¿Puede una derrota transformarse en una victoria? A veces sí, en especial si hablamos de los británicos, especialistas en usar la cabezonería y la desvergüenza para seguir adelante y triunfar en los momentos más desesperados.
La evacuación de Dunkerque (o Dunquerque, como prefieran) es un hito del poderío del espíritu británico, y ha sido reflejada en numerosas ocasiones en el cine, de manera directa o indirecta (la más reciente, la estupenda Su mejor historia. Lo que podría haber quedado para la Historia como una contundente metedura de pata militar se convirtió en un ejemplo del patriotismo y la valentía del pueblo británico, potenciando ese coraje nacional que fue una de las mayores armas de Churchill frente a la amenaza nazi.
En esta nueva recreación de la llamada Operación Dinamo, Christopher Nolan, exitoso director e ídolo para los cinéfilos millennial, sorprende al dejar atrás la mayoría de sus vicios y elaborar una película en la que no hay sobredosis de explicaciones ni discursos pomposos, sino una sucesión de momentos de suspense y acción, con un poco de drama, pero sólo lo justito para dar contexto.
El director de Origen, salvo en muy contadas ocasiones, ha demostrado torpeza dirigiendo acción, pero aquí nos asombra con una serie de impresionantes secuencias bélicas que siguen al pie de la letra el manual de estilo escrito por Steven Spielberg en Salvad al soldado Ryan (1998). Destacan los combates aéreos, en los que se han utilizado aviones reales (aderezados con eficaces trucos digitales), mostrándonos lo que hacía mucho tiempo que no veíamos en una pantalla: guerra aérea que no parece un videojuego.
Dunquerke cuenta con un puñado de excelentes intérpretes a cargo de unos personajes que pasan por todo tipo de situaciones de peligro, drama y heroísmo. Sin embargo, Nolan narra la película con una frialdad británica que dificulta que el espectador se emocione. Esa escasa emotividad, sumada al reparto coral y a la recreación histórica espectacular sitúa a Dunquerke cerca de superproducciones como El día más largo (dirigida por un montón de directores en 1962) o La batalla de Inglaterra (Guy Hamilton, 1969), aunque, afortunadamente, la narración es más ligera y la duración no alcanza las dos horas.
Es posible que nos encontremos con la película más sólida de Christopher Nolan, quien ha prescindido de su afición al relleno y la reiteración. No obstante, hay dos elementos que impiden que la tensión dramática de Dunkerque sea mayor de lo que podría ser: el montaje, que nos muestra las distintas subtramas de la película de manera no cronológica (desconcertando y añadiendo unos toques Rashomon que no aportan gran cosa y lastran el ritmo) y el uso tramposo y machacón de la espantosa banda sonora de Hans Zimmer, que pretende potenciar el suspense pero simplemente resulta molesta.
Las propias imágenes y los hechos narrados en la película hacen que Dunquerke sea un film que condena los horrores de la guerra y ensalza las bondades de la compasión y la solidaridad, todo ello en un formato épico, ruidoso y elegante, pero poco conmovedor.
Sinopsis
Del director Christopher Nolan (Interstellar, Inception, la trilogía de El caballero oscuro) nos llega el thriller épico de acción Dunkerque.
Dunkerque cuenta con un reparto coral multigeneracional en el que destacan Fionn Whitehead, Tom Glynn-Carney, Jack Lowden, Harry Styles, Aneurin Barnard, James D’Arcy y Barry Keoghan, además de Kenneth Branagh, Cillian Murphy, Mark Rylance y Tom Hardy.
Nolan ha dirigido Dunkerque a partir de su propio guion empleando una combinación de películas IMAX® y 65 mm para trasladar la historia a la pantalla. Ha sido producida por Emma Thomas y Nolan, con Jake Myers en las labores de productor ejecutivo.
