Marzo de 1991. Coincidiendo con el reestreno de Celos del Aire, de José López Rubio, en Madrid, tuve la oportunidad de entrevistar a una de las actrices protagonistas de esta comedia, Aurora Redondo. El día en que me enteré de su muerte, cinco años después, volví a escuchar la grabación de aquel diálogo, como quien intenta que el tiempo no le robe a uno demasiados recuerdos.
Qué gran cosa el teatro… ¿Se han dado cuenta de que España es un país pródigo en grandes actores teatrales? Admito que siempre me he resistido a hacer listas de los mejores profesionales en tal o cual categoría. Sin embargo, si me obligan a elegir las mejores actrices que han pisado el escenario en nuestro país, entre ellas, sin dudarlo, estaría doña Aurora.
Nacida con el siglo y barcelonesa de nacimiento, Aurora debutó a los siete años con la obra Doncell qui cerca muller, sobre las tablas del Teatro Romea de Barcelona. En Madrid dio vida a personajes infantiles, creciendo en los camerinos, afinando poco a poco una dicción que luego le permitiría encarnar, entre aplausos, a Doña Inés en el Tenorio. Por la misma época, debutó en el cine, protagonizando en 1923 Santa Isabel de Ceres y en 1924 Mancha que limpia.
Formó compañía con su esposo, Valeriano León. Grandes amigos de Carlos Arniches, estrenaron varias de sus obras más conocidas. A la muerte de su marido, guardó luto por él durante un año, pero regresó con una energía desbordante. Fue la abuela en La casa de Bernarda Alba, de García Lorca, triunfó con Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura, e intervino en diversos montajes de obras de otro de sus amigos, Jacinto Benavente. Su repertorio, inmenso, abarcó casi un siglo, y en ningún momento se apagó su talento.
Transcribo aquí el contenido de aquella grabación, precisamente porque para administrar bien la memoria de gente admirable, no hay nada como dejar por escrito aquello que un día nos contaron.
Doña Aurora, usted entró en la compañía de Enrique Borrás cuando era una adolescente, sustituyendo a una compañera. Las cosas le fueron muy bien desde el principio…
Sí, es verdad. He trabajado con don Enrique Borrás. También me quiso Rosario Pino y no pude ir con ella, porque estaba contratada con Borrás. Y más tarde me contrataron en el Teatro de la Comedia… El público siempre me quiso mucho. He tenido una suerte inmensa.
Entre otras obras, estrenó La Venganza de Don Mendo, de Pedro Muñoz Seca.
Fue una época preciosa de mi vida. No te puedes imaginar lo que fue aquello.
En 1926 se casó usted con Valeriano León. Y el padrino de su boda fue nada menos que Carlos Arniches.
Había tanta gente que quería vernos… Hubo un atasco en la calle Alcalá de tantas personas que fueron. Yo no me encontraba bien. Me había sentado mal una tortilla francesa que comí el día antes. El gentío era monumental. Acabamos los dos con los trajes desgarrados.
La compañía que formaron don Valeriano y usted no dejó nunca de tener éxitos. Recorrieron toda España.
Es verdad, me he pasado la vida haciendo giras. Pero me fascina esta profesión. Siempre he tenido trabajo, gracias a Dios. No me importa qué obra me propongan, con tal de salir a escena. Y no me importaría morir en el escenario.
Tiene usted fama de ser una mujer fuerte. Cuando actuó en La casa de Bernarda Alba, se rompió la clavícula, pero no quiso abandonar la compañía. Siguió actuando a pesar de todo.
Es que verás… cuando estás frente al público, ya no hay dolores. Te olvidas de todo, porque lo único importante en ese momento es actuar. Esta es una profesión muy dura, pero cuando se hacen a gusto las cosas… Dicen que sarna con gusto no pica.
Celos del aire es una pieza que ha interpretado en distintas ocasiones. ¿Qué sintió cuando le brindaron la oportunidad de volver a actuar en ella?
Pues una alegría muy grande, porque es una de las comedias que más me gustan. Es verdad que ya la he hecho otras veces, pero vuelvo a ella con un placer enorme.
Interpreta a Doña Aurelia…
Mi papel es precioso. Es un personaje muy tierno, muy dulce, muy agradable…
¿Se siente bien tratada por sus compañeros?
Ay… Con ellos estoy muy a gusto. Siempre me tratan muy bien. La verdad es que me miman mucho. Fíjate: me llaman «princesa» [risas]. Pero en realidad yo soy muy maleducada.
¿De dónde saca tanta energía para subir al escenario?
Me encanta mi profesión. Y además no hay más remedio. Dicen que soy la decana del teatro español. Yo creo que sí. Ninguna tiene mi edad.
Sé que es muy difícil resumir una carrera tan larga como la suya, pero si tuviera que elegir tres o cuatro obras significativas, ¿con cuáles se quedaría?
Son 84 años de profesión… Es muy difícil… Pero yo te diría que La casa de Bernarda Alba y Maribel y la extraña familia… Todas las últimas obras que he interpretado me encantan.
En general, los actores tienen un recuerdo muy claro de su debut. ¿Usted también?
Pues no, mira, de mi debut no me acuerdo porque… Hace tanto tiempo… Además, yo tenía siete años, así que no hay forma de que lo recuerde [risas].
¿Sigue estando nerviosa antes de salir a escena?
Eso siempre, Guzmán. Es lo más bonito del teatro. Yo me meto en el papel desde el momento en que salgo a escena. Me da igual que sea un papel cómico o dramático. No quiero que me encasillen. Me aburriría. Así, con variedad, estoy mucho más distraída.
¿Cree que para ser actor hay que pasar por una academia?
En las escuelas de arte dramático siempre se aprende. Pero si quieres que te diga la verdad, yo creo que no hacen falta. Esto es algo que lleva uno dentro.
¿Cómo se siente cuando ve que entre los espectadores hay muchos jóvenes?
Es cierto, ahora van muchos jóvenes al teatro, y eso me encanta. La risa de los jóvenes es distinta… Es la risa que nos anima de verdad, es la que nos ayuda a trabajar y nos da fuerzas.
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Imágenes: Centro de Documentación Teatral. INAEM. Ministerio de Cultura y Deporte. Gobierno de España (Cabecera). Aurora Redondo con el autor (Abajo).