Las riadas valencianas destruyeron las pertenencias y los arraigos de miles de personas, cuando no la vida misma. Entre los bienes aniquilados figuran bibliotecas, archivos, editoriales y librerías. Una enésima vez en la historia los libros se suman a las filas de las víctimas.
De todo ello da cuenta Bibliotecas. Una historia frágil de Andrew Pettegree y Arthur der Weduwen (traducción de Enrique Maldonado Roldán, Capitán Swing, Madrid, 2024, 592 páginas). Es un documentadísimo manual enciclopédico que puede leerse como una narración épica cuyo protagonista es el libro, es decir la escritura, es decir la memoria de nuestra especie.
Como toda épica, tiene largas temporadas de prosperidad y pacífico desarrollo y bruscas explosiones bélicas que todo lo arrasan. La historia, imperturbable en sí misma, sigue.
El libro como testigo de la historia
Esencial y frágil, todo registro de escritura nos ha caracterizado, a veces con letras, otras con meros diseños que las predicen. Se las ha labrado en la piedra, cocidas en el barro, desplegadas en papiros, pergaminos y, por fin, en papel de trapo y de celulosa, es decir, de madera laminada.
En estos tiempos, el libro es más luminoso que nunca porque titila en la pantalla del e-book. Su casa, la de unos pocos o la de todos, ha sido la biblioteca. Su aventurada fantasía, convertirse en el depósito que almacene todos los libros del mundo. Entre Alejandría y Washington abundan los ejemplos.
Conservación o pérdida: el destino de las bibliotecas
Lo que nuestro libro describe acerca de los libros organizados en bibliotecas, es una suerte de alternancia belicosa entre la perduración y la destrucción. Estas instituciones se conocen desde las mismas fechas en que se montaron las primeras ciudades. Las atesoraron los poderosos, es decir los reyes y los sacerdotes.
Se alojaron en monasterios, palacios, edificios propiamente tales tanto privados como públicos, gabinetes de lectura, librerías de nuevo y de viejo, casas de familia, mansiones de coleccionistas y cooperativas de ayuda social pobladas de obreros. Hubo y hay ringleras de libros en rascacielos con cientos de pisos y en chozas de parajes solitarios. La letra, su permanencia en la escritura y su agrupación en bibliotecas acompaña nuestra historia como especie.
El libro como víctima
Esta historia, no obstante su insistencia, lo es también de la muerte del libro. A veces, como en las riadas del comienzo, por accidentes naturales mas, en repetidos casos, por la acción deliberada de la especie que había creado el libro.
Víctima y verdugo a un mismo tiempo, en el curso de los siglos la escena se ha repetido: censura y hoguera, saqueos, bombardeos, incendios voluntarios, hallaron en algo tan indefenso como es un libro, el hábil material de sus persecuciones.
Es cierto que aniquilar libros es una manera de aniquilar ideas que son el estímulo de la acción humana. El indefenso objeto se torna peligroso de modo indirecto y eficaz. Por eso se argumentan muy serias cuestiones morales, sociales y políticas cuando se trata de destruir libros. Por eso, de nuevo, su sesgo épico. Su escenario privilegiado es la sala de lectura de una biblioteca pero cualquier lugar es bueno para leer, desde la plácida alcoba hasta el inhóspito calabozo. Aunque frágil, la familia libresca alojada en las bibliotecas desafía la muerte y propone renacer. En la palabra escrita perdura por excelencia la humanidad.
Sinopsis
Una fascinante exploración de la historia de las bibliotecas y de las personas que las construyeron, desde el mundo antiguo hasta la era digital. Famosas en todo el mundo conocido, celosamente guardadas por coleccionistas privados, construidas a lo largo de siglos, destruidas en un solo día, ornamentadas con pan de oro y frescos, o llenas de sacos de judías y dibujos infantiles: la historia de las bibliotecas es rica, variada y está repleta de incidentes.
Los historiadores Andrew Pettegree y Arthur der Weduwen nos presentan a los anticuarios y filántropos que dieron forma a las grandes colecciones del mundo, trazan el ascenso y la caída de las modas literarias y revelan los delitos y faltas cometidos en la búsqueda de manuscritos singulares.
Al hacerlo, revelan que, si bien las colecciones en sí son frágiles y a menudo se arruinan en pocas décadas, la idea de la biblioteca ha sido notablemente resistente, ya que cada generación crea —y rehace— de nuevo la institución.
Bellamente escrito y profundamente investigado, Bibliotecas es una lectura esencial para amantes de los libros, coleccionistas y, en general, cualquiera que alguna vez se haya perdido felizmente entre librerías.
Imagen: Pixabay.
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