Un escritor loco, Robert E. Howard, introdujo en todos los relatos protagonizados por Conan el mismo escenario: civilizaciones decadentes, entregadas a cultos malignos, a los que se enfrentaba con repugnancia su héroe bárbaro. «La barbarie es el estado natural del hombre. La civilización es antinatural. Es un capricho de de las circunstancias. Y, en última instancia, la barbarie siempre saldrá triunfante», decía el tejano en boca de su famoso cimmerio.
Un director loco, Mel Gibson, se imbuyó en 2006 de este espíritu y vino a mostrar lo mismo en esta contundente película de aventuras, que en su momento originó cierto debate por sus discutibles inconsistencias históricas, y que por supuesto, no sentó bien a esos que sostienen que las civilizaciones precolombinas estaban compuestas por pacíficos hippies, dedicados exclusivamente a la astronomía y las matemáticas. Culturas supuestamente idílicas, cuyos adelantados conocimientos científicos no les llevaron a la invención de armas de fuego para combatir a la panda de patibularios que, según esa misma visión, llegó desde España para apropiarse del oro ajeno.
Otros historiadores, refiriéndose a la película, han sostenido que, efectivamente, en todos sitios cuecen habas, y que los mayas, al igual que otras culturas de Mesoamérica, tampoco eran unas hermanitas de la caridad, pese a que hayan sido idealizados frente a los conquistadores [Aunque este detalle se refiere a los aztecas y no a la civilización maya, tomemos como ejemplo la torre formada por cráneos humanos próxima al antiguo Templo Mayor, en lo que fue Tenochtitlán. Se trata de un horrendo hallazgo descrito por Andrés de Tapia, cronista y soldado español que formó parte de las tropas de Cortés en la conquista de México. Aunque se consideraba un detalle legendario, finalmente un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrió bajo la Catedral Metropolitana más de 650 cráneos y miles de restos humanos que formarían parte de esta torre tan significativa. «Nosotros esperábamos que fueran hombres, obviamente jóvenes y también guerreros. La cuestión es que no creíamos que fuera a haber mujeres y niños, que no tendrían que ir a la guerra», declaró en 2017 el antropólogo y biólogo Rodrigo Bolaños.]
Pese a que Gibson, al igual que hizo en La Pasión de Cristo (2004), volvió a recurrir a la estupenda idea de que los personajes hablasen la lengua original del lugar y época en que transcurre la acción, no se aprecia en el film un interés especial en recrear la civilización maya. Esta aparece tangencialmente, y es vista desde los ojos aterrorizados de un cautivo que nunca ha visto una construcción de piedra, y aún menos una gran ciudad.
Lo que interesa al director de Braveheart es contar una historia sencilla sobre gente con valores aún más sencillos. La meta exclusiva del héroe es salvar a su mujer embarazada y a su hijo, sin más. Este es casi un cuento narrado a la luz de la fogata de una tribu. Una epopeya nada épica pero de indudables tonos míticos, incluyendo una magistral y escalofriante escena en la que una niña enferma vaticina la derrota de los villanos.
Autores como Conrad o Herzog han usado la selva como metáfora, haciendo que sus personajes, a medida que se introducen en ella, vayan sumergiéndose en la locura y en las tinieblas. En Apocalypto sucede al revés: el mal viene de fuera y el terror comienza cuando acaban los árboles para dar paso a las canteras, los mercados, las fashion victims, los niños gordos malcriados y los gobernantes que utilizan la palabrería y el espectáculo para embaucar al pueblo.
Según algunos integrantes del proyecto, este retrato vendría a ser, en paralelo, una crítica a la situación actual del tambaleante imperio estadounidense. Lo cierto es que lo que vemos en Apocalypto vale para todas las épocas, como bien se dice en la cita del prólogo (Algo que, por cierto, sentó muy mal a los que siguen quejándose por la conquista española, como si a nosotros no nos hubieran invadido también otras tantas culturas foráneas).
