Una novela ganadora del premio Pulitzer no siempre tiene una adaptación cinematográfica inmediata, quizá por miedo de los cineastas ante la tarea de “tocar” algo alabado. Mientras todavía esperamos ver en pantalla Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (Michael Chabon, 2000), American Pastoral (Philip Roth, 1997) llega al cine 20 años después de su publicación, y lo hace de la mano de un Ewan McGregor que se estrena en la dirección de largometrajes.
Cuando comienza, el film parece prometer una saga familiar épica, un detallado análisis de esa breve y dorada era de la América de posguerra en la que todo era paz, prosperidad y alegría, al menos aparentemente. American Pastoral retrata el fin de ese sueño y los traumas de gran parte de la generación de los baby boomers, quienes se dieron de bruces con la realidad del mundo y no supieron reaccionar muy bien ante ello.
American Pastoral culpa del desastre (representado por la joven interpretada por Dakota Fanning) a lo artificial de la sociedad feliz creada tras el fin de la guerra, al desfasado modelo paterfamilias, a la televisión y a la psicología infantil, entre otras causas.
El afable protagonista (Ewan McGregor, también delante de la cámara) se sorprende al descubrir que su impoluta familia no es para nada feliz, y al parecer todo es culpa suya. Hasta su perfecta mujer (Jennifer Connelly) termina en el psiquiátrico por pura infelicidad.
Si le añadimos alusiones a los conflictos raciales, los grupos revolucionarios extremistas y el surgimiento de las chaladuras New Age, American Pastoral se plantea como un ambicioso retablo sobre el momento en el que América (e incluso el resto del mundo) cambió para siempre. Pero ya sea por el guión de John Romano o por la plana dirección de Ewan McGregor, al final lo que queda es la historia de un hombre al que la hija le sale estúpida.
Dakota Fanning ofrece una excelente interpretación, pero su personaje está escrito y retratado no tanto como una chica a la que hay que entender o compadecer sino como una niñata malcriada y profundamente necia, mientras que el personaje de Jennifer Connelly parece funcionar a base de arrebatos más o menos aleatorios y el padre de familia protagonista no sale de su despiste en toda la película.
No importan mucho al espectador los miembros de esta antipática familia, y mucho menos parece venir a cuento la estructura de flashback, con una introducción y un epílogo a mano de un escritor (David Strathairn) que funciona como improbable narrador, totalmente prescindible.
Hay que aplaudir la ambición de Ewan McGregor al estrenarse en la silla de director con una historia tan grandilocuente, pero sus aptitudes todavía no están lo suficientemente desarrolladas para una labor de este calibre.
Sinopsis
Seymour Levov, el “Sueco”, un atleta legendario en el instituto se ha convertido en un exitoso hombre de negocios casado con Dawn, una ex reina de la belleza. Pero, tras la apariencia impecable de la vida del “Sueco”, se fragua la tormenta. Cuando su hija Merry desaparece tras ser acusada de cometer un acto violento, el “Sueco” se dedica a buscarla y a reunir a su familia. Lo que descubre remueve sus cimientos, obligándole a mirar más allá de la superficie y afrontar el mundo caótico que le rodea: ninguna familia americana volverá a ser la misma.
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