Hace más de un siglo se produjo en San Petersburgo la revolución bolchevique. Diez días que conmovieron al mundo, según el tópico, y de los cuales no sé si el mundo se enteró, dada la conmoción producida por la guerra mundial. De todos modos, es la fecha de partida hacia un planeta dividido entre capitalismo y socialismo y que habrá de perdurar hasta 1989 cuando cae la muralla berlinesa.
Lo anterior es algo brutalmente simple y lo admito. De cerca, las cosas no son lo que parecen. Me quedo con un pequeño apunte junto a Vladímir Lenin, el jefe más visible del movimiento. Se habla de su marxismo-leninismo pero ¿hasta qué punto Lenin fue un marxista? Hace años, estudiosos del tema como Roger Caillois y Carlos Elizalde perfilaron a Lenin como un populista que conoció a Marx a través de Sorel, lo mismo que Mussolini, quien consideraba al ruso y a sí mismo como los dos últimos revolucionarios de Europa.
Sin duda, Lenin y Marx juzgaban a Rusia un país atrasado, anticuado en medio de una Europa modernamente capitalista. Pero el esquema marxiano del desarrollo capitalista no es el de Lenin. No había en Rusia una burguesía pugnaz con la suficiente fuerza histórica como para desalojar a la caduca aristocracia y a su rancio funcionariado. Había que inventar una quizá no clase pero sí al menos casta que la sustituyera y cuya función principal fuese modernizar Rusia por medio de las técnicas industriales. Lo dice expresamente Lenin (cito por Richard Stites: Sueños revolucionarios): “(…) llegaron primeros los que disponían de la mejor técnica, los que tenían la mejor organización y disciplina y las mejores máquinas; eso es lo que nos enseñó la guerra. Es fundamental aprender que sin máquinas y sin disciplina es imposible vivir en la sociedad moderna. Es necesario dominar la técnica más desarrollada. De lo contrario, nos aplastan.”
La puesta en marcha, según se sabe, fue militarizar a la clase trabajadora y aplicar, por medio de Aleksei Gástev y su Instituto Central del Trabajo, una suerte de nueva religión productiva, la del Nuevo Mesías (sic): la máquina. Se importaron ingenieros norteamericanos y se difundió la técnica de productividad industrial inventada por la empresa Ford en Detroit. Este fordismo puesto en práctica por un Estado policial y totalitario, condujo a la Unión Soviética a tener electricidad, hormigón y altos hornos, industrias civiles y militares capaces de competir en el mercado internacional y aguantar con buen éxito la invasión nazi en la segunda guerra mundial.
Desde luego, el esquema de desarrollo capitalista ruso no es el de Marx. Tampoco lo que podríamos denominar socialismo, sino más bien una suerte de capitalismo de Estado con contados espacios para la empresa privada extranjera y campos de trabajo donde operase la mano de obra esclava.
El leninismo triunfó aunque no conforme a la pegatina de una revolución proletaria que tomó el poder y lo retuvo en manos de la clase trabajadora. Triunfó, precisamente, por todo lo contrario, por ser el capitalismo modernizador adecuado a la realidad rusa. Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.