¿Le satura a usted el mundo que le rodea? Los rifirrafes políticos, la omnipresencia de los aparatos electrónicos, las noticias de desastres, el auge de los radicalismos, el tráfico, la gente que entra en el vagón del metro antes de que le dejen a uno salir…
Es normal, a muchos nos pasa. A veces dan ganas de huir a un lugar totalmente nuevo y sorprendente, pero el planeta se nos ha quedado pequeño. Las más lejanas cordilleras y las junglas más salvajes están a un clic con Google Maps, y los viajes interplanetarios son una promesa incumplida en este siglo XXI.
Nos queda mirar atrás, cuando todavía existían los exploradores. El abrazo de la serpiente se basa en los diarios de viaje de dos científicos que se adentran en el Amazonas, separados por varias décadas pero con ciertos paralelismos en sus respectivas peripecias. Ambos periplos se sitúan en los últimos tiempos de la exploración, y muestran el cambio que supuso para los pueblos aborígenes la intrusión de la civilización occidental.
La participación en los dos viajes del guía indígena Karamakate, prácticamente el único superviviente de su tribu que mantiene sus tradiciones frente a la influencia y abusos de los blancos, es el nexo de unión entre dos historias que se van intercalando.
El etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg, en 1909, busca desesperadamente la yakruna, una rarísima planta que podría salvar su vida. Más tarde, en 1940, el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes sigue los pasos y pistas del alemán, buscando también la misma planta, aunque por razones diferentes.
En el primer viaje, Karamakate se muestra como un joven rebelde y orgulloso, defensor de su herencia cultural. En el segundo, la edad, la falta de memoria y la progresiva aculturación de su entorno le han transformado en un ser confuso, una réplica de sí mismo, pero esta vez carente de alma.
Sin duda, la mayor virtud de esta película colombiana reside en las propias localizaciones naturales en las que está rodada. Gracias a una insólita fotografía en blanco y negro, se hacen tangibles la exuberancia, la belleza y sensación de peligro constante que emanan de la selva amazónica. Dicho peligro es físico y asimismo psicológico, al menos para el visitante occidental.
También aportan credibilidad e interés la gran cantidad de lenguas distintas que se hablan en el film, tanto europeas como indígenas, ilustrando así ese cóctel de culturas, conocimientos y errores en los que siempre se convierte una región colonizada.
El abrazo de la serpiente denuncia los abusos de los caucheros y de otros personajes “civilizados” sobre los indígenas, y asimismo plantea como solución no el enfrentamiento, sino el intercambio de conocimientos, consolidando un mensaje positivo y muy valioso, que no conviene pasar por alto.
Por lo demás, la película debe mucho a la célebre novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, y también al cine de Werner Herzog. Con esta misma filosofía, Ciro Guerra nos narra el viaje de los protagonistas viajes por río y ribera, a través de las partes más oscuras del infierno verde. En este sentido, destaca la visita a una absurda secta apocalíptica, situada en lo más profundo de la foresta.
El film se ve, en ocasiones, lastrado por su falta de medios, que encorsetan en más de una ocasión la acción de los personajes. Le afecta asimismo el exceso de diálogos demasiado obvios, que a veces resultan ingenuos. En realidad, sólo una tonelada de millones de dólares separan muchos momentos de El abrazo de la serpiente y del megaéxito Avatar.
Por lo demás, nos hallamos ante un film interesante, con más de una imagen espectacular, en el que los detalles antropológicos y estéticos resultan más atractivos que el conjunto de la obra.
Sinopsis
Karamakate, un poderoso chamán amazónico y último sobreviviente de su pueblo, vive en aislamiento voluntario en lo más profundo de la selva. Años de total soledad lo han convertido en chullachaqui, una cáscara vacía de hombre, privado de emociones y recuerdos. Su vida vacía da un vuelco el día en que a su remota guarida llega Evan, un etnobotánico americano en busca de la yakruna, una poderosa planta oculta, capaz de enseñar a soñar. Karamakate accede a acompañar a Evan en su búsqueda y juntos emprenden un viaje al corazón de la selva en el que el pasado, presente y futuro se confunden, y en el que el chamán irá recuperando sus recuerdos perdidos. Esos recuerdos traen consigo vestigios de una amistad traicionada y de un profundo dolor que no liberará a Karamakate hasta que no transmita por última vez su conocimiento ancestral, el cual parecía destinado a perderse para siempre.
Inspirada en los diarios de los primeros exploradores que recorrieron la Amazonía Colombiana, Theodor Koch-Grünberg y Richard Evans Schultes.
