El 21 de abril de 2020 moría Florian Schneider, fundador junto a Ralf Hütter del grupo de música electrónica Kraftwerk. En realidad, Schneider estaba apartado del proyecto desde 2008, año en que fue sustituido por Stefan Pfaffe (Su última actuación con la banda tuvo lugar en España, en noviembre de 2006). Sin embargo, ese distanciamiento no nos impide reconocer su inmensa importancia como artista.
Es difícil elegir una pieza musical para recordarle. Por su flauta, por sus arpegios y por sus ideas cultivadas para hacer de Kraftwerk un concepto que trascendiera a su tiempo, creo que «Autobahn», tema principal del álbum homónimo lanzado en noviembre del 74, es el más indicado.
Además de una perfecta canción pop con sintetizadores, «Autobahn» es un buen ejemplo de lo que fue el legado de Kraftwerk.
Recordemos que Autobahn es su cuarto LP de estudio. Pese a estar producido al igual que los tres anteriores por Konrad «Conny» Plank, dicho álbum plantea una interesante evolución respecto a sus trabajos previos ‒Kraftwerk (1970), Kraftwerk 2 (1972) y Ralf und Florian (1973)‒, tanto en el aspecto lírico y poético como en el tecnológico. Por ejemplo, aquí ya escuchamos sintetizadores como el Minimoog, usado por grupos de kraut rock como Tangerine Dream y Popol Vuh, o el EMS Synthi AKS. Ambos fueron adquiridos cuando grababan su tercer disco.
Es una pena que el grupo no reivindique esos tres primeros trabajos, publicados entre 1970 y 1973. Kraftwerk siempre se negó a publicarlos en CD, y las copias que existen son de carácter prácticamente clandestino. No obstante, merece la pena escuchar muchísimas de las piezas contenidas en esos discos, y Ralf und Florian sigue constando como uno de los mejores registros de la banda.
También se hacen sentir en Autobahn otros artefactos musicales, muchos de elaboración propia, que otorgaron esa identidad singular al sonido de Kraftwerk. De ahí en adelante, el Kling Klang Studio, el estudio de grabación que tenía la banda en Düsseldorf, se consolidó como un auténtico laboratorio, un taller donde construyeron de la nada todo ese lenguaje cibernético y electrónico al que hoy estamos tan acostumbrados.
Lo cierto es que en 1970, fecha de fundación de Kraftwerk, nadie daba un duro por ese planteamiento tan libre y exquisito. Al principio, trabajaron a partir del sonido industrial, pero luego fueron elaborando poco a poco su propio lenguaje. Si hubiera que resumir este concepto, podríamos decir que, dentro de la historia del rock, esta fue la primera vez que la instrumentación electrónica no era solo un fin en sí mismo, sino un medio al servicio de algo muy superior.
En Autobahn, Hütter y Schneider lideraban ese cuarteto que ya se había completado con dos incorporaciones: Wolfgang Flür, ligado a la banda desde 1974 y Klaus Röder, sustituido a partir del año siguiente por Karl Bartos.
Como ellos mismos han repetido, Hütter y Schneider son unos devotos de la música de los Beach Boys. Guiados por esa admiración que sentían por los chicos de la playa y sus formidables grabaciones de estudio, estos nuevos Beach Boys de la cuenca del Ruhr incluyeron un estribillo («Wir fahr’n fahr’n fahr’n auf der Autobahn») cuyo coro, «fahr’n fahr’n fahr’n», remite a «Fun, Fun, Fun», aquella canción de Brian Wilson y Mike Love que los Beach Boys convirtieron en un rotundo éxito allá por 1964.
El triunfo de «Autobahn» en las listas americanas, durante la primavera de 1975, propició un acercamiento de Ralf y Florian al entorno de David Bowie. Tras su infierno en Los Ángeles, Bowie eligió Alemania como balsámico destino. Se instaló en un apartamento de Schöneberg y en el Hansa Tonstudio, de Kreuzberg, comenzó a explorar nuevos sonidos, bajo la influencia de Brian Eno y de la bulliciosa escena germana. Una de las cosas que hizo fue contactar con Kraftwerk. Recordemos que el concepto de los casi veintitrés minutos de «Autobahn» surgió en el asiento de atrás de un Volkswagen que iba de Düsseldorf a Duisburg. Ellos también le dieron un paseo a Bowie por una autopista alemana, mientras escuchaban esta canción. Yo mismo he conducido un coche de fabricación alemana por este mismo tramo de autopista entre Colonia y Düsseldorf, y os aseguro que funciona. Es una gran experiencia (por supuesto, sin David Bowie dentro del coche, claro está).
