Lo confieso: me aburren soberanamente las películas que emplean un cortafuegos para evitar los temas que irritan a la policía del pensamiento. Por eso, en su momento, me dejé sorprender por cintas como Katyn (2007) –la historia de aquella terrible masacre de oficiales polacos por parte de los soviéticos– o Camino a la libertad (2010) –un estremecedor recuerdo del gulag–. Por la misma razón, me encantaría ver una película que conmemorase la valentía de un personaje tan admirable como Ángel Sanz Briz, el salvador de cientos judíos bajo el terror nazi, o que mostrara el horror de la Guerra Civil sin poner etiquetas a las víctimas.
Hecha esa aclaración, debo decir que también me sentí muy atraído por el argumento que aborda el film mexicano Cristiada. Es más, su tema es tan singular, que me lleva a comenzar esta reseña de una forma inusual: hablando del fondo y no de la forma. La película –ya se lo adelanto a los impacientes– tiene magníficos valores de producción, pero carece de la profundidad que hubiera sido deseable.
Vayamos con el contexto: la Guerra Cristera se prolongó en México desde 1926 hasta 1929. Hasta fechas relativamente recientes, se ha manipulado o minimizado su recuerdo según los intereses ideológicos del momento, y sin atender al necesario punto de mesura que caracteriza a los historiadores independientes.
Aquel terrible enfrentamiento civil se gestó cuando el presidente Plutarco Elías Calles (Rubén Blades en la película) reglamentó un artículo constitucional con el propósito de limitar la presencia de la religión en la vida pública. Lo que hoy puede parecernos razonable si se ejerce por la vía del consenso, se puso en práctica con la intolerancia y el extremismo propios de aquellos años.
En la represión de los católicos, muy pronto hubo episodios sangrientos. Al final, cada matanza desencadenó otra aún mayor. No tardaron en alzarse grupos guerrilleros en contra del Gobierno. Aquellos grupos armados –los cristeros– protagonizaron un conflicto en el que, como sucede en todas las guerras, las atrocidades se sucedieron sin tregua, dejando un rastro de crímenes, martirios y venganzas.
El general Enrique Gorostieta (Andy García en la película), un veterano del ejército de Victoriano Huerta, fue quien logró convertir a los cristeros en un verdadero ejército.
«La Cristiada –escribe Jean Meyer, el historiador que mejor conoce el movimiento cristero– fue una guerra que llegó a movilizar cincuenta mil combatientes, apoyados por todo un pueblo. Emiliano Zapata no tuvo más de diez mil hombres; Pancho Villa, veinte mil en su apogeo; ambos son mundialmente famosos; los cristeros, no, que son comparables a los campesinos católicos de la Vandea, a esos chuanes que la Revolución Francesa no pudo vencer. Napoleón tuvo que hacer la paz con la Iglesia para desarmarlos. Le pasó lo mismo a los gobiernos anticlericales de la Revolución Mexicana».
Cristiada (For Greater Glory) es la película más cara de la historia del cine mexicano. Sin embargo, se ha rodado en inglés y para dirigirla, los productores han contado con Dean Wright, el supervisor de los efectos visuales de El Señor de los Anillos.
Entiendo que un lanzamiento tan costoso exige pensar en un mercado global. Dado que el inglés es el latín de nuestra época, no censuro la decisión de planificar todo el proyecto en ese idioma. Sin embargo, esta opción va en perjuicio de la verdad dramática del relato.
Buena parte de los protagonistas –empezando por Rubén Blades, Andy García y Oscar Isaac– son hispanoparlantes, así que no veo por qué no hubiera podido filmarse la cinta en nuestro idioma, teniendo en cuenta –además– que en ella intervienen estupendos actores mexicanos.
Por otro lado, a uno le cuesta entender que en el país de Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, un productor recurra a un director foráneo para sacar adelante un film de estas características. México dispone de espléndidos profesionales que hubieran capitaneado el rodaje con gran talento. (Alguien me dirá que Ridley Scott rodó 1492: La conquista del paraíso con financiación española. Supongo que podría decir lo mismo en ese caso, por más que admire a Scott).
Wright es un artesano que conoce el oficio, sobre todo a la hora de abordar las escenas épicas. No obstante, quizá por culpa de un guión demasiado episódico y deslavazado, la película acaba adquiriendo una textura de miniserie, reforzada por la evidente simplificación de los hechos históricos.
Actores sajones como Peter O’Toole y Bruce Greenwood enriquecen el reparto. La interpretación de O’Toole es ciertamente conmovedora, sobre todo porque el viejo león empieza a perder su batalla con el tiempo, y uno siente el peso inmisericorde de la edad en cada uno de sus gestos.
El apartado musical merece un párrafo aparte. La banda sonora es una mala imitación de las partituras habituales de James Horner, con todos esos leitmotivs con los que el compositor homenajea –es un decir– a Prokofiev. Para colmo, el autor de la música no es un imitador de Horner, sino el propio Horner, en un torpe ejercicio de complacencia creativa.