En el año 1907 Theodor Koch-Grünberg escribió en su diario: “No me es posible saber en este momento, querido lector, si ya la infinita selva ha iniciado en mí el proceso que ha llevado a tantos otros que hasta aquí se han aventurado, a la locura total e irremediable. Si es ese el caso, sólo me queda disculparme y pedir tu comprensión, ya que el despliegue que presencié durante esas encantadas horas fue tal que me parece imposible describirlo en un lenguaje que haga entender a otros su belleza y esplendor; sólo sé que, como todos para los que se ha descorrido el tupido velo que los cegaba, cuando regresé a mis sentidos, ya me había convertido en otro hombre.”
Un actor belga, uno estadounidense y tres actores naturales indígenas son los encargados de contar dos historias entrelazadas, que con 40 años de diferencia y basados en los diarios del etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg y el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes, nos trae el director Ciro Guerra, el mismo de Los viajes del viento y La sombra del caminante, y quien vuelve a hacer dupla con la productora Cristina Gallego.
Esta es una cinta de aventura desde el rodaje mismo cuando enfrentó innumerables dificultades impuestas por las condiciones de la geografía y el clima en Mitú (Vaupés) y Puerto Inírida (Guainía) en medio de parajes fantásticos, imponentes y arriesgados que aportaron todo su dramatismo al filme.
Allí, en ese mundo, se filmó El abrazo de la serpiente, una cinta que llama la atención sobre esa riqueza poco valorada, maltratada, aniquilada en muchos casos y por la que el hombre blanco ha mostrado muy poco respeto y un gran desconocimiento. Fue allí a donde llegaron los exploradores Theodor Koch-Grünberg y Richard Evans Schultes, y quedaron maravillados.
El guión de esta película de ficción fue escrito por el mismo Ciro durante cuatro años, el último de ellos acompañado por Jacques Toulemonde, quien le ayudó a darle forma a un relato no occidental para occidentales. Aquí vale la pena recordar que las pocas películas sobre la región amazónica que se han llevado al cine (Fitzcarraldo; Aguirre, la ira de Dios y Holocausto Caníbal), están contadas desde el punto de vista de los exploradores, no de los indígenas, a quienes algunas de estas cintas presentan como salvajes sin ningún tipo de valor.
Finalmente y como dato adicional y llamativo, este rodaje tuvo una mezcla multirracial, multilingüistica y multicultural: al actor belga y al estadounidense se sumó equipo técnico de Perú, Venezuela, México y Colombia y dentro de este último una comitiva encabezada por el director nacido en Río de Oro (Cesar), con bogotanos, caleños, samarios, boyacenses y de las comunidades Ocaina, Huitoto, Tikuna, Cubeo, Yurutí, Tucano, Siriano, Carapana y Desano, todas ellas moradoras en Vaupés.
Un rodaje a merced de la Madre Naturaleza
Los paisajes exuberantes de la Amazonía colombiana resultaron tan sorprendentes como intimidantes para el equipo de filmación de El abrazo de la serpiente. Se escogieron estas locaciones porque hacen parte de un Amazonas desconocido, además de haber sido regiones en las que los exploradores que inspiraron la historia, Grünberg y Schultes, se encontraron con una gran riqueza humana y cultural.
La aventura del rodaje comenzaba en el traslado Bogotá – Mitú, para el cual se dispone solo de tres vuelos comerciales a la semana o la otra opción era navegar quince días por río desde San José del Guaviare. Y de allí un viaje por carretera que podía tardar entre hora y media y tres horas dependiendo el clima y el tipo de vehículo, para llegar al campamento base donde se hospedaban y que es administrado por una organización que reúne a varias comunidades indígenas que fomentan el ecoturismo en la zona, ellos son AATICAM.
“Para contar esta historia movilizamos cerca de 8.000 kilos de carga aérea, parecía un viaje en el tiempo a la época que se quería retratar. Nos movimos en canoas, balsas y aviones de la época (DC3), además de eso el equipo uso deslizadoras, lanchas rápidas, motos, mototaxis, morrocos (motos de carga), volquetas, tractores, camiones, 4×4. Todo esto sin contar con que tuvieron que subir a pie a la cumbre del Cerro Mavecure, eran 200 metros de ascenso sobre una roca que se convierte en jabón al contacto con el agua”, recuerda la productora Cristina Gallego.
Además de toda la ayuda humana que se logró de las comunidades indígenas, de miembros de la Defensa Civil y un enfermero, se contó también con la protección especial que les brindó un anciano payé que los acompañaba y que hacía continuas invocaciones para pedir protección para el grupo, con los aguaceros y las condiciones climatológicas cambiantes.
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