«Kraftwerk ‒escribe Claudio Fabretti en Onda Rock‒ es música en movimiento, vanguardista en el verdadero sentido del término («mantente a la vanguardia»), y no en su interpretación snob («música difícil de escuchar») para el uso y consumo de un puñado de críticos aburridos. Desde el principio hasta la llegada del pop sintético, el dúo de Düsseldorf se mantuvo a la cabeza del grupo. Ambos fueron unos combativos e incansables buscadores de nuevas mezclas y alquimias sonoras. Androides del rock semi-serios, mitad hombres mitad máquinas, Ralf y Florian recorrieron su muy personal autobahn, impulsados por los recursos experimentales de la escuela teutónica (Stockhausen, la kosmische musik) y proyectados hacia esa música que aún estaba por venir (new wave, synth-pop, hip-hop, dance, house, trance, techno… ). En 1970, tras finalizar sus estudios clásicos, los dos jóvenes pupilos de Stockhausen pusieron en marcha la llamada Organización, con el apoyo de tres percusionistas. Tone Float es su único trabajo publicado, bajo la enseña de una tímida experimentación electrónica. Ralf y Florian decidieron entonces apostarlo todo en la construcción del mítico Kling Klang Studio (…) que se convirtió rápidamente en el motor del proyecto Kraftwerk«.
«Los dos primeros álbumes (1 y 2) ‒añade Frabetti‒ se insertan en la línea de la naciente escuela alemana de Tangerine Dream, Klaus Schulze, Cluster & C., y sientan las bases para el futuro nacimiento de la música ‘industrial’. En cambio, Ralf & Florian es un trabajo de transición, previo a ese aterrizaje perfecto del sonido Kraftwerk que es Autobahn. (…) Mejorada por la introducción del Moog, Autobahn es una obra maestra, dotada de un equilibrio sin igual en la historia del rock electrónico. Un equilibrio entre ruidos y melodías, experimentos vanguardistas y pop, danzas ancestrales y ritmos concretos, humanismo y cibernética, tecnología y arte. Definido por Ralf Hütter como «una especie de raga diseñada para escuchar en el coche», el álbum es una sinfonía para motores. Motores que rugen, que murmuran sonidos y ruidos en una armonía hipnótica. ‘Düsseldorf, la ciudad en la que vivimos, es el centro de la mayor zona industrial alemana ‒dijeron Hütter y Schneider‒. Nuestra música es la de la realidad urbana, con los ritmos y sonidos que producen fábricas, trenes y coches. Trabajamos en este contexto y con esta influencia de ocho a diez horas diarias en nuestro estudio de grabación. Nos encantan los ordenadores y las máquinas que hemos construido nosotros mismos. Tenemos una relación semi-erótica con todo ello’. El romanticismo centroeuropeo, la estética futurista y una sensación típicamente soul se cruzan en la autopista de Kraftwerk para dar vida al sonido del futuro».
«En Autobahn ‒concluye‒ se materializan las visiones la Metrópolis de Fritz Lang y las profecías de un futuro cibernético que más adelante pondrán en práctica artistas electrónicos fundamentales como Devo, Ultravox y el Bowie de Berlín. Son evidentes, las huellas del minimalismo de Eno, Glass y Reich, aunque conducido a excesos casi de parodia, y las de la aventura espacial lisérgica del ‘Interstellar Overdrive’ floydiano. Pero todo es increíblemente homogéneo y compacto. Los sonidos secos y asépticos, o persuasivamente suaves, se filtran y metabolizan mediante un uso de la electrónica que pretende crear un nuevo arte ‘total’: un lenguaje universal, una koinè (…) de la aldea global».
Este artículo amplía una transcripción de mi programa radiofónico «Orient Express», emitido por Radio Círculo © Gernot Dudda. Reservados todos los derechos.