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«Don Quijote», (1933), de Georg-Wilhelm Pabst

Pocos realizadores pueden reclamar de la crítica una adhesión incondicional. Pabst forma parte de esa minoría que siempre será alabada por los cinéfilos. Incluso el más irregular de sus trabajos, Don Quichotte (1933), figura entre las películas que hoy llaman de culto, cuya dignidad es defendida por encima de sus fallos.

Cuando Pabst conoció el proyecto, los planes de rodaje ya eran antiguos. Un empresario griego, afincado en Londres, había preparado la producción con Charles Chaplin como director y Maurice Ravel como autor de la partitura. Al final, fue el otro impulsor de la película, el actor y cantante Feodor Chaliapin, quien se puso a disposición de Pabst.

No modificó el libreto, redactado por Paul Morand, que antes había sido secretario de la Embajada de Francia en Madrid. Pero sí se prescindió de Ravel, cuya enfermedad tumoral le impidió completar adecuadamente la música y las canciones. Al fin, fue Jacques Ibert quien estampó su firma bajo el pentagrama.

Pabst quiso convertir la aventura del Quijote en un drama memorable. Planteó un largometraje ambicioso, pero tuvo que renunciar a numerosas secuencias por falta de capital. Tampoco fue fácil su labor con los actores.

En este sentido, Freddy Buache considera que el punto débil de Don Quichotte radica en un reparto descompensado: «Chaliapin eclipsa a todos los intérpretes. Pabst se conforma con destacarlo a él y parece desinteresarse de los demás, que son insulsos y artificiosos, bufonescos y ridículos».

En el capítulo de los aciertos, hay que agradecer la inteligencia de la puesta en escena. Pensemos, por ejemplo, en cómo filma la hoguera donde arden los libros de Alonso Quijano: una decisión que refleja la quema de libros por parte de los nazis.

Aunque conocemos principalmente la versión francesa, existen asimismo la alemana y la inglesa, distintas en su reparto. Tres idiomas, en suma, para un mismo proyecto. No nos asombremos demasiado. Un teórico de gran fama, John Grierson, conoció la película en su versión inglesa, y ello le llevó a enjuiciarla negativamente: «Puede parecer -escribía en 1933- que Pabst ha hecho un trabajo ruin con esta versión en inglés y ha permitido que un décimo ayudante de cámara la cortase».

No obstante, a la hora de valorar el exceso de diálogo que achaca al film, Grierson decidió apiadarse «de un pobre Pabst, condenado a dirigir al notoriamente indirigible Chaliapin y a mezclarse con George Robey», un actor británico cuyo idioma «probablemente ni él ni Chaliapin entendiesen».

En todo caso, lo que muchos criticaron en su momento -teatralidad, envaramiento de las interpretaciones- hoy es valorado con otro criterio. Recordemos que Pabst es visto ahora como un maestro de una sutileza extrema. Por lo demás, la pelócula también despertó simpatías entre algunos pensadores de su tiempo. Lo demuestran las opiniones vertidas por Benjamín Jarnés en 1936: «en la composición y orquestación de su obra, ha querido Pabst diferir de Cervantes, y en esto consiste, a mi entender, su más alta excelencia».

Añade Jarnés que «de la línea melódica del Quijote cervantino, de la sencilla trama épica en la que a trechos se prenden graciosos arabescos» Pabst hace «un todo sinfónico, un haz de vidas cuyos procesos se mezclan, se explican unos por otros, avanzan hasta el fin, claramente empujados desde abajo por sus naturales estímulos». Y sobre éstos, aparece el héroe, «estimulado desde arriba».

Si nos propusiéramos ampliar esta idea de Jarnés, podríamos plantear una lectura psicoanalítica muy interesante.

Año: 1933.

Dirección: Georg-Wilhelm Pabst

Guión: Alexandre Arnoux (diálogos), Paul Morand (adaptación) y Georg-Wilhelm Pabst

Producción: Nelson, Vandor y Webster

Fotografía: Nicolas Farkas y Paul Portier

Música: Jacques Ibert

Dibujos animados de los títulos de crédito: Lotte Reiniger

Montaje: Hans Oser

Decorados: Andrej Andrejew

Figurines: Max Pretzfelder

Reparto de la versión alemana: Feodor Chaliapin Sr. (Don Quijote), Mady Berry (Sancho Panza), René Donnio (Sansón Carrasco) y Arlette Marchal

Reparto de la versión francesa: Feodor Chaliapin Sr. (Don Quijote), Dorville (Sancho Panza), René Donnio (Sansón Carrasco), Renée Valliers (Dulcinea), Mady Berry (mujer de Sancho), Mireille Balin (Sobrina), Jean de Limur (Duque), Vladimir Sokoloff (Rey de los gitanos).

Copyright © Guzmán Urrero Peña. Esta es una versión expandida de un artículo que escribí en el Centro Virtual Cervantes (www.cvc.cervantes.es), portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes para contribuir a la difusión de la lengua española y las culturas hispánicas. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.