecen dos películas distintas y de géneros opuestos.

Cabe decir que la película muestra un cambio, y mejora en su segunda parte, quizá porque para entonces el espectador ya ha aceptado esa cierta simpleza narrativa, y se nos empieza a ofrecer algo más de colorido y de pasatiempo visual, escénico y musical, e incluso hay un repunte en el valor dramático de los personajes.

El conflicto racial no es aquí lo principal; el discurso se centra en el aspecto del feminismo y el empoderamiento de la mujer, “ellas llevan los pantalones”, se canta y escenifica en un número, y este es realmente el motivo central de todos los episodios que los personajes femeninos irán desarrollando.

La tremebunda Sofia (Danielle Brooks), uno de los personajes más poderosos y mejor dibujados (quizá por su propia estridencia caricaturesca), es el catalizador de esa rebeldía de la mujer afroamericana que se ve doblemente subyugada, tanto por su condición racial como por su género, que es donde la película pone el énfasis. Por su parte, el personaje de Celie, irá evolucionando y cobrando una fuerza de la que al principio carece, y los números musicales que protagoniza le acaban dando un cierto empaque, y una ternura y una fuerza que la actriz se gana a golpe de voz y de solvencia interpretativa.

Una de las causas por las que quizá no termina de atrapar la historia, es por ese largo pasar de los años y las décadas, y aunque trata de mantener el hilo conductor del drama principal, ese carácter episódico hace que el filme parezca un encadenamiento de capítulos de distintas temporadas de Cuéntame.

Si bien resulta un tanto deslavazada en ese aspecto, este nuevo color púrpura puede disfrutarse sin caer en comparaciones con la anterior versión de Spielberg. No tiene aquellas ínfulas líricas, es un producto un tanto naif diseñado para entonar un canto reivindicativo entre temas musicales poderosos, y a ratos no desprovistos de vistosidad y algo de emotividad almibarada. Un pasatiempo que no dejará huella, pero sí una muy disfrutable banda sonora.

Sinopsis

Warner Bros. Pictures te invita a experimentar la extraordinaria sororidad entre tres mujeres que comparten un vínculo inquebrantable en The Color Purple. Esta nueva y audaz versión de la popular novela de Alice Walker está dirigida por Blitz Bazawule.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Amblin Entertainment, Harpo Films, Quincy Jones Productions, Warner Bros. Reservados todos los derechos.

Fernando Mircala

Artista, escritor, traductor y fotógrafo. Premio Lazarillo en el año 2000. Entre otros libros, es autor de 'Ciudad Monstrualia' (2001), 'El acertijo de Varpul' (2002), 'Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra' (2010), 'Lóbrego romance, pálido fantasma' (2010), 'Compostela iconográfica' (2012), 'Pentagonía' (2012), 'En un lugar de Malvadia' (2016; ilustrado por Perrilla), 'Pánico en el Bosque de los Corazones Marchitos' (2019), 'Versos para musas y cuatro cuentos de Edgar Allan Poe' (2019) y 'Concéntrico' (2022).