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«Star Wars: Las Guerras Clon» (2003), de John Ostrander y Jan Duursema

En general, el universo expandido de Star Wars no suele fascinar más allá de los fans más comprometidos con la saga. Sin embargo, el guionista John Ostrander, respaldado por el arte de Jan Duursema, nos regala en este cómic un puñado de estupendos relatos que también pueden satisfacer a los no iniciados.

Con los límites temporales firmemente establecidos entre el episodio II y el episodio III de la saga cinematográfica, esta serie de aventuras nos descubre una vertiente más dura y adulta de las Guerras Clon. En términos editoriales, la edición comienza en el número 49 de la serie Star Wars Republic  («Sacrifice», 22 de enero de 2003), con el que tomó un nuevo rumbo esta saga de historietas emprendida en 1998.

Ostrander tiene claro el escenario que desea reflejar. El honor y la integridad de los jedi son puestos a prueba en situaciones límite, que transmiten la evolución interna de personajes como Anakin y Obi Wan.

Se trata de episodios autoconclusivos, escritos con inteligencia y resueltos con mucho oficio. Por fortuna, varios de esos relatos están protagonizados por Quinlan Vos, ese jedi valiente y heterodoxo, experto en operaciones encubiertas (Un personaje que, dicho sea de paso, pide a gritos una versión cinematográfica mínimamente digna). Jan Duursema lo diseñó a partir del aspecto de un extra que aparecía en La Amenaza Fantasma. Tanto gustó el personaje a George Lucas, que éste lo incluyó en uno de los diálogos de La Venganza de los Sith.

Otros personajes creados por Duursema –sin ir más lejos, Aayla Secura– también aparecen en este arco argumental, así como figuras míticas del Universo Expandido, como Shaak Ti, Sora Bulq, Aurra Sing, Kit Fisto, Plo Koon y la mismísima Asajj Ventress.

Un drama épico

Desde las lunas de Naboo hasta Brentaal IV, los entornos donde se desarrolla la acción son siempre sugestivos, y en ningún caso tenemos la impresión de hallarnos ante un producto derivado del marketing. En este sentido, Star Wars: Las Guerras Clon evita ofrecernos demasiados clichés, y opta por respetar en todo momento las aspiraciones del lector.

Si hay algo en lo que John Ostrander está en la onda es en la mezcla de géneros que impone la posmodernidad. Sólo en un cómic así puede uno encontrarse, bajo el envoltorio de la space opera, ingredientes propios del thriller, de la novela de espionaje, de la intriga política e incluso del drama carcelario. Realizar un inventario completo de todas estas referencias sería demasiado arduo, y quizá restaría encanto a un producto elaborado con la intención de atraparnos sin remedio.

Sorprende la coherencia de un planteamiento que, si nos limitamos al primer tomo recopilatorio, reúne las distintas entregas de Star Wars: Clone Wars (The Defense of Kamino, Victories and Sacrifices, Last Stand on Jabiim, Light and Dark, The Best Blades…), publicados por Dark Horse desde julio de 2003, los números 49, 50, 52 a 62 de Star Wars: Republic, y aquellos dedicados a Mace Windu, Shaak Ti Aayla Secura, Dooku y Yoda dentro de la serie Star Wars: Jedi

No acaba ahí la felicidad del lector. Con guiones de  Ostrander y Randy Stradley, magníficamente ilustrados por  Duursema y Brandon Badeaux, el segundo tomo recopilatorio de The Clone Wars confirman que nos hallamos ante el mejor cómic de cuantos componen el universo expandido de Star Wars.

Al hojear las primeras páginas, un detalle despierta mi simpatía. Una fiera cazarrecompensas de aspecto felino, Mika, me resulta familiar. ¿Será una trianii? Descubrí a los trianii en Más allá de las estrellas, de Brian Daley, la primera novela de Star Wars que tuve ocasión de leer, allá por 1980, en una modesta edición rústica del sello Argos Vergara. Os cuento esto porque este cómic rezuma el mismo encanto que la novela de Daley, un libro que me gusta más ahora, porque se añade la impronta de los años. Ha sido como volver atrás en el tiempo.

Las guerras clon también es pura aventura. Un cruce exótico entre conjura samurai, western, y hazaña bélica, que además nunca insulta la inteligencia del lector.

Luego me entero –ay– de que Mika no es una trianii, sino una farghul –otros felinos humanoides, parecidos a los togorianos, los cathar y los catuman–, pero da igual. A estas alturas, Ostrander ya me tiene enganchado, y sigo con interés las conspiraciones, las escaramuzas y los épicos combates que el guionista entrelaza en este segundo volumen.

Al igual que la teleserie de animación del mismo nombre, este tebeo abarca el periodo que transcurre entre El ataque de los clones y La venganza de los Sith. Sin embargo, su enfoque es mucho más oscuro, o lo que viene a ser lo mismo: más adulto y profundo.

El material que los editores reunieron en el segundo tomo es el mismo que editó Dark Horse entre julio de 2005 y julio de 2006. Es decir, los números 65 a 77 y 79 a 83 de Star Wars: Republic, la miniserie Obsession, el especial del Free Comic Day de 2005 y el memorable Star Wars: Purge.

De las diversas subtramas que evolucionan en el relato, me quedo con dos de muy especial interés para los seguidores de George Lucas. El paulatino paso al Lado Oscuro de Anakin Skywalker y la ambigua situación en la que se encuentra el caballero Quinlan Vos al infiltrarse entre los separatistas.

Con su aspecto de mercenario apache, el carismático Vos pone a prueba su temple fingiendo ser un traidor: un aspirante a Sith, aparentemente fiel al Conde Dooku. Un ronin que se pasea por el filo de la navaja porque él mismo ha permanecido allí durante toda su tormentosa vida. Como es natural, nadie puede fingir de forma convincente a no ser que acabe creyéndose una parte de la farsa. Y este Jedi se las ve y se las desea para mantener al borde del abismo sin despeñarse.

Por su parte, Anakin, que en el primer tomo ya mostraba crueldad y resentimiento, se adentra con paso firme en el corazón de las tinieblas. Ya tiene el horror y el miedo en la memoria, y no sorprende a casi nadie que pierda el control.

Entre los secundarios, no quiero olvidarme de Asajj Ventress, aún más letal e inquietante que su avatar de la teleserie animada.

El de Brian ChingJan Duursema y Douglas Wheatley es un dibujo dinámico, realista y de impecable composición. Resulta evidente que el equipo artístico fue elegido con mucho esmero, y eso se nota en el resultado.

Sinopsis

Los días más oscuros de las Guerras Clon: las victorias se han conseguido a base de penas perdurables, las esperanzas de un futuro brillante se pierden ante la confusión de una galaxia dividida; las relaciones amistosas se vuelven de conveniencia y la razón en traiciones. Desde la intriga política sin el Senado hasta las batallas sangrientas en mundos exóticos, la guerra ha dejado huella en todo el mundo.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes © Lucasfilm Ltd. Cortesía de Planeta DeAgostini Comics. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.