A diferencia de lo que sucede con la música, la fotografía de Eduardo Martinez Solares es magnífica, al igual que todo el trabajo de vestuario y dirección artística.
Lejos de la estética de estampa que suele arruinar tantas producciones religiosas, la película no evita el reflejo de los desmanes cristeros. Buen ejemplo de ello es la escena en la que el padre José Reyes Vega, encarnado por el chileno Santiago Cabrera, ordena quemar un tren de pasajeros. Sin embargo, el presbiteriano Wright simpatiza tanto con la Cristiada que, en ocasiones, carga demasiado las tintas y se desliza hacia la hagiografía. Algo que no tiene por qué ser negativo si se hace bien. Pero ya digo que Wright no es uno de los grandes.
El director añora el cine clásico de los años cincuenta, y con esa intención, en Cristiada adopta los manierismos del western y el epic propios de aquellos años. Esa es, quizá, su faceta más interesante y meritoria. Por eso mismo, es una pena que los aciertos del film se vean lastrados por el acartonamiento del guión y por el deficiente desarrollo psicológico de los personajes. Dos defectos demasiado serios como para pasarlos por alto.
Sinopsis
¿Cuál es el precio de la libertad? En el año 1926, El general Gorostieta (Andy García) un militar retirado ve como México entra en una violenta guerra civil. Con el apoyo de su esposa (Eva Longoria), decide unirse a la causa y transformar a un grupo irregular de rebeldes, que no tienen nadie que los lidere, en una fuerza heroica que defenderá con valentía una justicia que parece perdida
Los personajes
General Gorostieta (Andy García)
Un militar retirado que cree que sus días de gloria han terminado, hasta que acepta comandar, un grupo irregular de rebeldes a los que convertirá en una fuerza heroica. El amor a su familia frente a la voluntad de arriesgarlo todo le lleva a luchar por algo aún más preciado: la libertad.
Tulita (Eva Longoria)
Desde un principio Tulita Gorostieta aboga por la paz y la unidad, no cree en la violencia y teme por su familia. Los acontecimientos trastornan su tranquilidad y le obligan a tomar una difícil decisión: su familia o la libertad.
Presidente Plutarco Elías Calles (Rubén Blades)
Plutarco Calles, presidente de México entre 1924 y 1928, asume el mando con la propuesta de modernizar el país. Sin embargo, decide tomar medidas enérgicas en contra de la libertad, para ello no duda en aplicar la violencia, lo que provoca un levantamiento popular que marcará el mandato del presidente y el continente entero.
Padre Christopher (Peter O’Toole)
Un sacerdote que aboga por la no violencia en la búsqueda de la paz y la justicia, y que se convertirá de manera totalmente involuntaria en un enemigo del gobierno.
José Luis Sánchez (Mauricio Kuri)
Un adolescente común de un pueblo, un pícaro inocente, que rápidamente se convierte en el verdadero alma de la historia, con su tenacidad y valentía.
Padre Reyes Vega (Santiago Cabrera)
Un sacerdote, de gran carácter, que se une a la revolución participando de forma activa en la lucha, no le temblará el pulso en usar las armas para cumplir con sus objetivos.
Anacleto González Flores (Eduardo Verástegui)
Un abogado pacifista que apoya la resistencia no violenta, pero que a pesar de eso se convertirá en un blanco perseguido por el gobierno.
Victoriano «El Catorce» Ramírez (Oscar Isaac)
Apodado así por haber peleado él sólo contra catorce miembros de un pelotón, que tenía la orden de asesinarlo. Por si carácter valiente y osado, este insurgente acabará convertido en líder del ejército de rebeldes.
Adriana (Catalina Sandino)
Una joven luchadora adelantada a su tiempo, que no duda en servir a la causa con la misma valentía que un hombre. Su personaje perspicaz y atrevido, actúa sin pensar en las consecuencias motivada por la defensa de la libertad.
Dwight Morrow (Bruce Greenwood)
Es el embajador norteamericano en México, enviado para detener la guerra en la frontera con Estados Unidos y proteger los intereses petroleros del país en suelo mexicano.
Presidente Calvin Coolidge (Bruce McGill)
Es el trigésimo presidente de Estados Unidos (1923-1929), que tiene que tratar de equilibrar los intereses norteamericanos con una guerra que se pelea apenas del otro la frontera, con una intensidad cada vez mayor. Después de haber mostrado su apoyo al gobierno mexicano recién iniciada la guerra, Estados Unidos se convierten en un jugador clave en la negociación de la tan buscada paz.
Mayor Picazo (Nestor Carbonell)
Es el fiel reflejo de los alcaldes en el poder en ese momento de la historia, tiene que obedecer al gobernador pero también cumplir con su deber. Se encuentra en una encrucijada que le hace elegir entre cumplir órdenes o dejarse llevar por los sentimientos.
Doña María del Río de Sánchez (Karyme Lozano)
Una madre ejemplar que confía en el instinto de su hijo, por eso acepta dejarlo marchar a su gran aventura: participar en la revolución. Apoya a su hijo hasta el final a pesar de ser consciente de los peligros que entraña.