Dejando todos esos detalles al margen, Apocalypto es un film de acción y aventuras lleno de sangre y testosterona (aunque la esposa del protagonista hace gala de unas agallas envidiables), no muy alejado de entretenimientos como Acorralado o Depredador, de la cual hay varias referencias visuales directas.
Tenemos aquí de nuevo al héroe sin tecnología, enfrentado a una fuerza superior a la que combate gracias a su conocimiento del entorno natural. O dicho de otro modo, una guerrilla formada por un solo hombre. Y lo mejor de todo es que, si desaparecieran los subtítulos, la película sería entendida a la perfección, ya que el poderío visual y la fuerza narrativa de Mel Gibson como director hacen que lo que se vea en pantalla sea cine con mayúsculas.
Apocalypto no es apta para personas con el estómago débil ni para espectadores con prejuicios, que no saben separar la vida privada del director de la obra del artista. Me refiero a esos que se van a quejar de la película aunque les guste, solo porque su autor es un tipo tan problemático y desquiciado como Gibson.
Sinopsis
Una pequeña tribu de cazadores de la selva mexicana ve sacudida su pacífica existencia con la llegada de unos cazadores de hombres. Durante la incursión, el joven Garra de Jaguar (Rudy Youngblood) consigue ocultar a su hijo y su mujer embarazada en un pozo del que es imposible salir. Los captores conducen a sus presas al corazón del Imperio Maya, donde serán ofrecidos como víctimas a los dioses, pero lo único que preocupa a Garra de Jaguar es el destino de su familia.
Origen del proyecto
Los poderosos reinos mayas rigieron América durante más de 1.000 años, construyendo grandes ciudades, erigiendo pirámides que hendían el cielo y forjando una sociedad impresionantemente avanzada, responsable de extraordinarios logros culturales y científicos. Luego, en un instante de la historia, todo aquel mundo se derrumbó. Y todo lo que dejó detrás de sí fueron algunas pirámides cubiertas por la jungla y un misterio apasionante. Qunientos años después del final de la civilización maya, el director Mel Gibson se aventuró en este reino inexplorado para crear una moderna aventura para la gran pantalla que se despliega como un mito intemporal sobre la lucha de un hombre por salvar lo que más le importa en un mundo al borde de la destrucción.
Aunque Gibson comenzó su carrera como actor en películas tan legendarias como el thriller de acción Mad Max o la serie Arma letal, no es hoy menos conocido por ser un gran director con afición a contar historias intensas. Su segundo largometraje fue el galardonado drama épico Braveheart, que mezclaba historia, romance, acción y drama en un relato de las batallas internas y externas del legendario héroe escocés William Wallace. La cinta obtendría diez nominaciones al Oscar y se alzaría con cinco estatuillas, incluidas las de Mejor película y Mejor director.
En la estela de aquel éxito, Gibson dio otro giro arriesgado. Su tercera obra tras la cámara fue La pasión de Cristo, un recorrido por las últimas 12 horas de la vida de Jesucristo en una película que revisitaba esta historia eterna con el realismo a ultranza y la emoción descarnada del cine contemporáneo. La película fue un éxito mundial sin precedentes.
Pero pocos podrían haberse imaginado cuál sería la siguiente apuesta de Gibson: una de las civilizaciones más misteriosas y atractivas de toda la historia, en cuyo marco ambientaría un thriller trepidante, cuya intensidad aumenta minuto a minuto, fruto de la imaginería y de la pura emoción, para filmar una experiencia cinematográfica como realmente no hay otra.
La inspiración para Apocalypto llegó tras La pasión de Cristo, cuando Gibson comenzó a percibir entre el público del cine una creciente avidez de películas apasionantes y muy entretenidas, pero también de algo más. “Creo que lo que la gente quiere ver en realidad son grandes historias que les aporten algo emocionalmente y que les toquen la fibra sensible”, dice Gibson. Fascinado por la brusca desaparición de la antigua civilización maya, Gibson imaginó una historia en el marco de esta cultura cargada de misterio.