Christopher Nolan ha llevado al público a las calles de Gotham City, al mundo infinito de los sueños y a lo más recóndito del espacio. Ahora, por primera vez, el innovador director/escritor/productor ha puesto sus ojos en un acontecimiento real que le ha acompañado durante toda su vida: el milagro de Dunkerque.
Dunkerque está basada en la evacuación que —aunque tuvo lugar en los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial— tuvo un impacto directo en el devenir de la contienda. En lugar de un drama épico, el objetivo de Nolan era convertir ese momento histórico en cine inmediato e inmersivo: un thriller de acción épico impulsivo marcado por el paso del tiempo con mucho en juego.
En palabras del director: “Lo que ocurrió en Dunkerque es una de las mejores historias de la humanidad, la lucha definitiva a vida o muerte contra el tiempo. Fue una situación con un nivel de suspense extraordinario, esa es la verdad. Nuestro objetivo con esta película era lanzar al público a la acción siendo muy respetuosos con la historia, pero también con cierta intensidad y, por supuesto, una gran dosis de entretenimiento también”.
La socia en la producción desde hace mucho tiempo de Nolan, Emma Thomas, añade: “Dunkerque es un gran espectáculo cinematográfico, pero también una historia muy humana y, en ese sentido, resulta universal. Chris quería colocar al espectador en el centro de la experiencia junto con los personajes, tanto si se trata de los soldados que están en la playa como de los pilotos que están volando o los civiles de los barcos”.
La historia comenzó a finales de mayo 1940, cuando la Fuerza Expedicionaria Británica, junto con tropas francesas, belgas y canadienses, se vio obligada a retroceder hasta las playas de Dunkerque. Aunque su hogar estaba a poco más de 40 kilómetros, no era fácil llegar. La poco profunda playa, con su calado de 6,5 metros, impedía a los barcos de la armada británica rescatarlos. Pero había una esperanza: hacer un llamamiento para que embarcaciones pequeñas acudieran en su ayuda con una flotilla de “barquitos” no militares desde la costa sur de Inglaterra para llevar a esos hombres a casa en la denominada Operación Dinamo.
El asesor histórico de la cinta, Joshua Levine, autor del libro Forgotten Voices of Dunkirk, enfatiza que la evacuación de 1940 es mucho más que una historia de los británicos. “Fue un acontecimiento impresionante que sigue teniendo relevancia internacional. Todo lo que se celebra en torno a la Segunda Guerra Mundial —en el Reino Unido, los Estados Unidos y en todo el mundo— no se habría producido sin el acontecimiento de Dunkerque. Fue increíblemente importante. Si el ejército británico hubiera sido aniquilado o hecho prisionero, probablemente el país se habría rendido, y viviríamos en un mundo muy diferente. Para mí, Dunkerque tiene que ver con conservar la libertad. Cuando esos barcos se pusieron en marcha, el mundo todavía tenía una oportunidad”.
Kenneth Branagh, que da vida a un comandante de la armada británica, está de acuerdo. “Tu vida y la mía serían muy distintas de no haber sido por ese momento valiente, paciente e imposible que vivieron las personas atrapadas en la playa y que, con su actuación, protegieron el futuro de todos nosotros. Su lugar en nuestra historia militar, social, política y emocional nunca estará suficientemente valorado. En ese sentido, podría parecer que una evacuación es algo poco glorioso pero, en cierta medida, aporta algo increíblemente heroico acerca del espíritu humano”.
Aunque algunas de las secuencias acuáticas se rodaron cerca de Dunkerque, en el Canal de la Mancha, la mayoría de las escenas del Moonstone corresponden al rodaje en los Países Bajos, en un lago artificial poco profundo llamado Ijsselmeer. Nolan recuerda: “Por sugerencia de Hoyte, fuimos a Ijsselmeer, que no tiene mareas, lo que nos permitió anclar sin tener que preocuparnos por ese aspecto. La profundidad es de entre 3,5 y 4 metros aproximadamente y parecen aguas abiertas porque se mueven como el mar, aunque no tan violentamente la mayoría de las veces”.
