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«Asesino cósmico», de Robert Juan-Cantavella: Bailar con las palabras

“Porque yo, Ukk, no soy humano. Nunca lo fui, al menos que yo sepa” («La verdadera historia del temible Ukk», un relato de Curtis Garland)

“–Nada famoso, se lo advierto –dijo el caballero con una modestia que a la señorita Polidori le pareció enternecedora y convincente–, escribo ensayos sobre psicología, parapsicología y cosas así. También vendo whisky –añadió casi enseguida–, de hecho a Otranto me trae el whisky. Tengo allí varias visitas que hacer. Además soy parapsicólogo. Pero dejemos de hablar de mí…”. (Asesino cósmico, de Robert Juan-Cantavella)

Uno de los primeros libros que alquilé de niño en la biblioteca municipal de mi pueblo fue Tiburón 2, apabullado por el terror que como un despertar erótico sembraba en mí el mero vislumbre de cualquier secuencia desgranada por TV del filme de Spielberg. Leí antes Tiburón 2, una novelización de la secuela fílmica, que el primer Tiburón original de Peter Benchley, y ambos antes de osar ver la película. De esos dos libros, sólo recuerdo que el jefe de policía Martin Brody tenía 40 años y se sentía por vez primera consciente de que estaba a la mitad de su trayecto vital. Ese detalle se me quedó clavado desde que lo leí crío hasta este momento, en que me hallo a punto de cumplir los 40.

Por eso me hace gracia que Tiburón 2 esté en la génesis –así lo ha confesado Robert Juan-Cantavella en varias entrevistas– de Asesino cósmico (2011), una de las novelas más absurdas y deliciosas –y deliciosamente escritas– que he tenido el placer de leer.

Básicamente, su autor plantea un universo y unos personajes de Bolsilibro Bruguera y, MUY consciente de los giros, fórmulas y convenciones que el género popular tradicional impone, se dedica a bailar con frases, situaciones y elucubraciones abstractas que me han hecho reír hasta la lágrima viva. Ese gusto por el puro baile de fraseos y florituras expresivas, al ritmo de un pulp cañí (”Amarrada para siempre al marco por el bigote”; “Por todas partes hay soldados trajinando superconductores”; “Consumar la infamia”; “Sustantivo rufián”; “Para resultar más convincente la ha reducido con una llave de kárate”…), imposibles de endosar en otro código narrativo –uno naturalista o meramente realista, incluso épico o aventurero si nos lo tomamos en serio– es el gran panal de rica miel que Juan-Cantavella pone al alcance de nuestras zarpas.

Quien no sea aficionado a la literatura de género o no sepa gustar de la frivolidad bien entendida –quienes le exijan a la literatura que refleje la realidad más prosaica; no la realidad real, ésa que sólo está en nuestras cabezas, o a sí misma– no entenderá nada y despreciará la obra por falazmente pueril; pero a quien le guste desde siempre la literatura per se, va a disfrutar como gocho en chiquero.

Olvidaos de estructuras narrativas y evolución dramática: cada capítulo es un ejercicio de estilo en sí mismo y el valenciano cierra el chiringuito cuando ya se ha cansado del juego. Pero qué demonios, dentro no solamente encontraréis párrafos hilarantes: también algunos pasajes fascinantes y conmovedores por forma y fondo, de bordado fino y exquisito y espiritualmente enjundiosos, como la reflexión de una madre sobre la súbita pérdida de su hijo o el intríngulis que puede llegar a forjarse en una mente sufrida el posado para una foto de graduación.

Como si de una canción de pop chicloso se tratase, Asesino cósmico incluye también su negro rapeando: en esta ocasión se trata de una colaboración de lujo, el gran Curtis Garland (Juan Gallardo Muñoz), uno de los autores de novela de kiosco más entrañables, personales y jugosos de la generación Bolsilibro Bruguera. Garland aporta un capítulo entero con su prosa diabólicamente efectiva y sus tics demenciales, así como personajes y motivos que el propio Juan-Cantavella se encarga de incorporar al repertorio conjunto.

En suma, un espectáculo de danza de las palabras, maravilloso y diáfano, donde el espectador asiste a un homenaje a la belleza por la belleza, literal y literaria.  Y donde Juan-Cantavella se revela un hedonista de la escritura porque sí.

Sinopsis

Isla Meteca ha sido destruida por un monstruo y vive bajo la amenaza de un asesino cósmico que viene desde la luz primigenia. Buen principio, ¿verdad? No te pierdas el resto…

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
(Avatar © David Campos)

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