Cualia.es

«Casacas azules: El enviado especial» (2020), de BeKa y José Luis Munuera

El álbum de cómic (con perdón…, ¡de bande dessinée!) Les Tuniques bleues: L’envoyé spécial (Dupuis, 2020) contiene un doble mestizaje: su condición viene dada en primer lugar por la mismísima génesis de la franquicia en que se integra, al tratarse de una serie belga construida sobre la mítica estadounidense, como sucede con el glorioso Lucky Luke, por ceñirnos al humor viñetil.

Casacas azules es la serie en cuestión y desconozco si comercialmente llegó a calar alguna vez en España. Creada en 1968 por Raoul Cauvin, Louis Salvérius y Lambil, la recuerdo vagamente de entre la macedonia troceada que publicaban los tebeos de mi infancia, pero lo más probable es que nunca haya leído entera ninguna de sus aventuras.

Pues bien, hace unos meses salió este álbum en clave de reinterpretación/homenaje a la longeva saga, coguionizado y dibujado por el español José Luis Munuera en alianza con la pareja de guionistas franceses BeKa (Bertrand Escaich y Caroline Roque). Así, por obra y gracia de la pasión por un medio sin fronteras mentales ni geográficas, tenemos frente a nosotros una aventura humorística sobre unos soldados yanquis del siglo XIX, cuyas cómicas peripecias creadas y escritas por unos señores belgas ‒¡sin pedir permiso a la Otan!‒ pasan de repente a manos de unos escribas galos y de un señor de Murcia. Y de ahí surge este álbum, L’envoyé spécial.

El resultado es ¡MARAVILLOOOSO!, si se me permite apropiarme del dicho de nuestra supervillana más internacional.

El lápiz agilísimo de Munuera hace virguerías en cada viñeta: lleva al terreno de su estética larguirucha el universo rechoncho de Salvérius y, una vez más, hace suya una escuela que palpita por derecho propio en su filiación artística. En esta obra en particular, fomenta la convivencia de tradiciones gráficas muy diferenciadas: como en las películas de los hermanos Marx, donde los protagonistas son los payasos frente al arrullo de fondo de la pareja guapa, compagina la predominante figuración cómica (los personajes bufos, caricaturescos) con la romántica (los personajes «serios», que cargan con la misión dramática de la obra, con la historia de amor, con el poso compasivo) y se atreve también a injertar una épica de matiz esperpéntico, a través de un capitán sudista, villano en toda regla de la tradición usaca, en el marco de una guerra mostrada con crudeza realista para vehicular no tan doucement su mensaje antibélico.

En cuanto a la planificación visual, su encaje de personajes en el entorno (pericia munuerense que es lo que más me ha hecho disfrutar, así como su gozocísimo dominio de la estampa miniaturizada) resulta hipnotizante, por composición y finura del entintado. Y a pesar de ese clasicismo en el enfoque narrativo, de vez en cuando se arranca con stacattos leoninos (por Leone), pagando su tributo secuencial a otro género bastardo (subgénero decían antes, yo ya no me atrevo…), nacido del saqueo cultural perpetrado por los mercenarios del arte más descarados, sinvergüenzas e imprescindibles que hayan existido en nuestro último medio siglo: los fabulosos italianos y sus no menos fabulosos espagueti westerns.

¿Y dónde está el toque cañí en este nutritivo potaje de influencias y juegos referenciales? Bueno, para empezar, en la propia portada: en ese periodista urbanita y quijotesco que, impulsado por su humanismo, recorre la pradera a lomos de un rucio digno de Sancho Panza. También, creo yo, en el alegre desprejuicio y sana naturalidad con que se enfoca un amor interracial que, a lo mejor, en Estados Unidos ya generaría ramitas chascando en el asustadizo editor de turno.

La historia que nos cuenta El enviado especial rebosa amor a toda la heterogénea humanidad y respeto a la comprensión entre culturas.

Y lo que es más importante aún para recomendar su lectura: ¡no puedes parar de reír!

Así que vivan los ‘casacas azules’ de Cauvin, Salvérius, Lambil, Munuera y BeKa. Y ojalá El enviado especial se edite pronto en España.

Qué gran tebeo (sin perdón).

Sinopsis

Londres 1861. William Russell, reportero de The Times, cubre una huelga en una fábrica, para disgusto de sus superiores que lo acusan de ponerse del lado de los trabajadores. Para deshacerse de él, la redacción del periódico lo envía al otro lado del Atlántico, donde se ha desatado la Guerra Civil. En América, en el campamento del ejército del Norte, el cabo Blutch y el sargento Cornelius Chesterfield son los encargados de escoltar a este curioso observador inglés, flemático y distinguido, que toma notas en el campo de batalla mientras monta una mula.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
(Avatar © David Campos)