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Crítica: «Acero puro» («Real Steel», Shawn Levy, 2011)

A partir de un relato de Richard Matheson, el director de Noche en el museoShawn Levy, ha completado una fantasía futurista en la que los androides sustituyen a los púgiles en las veladas de boxeo. El protagonista de esta sólida producción es Hugh Jackman, quien da vida a un frustrado campeón que da un giro a su vida junto a su hijo y un robot boxeador.

Una de las cosas más interesantes del mejor cine familiar norteamericano ha sido y es su reserva de entusiasmo. Una energía que le permite sobreponerse a los clichés para entretener a grandes y a pequeños con espectáculos que desprenden vitalismo y saber hacer.

Acero puro demuestra que esa tradición de buen cine infantil y juvenil tiene continuidad. Que detrás de esta producción estén la compañía DisneySteven Spielberg y Robert Zemeckis responde a la lógica. La cinta no sólo está a la altura de sus pretensiones iniciales, sino que ofrece una aventura imaginativa, dinámica, sentimental y extraordinariamente divertida.

Tengo parecida sensación de agrado cuando descubro las oportunísimas referencias que afloran en la trama: desde Campeón (1979) a Rocky (1976), pasando por las teleseries japonesas protagonizadas por robots.

Sospecho que el optimismo y los valores familiares que destila este largometraje resultarán especialmente enternecedores para los que hace décadas aprendieron a amar el cine con títulos menores como El gato que vino del espacio (1978), Mi amigo el fantasma (1968) o Se nos ha perdido un dinosaurio (1975).

Pese a los altibajos de su segundo acto, viendo Acero puro hay momentos en los tienes la sensación de que los prejuicios –¿Cine para niños? ¿Un argumento predecible?– cuentan poco cuando se trata de apreciar una excelente película comercial que disfrutarán especialmente los espectadores de entre nueve y dieciséis años.

Alta tecnología y buenos sentimientos

Aunque el subgénero inspirado en la robótica está formado, en su mayoría, por películas fácilmente olvidables, Acero puro llega a las pantallas con la aspiración de agradar al público y establecer una nueva franquicia.

Como padre e hijo, Hugh Jackman (Charlie Kenton) y Dakota Goyo (Max) encarnan de forma idónea a los dos principales personajes de esta gran aventura, concebida como un espectáculo ágil y colorista en el que caben la nostalgia y la tecnología de vanguardia.

A ello contribuye, sin duda, el autor de la idea original. Entre los muchos aciertos que debemos a Richard Matheson, aparte de la emoción de sus tramas, figura la profunda humanidad que ha sabido inyectar en sus narraciones de fantasía, terror y ciencia-ficción.

Matheson publicó «Acero» («Steel») en mayo de 1956, en las páginas de The Magazine of Fantasy and Science Fiction. Aquel relato apasionó a los lectores aficionados a la ficción científica, sorprendidos ante un porvenir en el que los boxeadores son sustituidos por es nueva casta de robots, diseñada para luchar en el ring.

«No había árbitro alguno –escribe Matheson en dicho cuento–: los luchadores B nunca atacaban contra los reglamentos, pues la maquinaria estaba preparada para impedirlo, y tampoco hacía falta contar cuando uno de ellos caía. Una vez que un robot caía a la lona, allí quedaba. Según decía la propaganda de Mawling, el nuevo B-9 sería capaz de levantarse, ofreciendo de ese modo peleas más prolongadas e interesantes» (Las playas del espacio, Edhasa, 1977).

El 4 de octubre de 1963, con guión del propio Matheson, la serie En los límites de la realidad (The Twilight Zone) emitió durante su quinta temporada una adaptación televisiva del mismo cuento. Cuatro décadas después, en 2005, Dan Gilroy escribió una nueva y bastante libre versión del relato por encargo de DreamWorks.

Aunque inicialmente el proyecto figuró en la agenda del realizador Peter Berg, finalmente fue Shawn Levy el encargado de llevarlo a término. En cuanto se contrató a Hugh Jackman para el papel protagonista, Steven Spielberg y Stacey Snider dieron su visto bueno a una inversión que ronda los ochenta millones de dólares.

Con ese holgado presupuesto, y una vez retocado el guión por Les Bohem y John Gatins, el rodaje comenzó en Michigan en junio de 2010.

Sin duda, una de las bazas de esta superproducción son los combatientes cibernéticos. Un total de diecinueve robots animatrónicos fue elaborado para interacturar con el reparto. Como es natural, las secuencias de lucha dependen de los efectos digitales. Para lograr una impecable coreografía en dichas escenas, Levy ha contado con un inmejorable consejero: la leyenda del boxeo Sugar Ray Leonard.

Sinopsis

Una audaz y estremecedora película de acción ambientada en un futuro cercano, en el que el boxeo se ha transformado en un deporte de alta tecnología. Acero puro está protagonizada por Hugh Jackman, quien encarna a Charlie Kenton, un boxeador fracasado que pierde la posibilidad de ganar un título cuando poderosos robots de 90 kilos y más de dos metros de altura comienzan a competir.

Convertido en un promotor de poca monta, Charlie sobrevive ensamblando robots de bajo costo, a los que apunta en peleas del circuito amateur. Finalmente, cuando esta situación toca fondo, Charlie se asocia con su casi desconocido hijo Max (Dakota Goyo) para construir y entrenar a un auténtico robot campeón.

A medida que suben las apuestas en la brutal arena en la que todo vale, Charlie y Max, contra todos los pronósticos, tendrán una última oportunidad de triunfar.

Acero puro está dirigida por Shawn Levy (Una noche en el museo).

Copyright del artículo © Guzmán Urrero, Cualia. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes (Fotografías de Greg Williams y Melissa Moseley) y sinopsis © DreamWorks. Cortesía de The Walt Disney Company. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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