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Crítica: ‘Hombre lobo’ (2025), una modernización inofensiva del licántropo

Ni los efectos prostéticos ni las transformaciones logran destacar en una película que parece ignorar los avances del cine de terror en las últimas décadas.

Parece ser que hubo un virus en las montañas, rostro de lobo lo llamaron los indios. Al menos, eso nos cuenta un texto en pantalla nada más iniciarse la película, aprovechando que apenas quedan nativos americanos que puedan desmentir semejante patraña. Pero esta es la premisa y yo no soy quién para ponerla en duda.

Quizá «Calcetines» mordió a Kevin Costner en Bailando con lobos y ahí tengamos al paciente cero, quién sabe.

Leigh Whannell, guionista de Saw y realizador de la memorable El hombre invisible, firma sin arrobo la dirección de este rosario de clichés de terror licantrópico, que me hace añorar una segunda parte de Wallace & Grommit: la maldición de las verduras, con su adorable conejo lobo, su humor, su artística puesta en escena, y ese detalle llamado «guion» al que esta entrega lobuna no da la menor importancia.

Una vieja maldición

Les adelanto algún que otro detalle del planteamiento, sin entrar en spoilers

Blake se cría con su padre en una casa en el bosque, un lugar híbrido entre el caserón de Norman Bates (decoración taxidermista incluida), y la pastoril cabaña del abuelo de Heidi.

Un buen día («un mal día» sería la expresión precisa), padre e hijo salen de caza, y viven un desasosegante episodio entre rugidos, sustos, música inquietante, y visiones fugaces fuera de foco de algo siniestro que se le hurta al espectador. La película va a tardar mucho en ofrecernos algo más, como si el título no nos estuviese dando ya una pista de lo que está por venir.

Ya adulto, casado con la estresada Charlotte (Julia Garner), y padre de la adorable «caperucita roja» Ginger (Matilda Firth), Blake (Christopher Abbot) decide volver a la cabaña a fin de tomarse unas vacaciones que ayuden a arrancar las malas hiervas que están creciendo en el abandonado jardín de su matrimonio.

Llegando a la cabaña en un camión de mudanzas, tienen el infortunio de toparse con una figura en medio del camino, a la que esquivan cayendo por un precipicio entre árboles como el Tesla de Parque Jurásico. De ahí en adelante, vamos a tropezarnos de continuo con el axioma tan propio del género de que “todo lo que pueda salir mal, saldrá mal».

Efectos especiales a la antigua usanza

Como anuncia el título, no tardará Blake en empezar a manifestar síntomas de una incipiente licantropía rural, lo que se irá manifestando en una sudoración gelatinosa y un repertorio de balbuceos similares a los de Jeff Goldblum en su metamorfosis mosquil. Ya digo, ni una idea propia.

La transformación del licántropo, plagada de excrecencias cárnicas sanguinolentas, podría haberla filmado el mismo Cronenberg. Si hay algo que agradecer es que los efectos especiales estén resueltos a base de maquillaje y látex, y no de esa pandemia visual llamada CGI, para la cual la ciencia cinematográfica no parece haber encontrado remedio.

No vive en París, ni se llama Denís, pero hay un lobo en este hombre que no le deja vivir. Como es habitual en el género, todo transcurre de noche, a oscuras, entre muebles, atrancando puertas. En películas como esta, los hombres lobo luchan como terminators y se reproduce esa sempiterna yincana que lleva a las víctimas a huir de la casa a la oxidada pick up que no arranca, de ahí al viejo cobertizo, y vuelta a la casa. Algo que nunca hubiésemos imaginado y que jamás vimos antes…

La película es un continuo corre que te pillo. Personalmente -es ironía, no me malinterpreten- empiezo a simpatizar con el padre lobo. Desconfíen de los hombres lampiños y mojigatos. Nada como el vello corporal y el instinto de lo salvaje para mostrarse como el macho alfa que todo hombre contemporáneo lleva reprimido dentro. Saquen su lobo interior, no me sean blandengues.

Hombre lobo es una de hombres lobo sin lunas llenas, sin balas de plata, sin maldiciones ni nigromancias. Es un mero contagio que se podría haber evitado con una vacuna antirrábica.

Ahora bien, tendrá su público, y por supuesto, no desaconsejo a la chavalería palomitera adicta al cine de sustos previsibles, que le eche un vistazo. Hay cosas peores que ir al cine, como convertirse en lobo sin ningún motivo para ello.

Sinopsis

¿Y si alguien a quien quieres se convirtiera en algo siniestro?

Blumhouse y el visionario guionista y director Leigh Whannell, creadores de la escalofriante versión moderna de El hombre invisible, vuelven con una nueva y aterradora pesadilla lupina: Hombre lobo.

El nominado a los Globos de Oro Christopher Abbott (Pobres criaturas, Llega de noche) protagoniza esta historia en el papel de Blake, un hombre casado y padre de familia residente en San Francisco que hereda la remota casa donde creció en una zona rural de Oregón tras la desaparición de su propio padre, dado por muerto. En plena crisis de pareja con su enérgica esposa Charlotte (la ganadora de tres Premios Emmy Julia Garner; Ozark, ¿Quién es Anna?), Blake la convence para tomarse un descanso de la gran ciudad y visitar la propiedad con su hija Ginger (Matilda Firth; Hullraisers, Coma).

Todo se tuerce cuando, de camino a la granja y en plena noche, la familia sufre el brutal ataque de un animal al que no consiguen ver y, en un intento desesperado por huir, se atrincheran dentro de la casa mientras la criatura merodea por la zona. Pero, con el paso de las horas, Blake comienza a comportarse de un modo extraño y a convertirse en algo irreconocible, y Charlotte se verá obligada a decidir si esa monstruosidad es más letal que el peligro que acecha en el exterior.

Completan el reparto Sam Jaeger (El cuento de la criada), Ben Prendergast (el audiodrama The Sojourn) y Benedict Hardie (El hombre invisible), junto con Zac Chandler, que debuta en la gran pantalla, Beatriz Romilly (Shortland Street) y Milo Cawthorne (Shortland Street).

Copyright de imágenes y sinopsis © Blumhouse Productions, Motel Movies, Universal Pictures, Waypoint Entertainment. Reservados todos los derechos.

Copyright del artículo © Fernando Mircala. Reservados todos los derechos.

Fernando Mircala

Artista, escritor, traductor y fotógrafo. Premio Lazarillo en el año 2000. Entre otros libros, es autor de 'Ciudad Monstrualia' (2001), 'El acertijo de Varpul' (2002), 'Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra' (2010), 'Lóbrego romance, pálido fantasma' (2010), 'Compostela iconográfica' (2012), 'Pentagonía' (2012), 'En un lugar de Malvadia' (2016; ilustrado por Perrilla), 'Pánico en el Bosque de los Corazones Marchitos' (2019), 'Versos para musas y cuatro cuentos de Edgar Allan Poe' (2019) y 'Concéntrico' (2022).