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Carlitos y Snoopy

‘Carlitos y Snoopy. Las mejores tiras de Peanuts’: viñetas de una infancia eterna

Este libro no es solo un recopilatorio. Es un álbum de recuerdos de papel y tinta. Leer ‘Carlitos y Snoopy’ es como reencontrarse con amigos de colegio que jamás crecieron.

Hay libros con un aire familiar. Como si uno los hubiera tenido siempre en la mesilla de noche, entre el reloj y el último caramelo de menta. Así es este volumen que lleva por título Carlitos y Snoopy. Las mejores tiras de Peanuts, con selección y traducción de Daniel Álvarez Cañellas, en una edición en tapa dura —perfecta, sí, de las que ya no se ven—, que es más un álbum de recuerdos que un libro de tiras cómicas. Aunque también lo sea.

Cualquiera que se criara leyendo tebeos no podrá evitar que, al abrir sus páginas, le invada la nostalgia. Porque Peanuts no es sólo una historieta: es, si me lo permiten, una forma de estar en el mundo. Con melancolía, con ilusión, con ironía y con esa actitud resignada de quien nunca atina a patear el balón antes de que se lo quiten.

Todo empezó en Saint Paul, Minnesota, un lugar que suena a sitio nevado y a pasos amortiguados sobre la escarcha. Allí, entre 1947 y 1950, Charles M. Schulz publicaba una modesta tira llamada Li’l Folks, que no auguraba revoluciones gráficas ni premios internacionales. Era solo un tipo solitario dibujando niños sabios y perros impertinentes. Nadie sabía aún que estaba cincelando un espejo donde el alma norteamericana —y luego la del mundo entero— aprendería a reconocerse en sus derrotas.

Carlitos y Snoopy. Las mejores tiras

El niño sin suerte y el perro que soñaba en tecnicolor

El alma de Peanuts es Charlie Brown, Carlitos. Ese chaval de camiseta amarilla con un rayo negro. Carlitos es el que nunca gana un partido de béisbol y nunca consigue que su cometa vuele alto. Pero que sigue intentándolo. Como los héroes verdaderos. Los que no se sienten héroes.

A su lado, Snoopy, el perro beagle con vocación de caballero del aire, escritor existencialista y bailarín solitario. El sabueso que nunca ladra, pero dice todo. Que duerme sobre el tejado como quien flota en las nubes.

Están también Lucy, con su puesto de psiquiatra —consejos a cinco centavos—, enamorada del pianista Schroeder; Linus, su hermano, que abraza su manta como quien abraza sus dudas; y Patty, pizpireta y rebelde, adelantada a su tiempo. Viven en un barrio que no existió, pero que todos reconocemos.

Peanuts no necesitaba escenarios rimbombantes ni gags efectistas. Su fuerza reside en la línea clara, el trazo sencillo y la pausa reflexiva entre dos globos de texto.

Humanismo disfrazado de ternura

En 1968, cuando el mundo ardía —Vietnam, la muerte de Martin Luther King, los Beatles descubriendo la India—, Schulz dibujó a Franklin. Un niño negro. Franklin jugaba con los demás. Compartía pupitre. Lo extraordinario era eso: que no fuera extraordinario. Y uno piensa en lo valiente que fue ese gesto, en aquella América convulsa y polarizada.

Y es que Peanuts fue siempre más valiente de lo que aparentaba. Como la gente buena. Como los viejos del barrio que no dicen mucho, pero lo han visto todo.

La tira duró casi cincuenta años. Cincuenta. Schulz murió en 2000, y al día siguiente salió publicada su última viñeta. Una nota mecanografiada junto a Snoopy, dando las gracias y despidiéndose. Como cuando se apagan las luces del cine y empieza la película. Pero al revés.

A Schulz no le gustaba el título, por cierto. Peanuts le parecía inadecuado. Él prefería decir que dibujaba una tira con Carlitos y su perro. Y eso basta.

Hoy, el legado de este dibujante genial revive en aeropuertos con su nombre, en la reposición de aquellos especiales navideños con música de Vince Guaraldi y en cada lector que encuentra consuelo en una tira donde un niño no logra volar una cometa, pero lo vuelve a intentar.

Una cápsula del tiempo

Este libro que tengo ahora en las manos —con tapa de tela, con olor a nuevo— es más que una recopilación. Es una cápsula del tiempo. Una carta a los Reyes Magos escrita con lápiz bic y tachaduras. Un álbum de cromos que recapitula medio siglo XX.

Uno abre una página cualquiera y escucha, como en la distancia, una pelota botando. Y luego, la voz de Lucy: «Lo siento, Carlitos. Otra vez será». Porque al final, Peanuts no trata sobre la infancia. Trata sobre nosotros. Sobre ese momento en que alguien nos prometió que podíamos patear el balón… y fallamos. Pero volvimos a intentarlo.

Carlitos y Snoopy. Las mejores tiras de Peanuts es para quienes aún creen en las casetas de perro que sirven de avión. En los abrazos con manta. En los niños que filosofan sin saberlo.

Sinopsis

Snoopy y Carlitos. El sabueso de imaginación desbordante y su dueño, un obstinado perdedor, son dos iconos universales del siglo XX; y con ellos, el resto de la pandilla: Woodstock, Lucy, Linus, Patty, Schroeder, Sally… Durante cinco décadas, niños y no tan niños leyeron a diario una tira cómica que pronto alcanzó cotas de popularidad insólitas, a la vez que desmontaba ante los asombrados ojos de medio mundo el lado oculto del sueño americano.

Con motivo del 75 aniversario de la publicación de la primera historieta de Peanuts, desde Reservoir Books queremos celebrar el legado cultural de esta legendaria serie con una edición que recoge sus mejores tiras diarias y dominicales: más de 500 páginas de existencialismo perruno y psicología suburbana para todos los públicos.

Charles Monroe Schulz (1922-2000) nació y se crió en Minnesota, Estados Unidos. Tras servir en el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó como profesor de arte a la vez que publicaba sus primeras tiras cómicas, Little Folks, en un periódico local. Dichas tiras originaron una de las series más longevas y relevantes de la historia del cómic: Peanuts, publicada ininterrumpidamente entre el 2 de octubre de 1950 y 13 de febrero del 2000, pocas horas después del fallecimiento del autor. Peanuts, más conocida en nuestro país como Carlitos y Snoopy, fue una obra pionera en la introducción de la vida cotidiana en el mundo del cómic y llegó a publicarse simultáneamente en 2600 periódicos de todo el mundo, convirtiéndose en una de las series más populares, lo que le valió a Charles M. Schulz reconocimientos como el Premio a la Mejor Tira Cómica en 1962 por el National Cartoonists Society o el Reuben Award en 1955 y 1964.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Reservoir Books. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.