Cómo se hizo
For Greater Glory está basada en hechos reales, y relata la turbulenta guerra civil que tuvo lugar en México desde 1926 hasta 1929. Es un retrato épico sobre personas comunes que se van transformando cuando descubren la extraordinaria fuerza que da defender la libertad.
El largometraje, sobre la lucha de todo un país por su libertad, y sus familias, revela una de las historias de guerra, de mayor valentía de los últimos tiempos.
Un elenco conectado con la historia
El productor Pablo Barroso y el director Dean Wright creyeron que podían atraer a un elenco lleno de estrellas de múltiples nacionalidades, como Andy García, Eva Longoria, Peter O’Toole, Oscar Isaac, Rubén Blades, Bruce Greenwood o Catalina Sandino Moreno para poder llevar a la pantalla grande esta historia de aventuras, y así fue.
Durante décadas, se ocultó la Guerra Cristera no solo en México sino en todo el mundo. Se excluyó de los libros de historia, no se enseñó en las escuelas y solo se habló al respecto prácticamente en secreto entre los miembros de aquellas familias que habían dado la vida en ambos bandos del enfrentamiento. Pablo Barroso y Michael Love colaboraron estrechamente para crear un guión que diera vida a los héroes de esta guerra de la década de 1920. Según Pablo Barroso «Michael hizo un guión sobre las ansias por los derechos y la libertad, pero también lo hizo muy humano y eso es lo que fue atractivo para el equipo técnico y el elenco. La historia es cautivante para todo el mundo».
El productor Pablo Barroso sintió que era el momento de que finalmente esta parte de la historias mexicana se conociera ya que según el propio Pablo «Estamos en un momento en el que gran parte de la humanidad anhela más libertad y busca más trascendencia. Creo que las personas que miren esta película se sentirán inspiradas al ver a hombres y mujeres unirse por el futuro de sus familias, por el país y por todo lo que creen».
Puesto que contaba con un guión panorámico que abarcaba desde acción de combate en el desierto hasta dilemas morales en el corazón de hombres y mujeres, Barroso sabía que necesitaría un director con la misma habilidad para ver las cosas con amplitud, y decidió arriesgarse y elegir a un hombre que, si bien no era un novato en la industria, hizo su debut como director con Cristiada el elegido fue Dean Wright. Conocido en el mundo cinematográfico por ser el gurú de los efectos especiales en películas taquilleras, como la trilogía de El Señor de los Anillos, Las Crónicas de Narnia y Titanic.
Cuando Barroso envió a Wright el borrador preliminar de la película, Wright quedo muy sorprendido «Cuando leí el borrador inicial, lo que más me llamó la atención fueron todos los paralelos con la actualidad», dice el director, «En todo el mundo, las personas hacen valer sus derechos para expresar que no quieren que les digan lo que pueden hacer y lo que no. Ya hemos sido testigos de que cuando la opresión se extiende durante mucho tiempo, en algún momento las personas se revelan y le ponen un punto final». «Estos personajes fueron reales, es una historia que todavía está vigente en todo el mundo, es una historia con la que todos nos identificamos porque es acerca del amor, la valentía y el sacrificio de la guerra».
La naturaleza épica de la historia tuvo como resultado un rodaje, que tuvo lugar entre el 13 de mayo y el 16 de agosto de 2010, igualmente épico, y que se extendería por siete estados mexicanos, destacando asombrosos paisajes naturales y ciudades históricas que por lo general no aparecen en la pantalla grande.
Se trató del rodaje local más ambicioso que jamás se había emprendido en México, lo significó mucho para el productor, «México es un país verdaderamente increíble, tuvimos la oportunidad de mostrarle al público la belleza y el espíritu de la diversidad de paisajes que existen en el país. Pudimos ver, sentir y respirar el México real de esa época y eso se convirtió en una parte importante de la película: ahora ayuda a introducir al público a este período de la historia», señala Barroso.
El rodaje se mudó de la pintoresca Durango en el noroeste del país a las minas y la ciudad rica en historia de San Luis Potosí, desde la región rocosa del Parque Nacional Sierra de Órganos en Zacatecas, donde el equipamiento y los caballos debieron ser remolcados hacia arriba por senderos escarpados, hasta los encantadores pueblos de montaña de Puebla. También se rodaron escenas en los nuevos Estudios Interlomas en las afueras de la ciudad de México. «Recibimos un apoyo local extraordinario en cada lugar en donde estuvimos», comenta Wright. «Empleamos tantos trabajadores y actores locales como nos fue posible».
En cada lugar de filmación, el director de arte Salvador Parra volvía atrás en el tiempo para traer espléndidos detalles de la década de 1920. Entre algunos de sus logros, su equipo recreó ciudades enteras a partir de libros de historia y construyó a mano el propio tren de la época magníficamente decorado que se utilizó en el rodaje. Su trabajo se combinó con los diseños de vestuario realistas pero a la vez románticos de la premiada diseñadora mexicana María Estela Fernández.
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