En un principio, Gibson sólo sabía que quería crear una incomparable película de acción en la que un hombre tuviera que jugárselo todo. “Quería realizar una aventura de acción trepidante, una película de persecución que constantemente le apretara las clavijas al espectador”, recuerda Gibson. “Me fascinaba la idea de que la mayor parte de la historia se contara visualmente, algo que llegaría al público a los niveles más viscerales y emocionales”.
Pero cuando Gibson compartió sus ideas con el guionista y licenciado en Cambridge Farhad Safinia, comenzaron a explorar el concepto del escenario aparentemente salvaje de esta historia épica de acción al final del dominio de los mayas. Safinia, que había estado en Yucatán y había visto las ruinas mayas con sus propios ojos, intrigó a Gibson con sus historias y el guión comenzó a fluir desde ese punto de partida. “La idea era como un motor fantástico”, explica Safinia. “La historia avanzaba siempre, avanzaba hacia algo y resultaba emocionante incluso mientras la escribíamos. Hay un montón de revelaciones, giros de la trama y acontecimientos que suceden a toda velocidad”.
A medida que escribían, Gibson y Safinia se sumergieron en la fascinante historia de los mayas. Se pasaron meses leyendo textos como el Popul Vuh. Estudiaron minuciosamente hasta el último texto arqueológico sobre nuevas excavaciones y teorías sobre el hundimiento de la civilización. Luego, viajaron por separado para ver las antiguas plazas mayas por sí mismos, algo que surtió un efecto especialmente profundo.
Gibson recuerda “estaba de pie, encima del templo de El Mirador en Guatemala, en la única selva tropical que queda en el país y, fijándote bien, se apreciaban los perfiles de otras 26 ciudades, todas rodeándonos como si de un reloj se tratase. Se veían las pirámides emergiendo de la jungla, en la distancia. Era impresionante. Realmente te daba una idea de lo poderosa que fue antaño esta civilización”.
Gibson y Safinia mantuvieron asimismo largas conversaciones con el Dr. Richard D. Hansen, arqueólogo de fama mundial y experto en los mayas, quien prestó sus servicios como asesor para la película. “El entusiasmo de Richard por lo que hace es contagioso. Fue capaz de tranquilizarnos y hacernos sentir la seguridad de que lo que estábamos escribiendo poseía cierta autenticidad, además de imaginación”, asegura Gibson.
Fue Hansen quien ayudó a Gibson y a Safinia a descubrir algunos de los secretos de los mayas que más les intrigaban; y, en especial, a hacerse una idea de cómo una sociedad tan increíble pudo extinguirse. Hansen confirmó lo que Gibson y Safinia habían intuido: que existen inquietantes paralelismos entre el fin de la sociedad maya y nuestro propio caos contemporáneo.
“Lo que queríamos saber de verdad era cuáles eran las razones que subyacían a los ciclos de auge y declive de los mayas”, precisa Safinia. “Descubrimos que lo que los arqueólogos y los antropólogos creen es que los sobrecogedores problemas a los que se enfrentaron los mayas son extraordinariamente similares a los que se enfrenta hoy nuestra propia civilización, sobre todo por lo que se refiere a la degradación ambiental generalizada, al consumo excesivo y a la corrupción política”.
Gibson entiende que “a lo largo de la historia, los desencadenantes de la caída de una civilización han sido siempre los mismos, y una de las cosas que nos rondaba la cabeza cuando estábamos escribiendo es que muchas de las cosas que sucedieron justo antes de la desaparición de la civilización maya están aconteciendo en nuestra sociedad hoy. Para mí era importante establecer ese paralelismo, es fácil ver esos ciclos repetirse una y otra vez. La gente se cree que el hombre moderno es un ser ilustrado, pero estamos sujetos a las mismas fuerzas… y somos asimismo capaces del mismo heroísmo y trascendencia”.