Al preparar el rodaje en el agua, Nolan organizó varias visitas con sus técnicos principales. “Vivimos de verdad el movimiento de los barcos y discutimos mucho sobre cómo fotografiarlo. La idea básica que surgió fue utilizar una cámara manual siempre que fuera posible, porque cuando dispones de un experto en la materia como Hoyte, es la plataforma más estable y versátil que puedes encontrar en un barco que sube y baja con las olas. Y lo haríamos con una barca con cámara muy eficiente que pudiera seguir el ritmo de las demás embarcaciones para poder filmar de una a otra de manera muy versátil también. Esos fueron nuestros dos planteamientos principales a la hora de trabajar en el agua”.
La cámara empleada en Dunkerque fue una ingeniosa adaptación del equipo empleado por Nolan en las secuencias de coches de las películas de El caballero oscuro, conocido como Edge. “Era la primera vez que los chicos de Edge montaban una cámara en una plataforma tan grande con acceso al agua”, comenta NoIan. “Era muy resistente, por lo que podía hacer frente a las condiciones más duras”.
Para ayudar a conseguir todos los barcos y botes necesarios para la producción, Nathan Crowley trabajó con el experimentado coordinador marino Neil Andrea localizando docenas de barcos de época que se conservaban en nueve países diferentes. Incluían tres dragaminas, un barco-hospital y un destructor francés de 107 metros de largo llamado Maillé-Brézé, que, puesto que ya no tenía motor, fue remolcado desde Nantes, donde hacía de museo desde 1991.
El día más importante del rodaje en el mar —la semana dedicada al cruce del Canal— había nada menos que 62 barcos sobre el terreno. El equipo estaba muy agradecido de contar con algunos de los barcos que zarparon de verdad de Inglaterra en 1940 para rescatar a los hombres en la playa de Dunkerque y que la Asociación de Pequeñas Embarcaciones de Dunkerque se había encargado de mantener desde entonces. Los barcos que recrearon su viaje audaz e histórico para la película fueron el Caronia, el Elvin, el Endeavour, el Hilfranor, el Mary Jane, el Mimosa, el MTB 102, el New Britannic, el Nyula, el Papillon, el Princess Elizabeth y el RIIS I.
Para capturar la furia e intensidad de los combates aéreos, Nolan volvió a superar los límites de lo posible, especialmente con las cámaras de gran formato. Señala: “En nuestros días, con las GoPro y otros dispositivos similares, estamos muy acostumbrados a ver acontecimientos extremadamente físicos desde ángulos subjetivos muy interesantes. Como realizador, eso me hace subir el listón al tratar de rodar aviones de 1940 de forma atractiva para el público moderno. Queríamos mostrarlo todo desde la perspectiva de los pilotos, pero usando cámaras IMAX. Fue todo un desafío meter una cámara enorme en la cabina de un Spitfire, pero estábamos decididos a hacerlo”.
El primer paso fue conseguir los aviones. Nathan Crowley encontró tres Spitfire —dos Mark 1 y un Mark 5— además de un HA-1112 Buchón español para hacer de los ME-109 alemanes, más conocidos como Messerschmitt. Sin embargo, Nolan reconoce: “Nos tomamos ciertas licencias históricas por exigencias narrativas. Por ejemplo, nuestros ME-109 Messerschmitt tienen el morro amarillo, aunque todavía no habían empezado a pintarlos así por aquel entonces. Pero eso permite al público distinguir más fácilmente a los enemigos de los Spitfire”.
Además, el coordinador de escenas de acción Tom Struthers tuvo la idea de utilizar un Yak-52, un aparato soviético biplaza que se parece lo suficiente a un Spitfire y que el equipo de Crowley podría hacer pasar por uno de los aviones de combate británicos más icónicos en los planos cortos de los actores a los mandos.
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