Para Gibson y Safinia, los temas subyacentes del esfuerzo de un hombre por vivir en equilibrio con la naturaleza, de las sociedades corruptas, del amor familiar y del sacrificio por los demás, se convirtieron en la base desde la que construir una trama de pura fascinación, mientras seguimos a Garra de Jaguar en su camino, sorteando amenazas tanto humanas como salvajes. Esperaba crear una historia que avanzara tan aprisa, que tocara tanto la fibra sensible, que todo el impacto de esos temas no comenzara a afectar al público hasta haberse marchado de la sala de cine. “Creo que lo primero que llama la atención de esta historia es la gran aventura que encierra y su increíble impacto cinético”, explica Gibson, “pero detrás están los cimientos de todo lo que ha puesto en marcha la travesía de Garra de Jaguar”.
El movimiento incesante y una narración visual descarnada constituyen el alma del concepto creativo de Apocalypto. “Desde el primer minuto en que la historia echa a andar, casi todo lo que se ve en la pantalla se encuentra en movimiento”, cuenta Gibson. “En cada cuadro, la cámara siempre se está moviendo y siempre hay alguien o algo moviéndose dentro de esa toma”.
Una vez que él y Safinia terminaron el guión, todo el diálogo se tradujo al yucateco, que se habla hoy en día en la península de Yucatán. Gibson pensó que el efecto sería que trasladaría completamente al público a este mundo, al igual que había hecho al utilizar los idiomas auténticos en La pasión de Cristo.
“Creo que escuchar un idioma distinto permite al público suspender por completo su propia realidad y dejarse arrastrar al mundo de la película”, sintetiza Gibson. “Y, lo que es más importante, también hace hincapié en el lenguaje cinemático visual, que es una especie de idioma universal del corazón”.
La producción
Antes de partir para las junglas de México, Mel Gibson tenía una visión nítida de lo que esperaba conseguir allí, y era nada más y nada menos que el efecto de una máquina del tiempo. “Quería que el público se sintiera completamente parte de ese tiempo y no quería ni un solo vestigio del siglo XXI, al tiempo que, desde el punto de vista cinematográfico, quería que la película tuviera una especie de cineticismo vertiginoso y fuera muy de actualidad”, explica. “Y eso es muy difícil de hacer”. Sabía que eso requeriría un equipo de artesanos de enorme talento pero también inusitadamente flexible y dedicado, por lo que reunió un equipo en el que figuraban múltiples veteranos de películas épicas y ganadores del Oscar. Para empezar, el equipo buscó sin descanso localizaciones que pudieran establecer una atmósfera de auténtica jungla. Batieron México, Guatemala y Costa Rica pero, de buenas a primeras, hubieron de hacer frente a retos de enormes proporciones. En su búsqueda, al equipo le sorprendió la poca selva tropical que queda en América. “Es algo que duele a la vista”, dice Gibson. “Qué pena tan grande que estas selvas estén desapareciendo a razón de una hectárea por minuto. Por suerte, al final fuimos capaces de encontrar una bellísima selva tropical en México que se convirtió en nuestra jungla”.
Dieron con esta densa selva verde de innumerables enredaderas e imponentes árboles, tan vital para la acción de la historia, a las afueras de Catemaco, México. Es una de las últimas selvas tropicales que quedan en México y localmente se la conoce sencillamente como “La Jungla”. Mientras, para construir la ciudad de los Mayas, los cineastas se establecieron en un vasto y remoto campo de caña de azúcar en Boquerón, a unos 45 minutos de la ciudad de Veracruz, donde Gibson y su equipo tuvieron el espacio necesario para crear toda una metrópolis Maya desde la nada. Utilizando sobre todo mano de obra de la región, a la producción le satisfizo especialmente poder dar trabajo e impulsar las economías locales.
A continuación, para crear el aspecto visual de alto octanaje que caracteriza a Apocalypto –en la que la cámara se desplaza de forma fluida y a gran velocidad a través de la jungla maya– Gibson contrató al director de fotografía Dean Semler, ganador del Oscar por su trabajo en la epopeya nativa americana Bailando con lobos. Gibson quería a alguien que estuviera dispuesto a correr riesgos visuales y a llevar a cabo los fulminantes movimientos de cámara que había imaginado. “Necesitaba a alguien capaz de ejecutar mis ideas, además de aportar las suyas”, matiza.
Después de hablarlo mucho, Gibson y Semler decidieron rodar Apocalypto en digital, utilizando el avanzadísimo sistema de cámaras de alta definición Genesis™ de Panavision. Aunque el sistema era completamente nuevo, Semler consideró que podía proporcionarles la movilidad, la versatilidad y sobre todo la capacidad de rodar en condiciones meteorológicas extremas –lluvias torrenciales, calor abrasador y viscoso lodo– que necesitarían para sacar adelante la historia.
El sistema Genesis™ también ofrecía otras ventajas. “Apocalypto trata de una persecución palpitante, por lo que queríamos hacer hincapié en la velocidad, algo que sólo se podía acentuar con alguna especie de efecto estroboscópico, un efecto que pudimos crear con la Genesis™ y su capacidad de obturador de 360 grados”, explica Semler. “Se reveló como un instrumento magnífico en las escenas de persecución, pues nos proporcionaba imágenes que no se podrían haber logrado con ninguna otra cámara. Está todo allí, parece real y nos ha dado una dimensión y una velocidad nuevas y realzadas”.
Genesis ™ también ofreció a Gibson y a Semler la posibilidad de utilizar fuentes de luz natural y de rodar en la semioscuridad del dosel de la selva tropical, donde la luz ambiente suele descender a niveles drásticamente exiguos al final de la tarde. Además, las escenas nocturnas se podían rodar con un grado increíble de detalle utilizando únicamente la luz procedente de fogatas en torno a la aldea. “Durante las escenas de fogatas, mirábamos a los monitores y toda la aldea estaba iluminada. Todo el lugar cobraba vida: la gente, los rostros, las chozas y los árboles. No me lo podía creer”, recuerda Semler. “Y como estábamos rodando con una apertura más lenta, las llamas tenían un aspecto lánguido, titilante pero casi como si fueran líquido, muy suaves. Era una absoluta belleza”.
A Semler le encantó sobre todo poder utilizar lentes largas de noche, lo que dio a las secuencias iniciales de acción de la película un empujón desde el mismísimo primer minuto.
También disfrutó de unas posibilidades creativas increíbles el diseñador de producción Tom Sanders, dos veces nominado al Oscar, que anteriormente había colaborado con Gibson en su oscarizada Braveheart. La carrera de Sanders está salpicada de numerosos dramas épicos –sus diseños van desde los campos de batalla de la II Guerra Mundial de Salvar al soldado Ryan al mundo de fantasía gótica de Dracula– pero en Apocalypto se enfrentó a la singular tarea de dar vida a un mundo desaparecido de aldeas primarias y reinos de extrema opulencia.
Comenzó por investigar exhaustivamente la arquitectura maya y las técnicas de construcción que se habían utilizado en una antigua ciudad Maya, incluidos los muros de fortificación, los edificios, las pirámides, las plazas, los monumentos, las pilas de calaveras, las chozas, el mercado y las zonas de los mercaderes. En estrecha colaboración con el Dr. Richard Hansen, Sanders también estudió las herramientas y los utensilios mayas, las armas de guerra (de la mano del armero Simon Atherton), pasando por sus tejidos y su cerámica. Luego, comenzó la enorme tarea de construir este mundo de la nada. “Casi todo lo que se ve en la película, incluido el atrezzo, se hizo a mano en México”, dice Sanders.
Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.
Copyright de imágenes y notas de cómo se hizo «Apocalypto» © 2006 Icon Productions. Cortesía de eOne Pictures. Reservados todos los derechos.