Puede darse el caso, queridos lectores, de que un mensaje os importe tanto que no escribáis una sola línea sin las debidas cautelas. Un sigilo que, en la era de los hackers y del tráfico de datos, ya no sirve de mucho, la verdad. Naturalmente, lo ideal sería dejar de nuevo en circulación métodos como los descritos por Carlos Taranilla. Pero me temo que este tipo de lenguajes secretos requieren un esfuerzo intelectual que no siempre estamos dispuestos a acometer.
La lectura de esta obra excepcional obtiene dos resultados: nos fuerza a entrar en un juego apasionante de claves y recelos, y como consecuencia, nos anima a soñar con esos desafíos criptográficos que aún no han sido resueltos.
Más complejo es el asunto de relacionar la criptografía con su contexto histórico. Lógicamente, la impenetrabilidad de un mensaje es directamente proporcional a la importancia del secreto que esconde. Difícil será encontrar una clave sencilla ‒fácil de resolver e intercambiable con cualquier colega‒ cuando de ella depende la ruta de un convoy militar, el hallazgo de un tesoro oculto tras indicaciones indescifrables o alguno de esos cotilleos geoestratégicos que los agentes de inteligencia archivan como un alto secreto.
Taranilla conoce en profundidad la historia de estas habilidades, y además de relatarla con rigor, tiene la cortesía de ir contando al lector cómo se resuelve este o aquel misterio, para que no se extinga tanta memoria (aunque sea una memoria guardada bajo llave y sin atribución genuina).
Aunque se trata de un asunto muy serio, la criptografía apela a nuestra faceta infantil de buscadores de fortunas enterradas. Los lectores de Poe, de Doyle y de Stevenson saben a qué me refiero. En este sentido, el libro de Carlos Taranilla es una fuente inagotable de sorpresas e incógnitas.
Por supuesto, hay unas claves más novelescas de otras. ¿Qué decir, por ejemplo, de la legendaria cifra de Beale? Les cuento: un aventurero del Oeste, Thomas Jefferson Beale, descubrió una mina de oro en el XIX. Los detalles del hallazgo quedaron explicados a través de unos documentos ‒mejor sería llamarlos arcanos‒ que había que interpretar por medio de una clave. Ya se lo imaginan, ¿verdad? Los criptogramas de Beale han llegado hasta nosotros, pero la clave original nunca llegó a su destino. Aunque hay estudiosos que dudan de la autenticidad del tesoro oculto y del resto de la historia, que bien pudo ser un engaño, lo cierto es que nunca han faltado criptoanalistas empeñados en convertirse en cazatesoros gracias al bueno de Beale.
Este y otros casos que menciona el libro nos permiten el placer de recurrir a la conjetura y a la fabulación. Taranilla nos lleva a sentirnos parte de una secta de cabalistas o a seguir paso a paso los indicios que resolvieron los grandes criptoanalistas de la historia. Como todos los mensajes incompletos, los ejemplos recopilados por el autor son un desafío a nuestra curiosidad, pero por encima de todo, son la demostración de que no hay ni seguramente habrá secretos eternos.
Sinopsis
¿Cómo se utilizaba la escítala espartana? ¿Cuál fue el uso del alfabeto de los templarios y de los masones? ¿Qué se oculta en la carta del cardenal Richelieu? ¿En qué consiste el alfabeto binario de Francis Bacon y cuál es su relación con Shakespeare? ¿Qué relación existió entre Leonardo da Vinci y la escritura especular? ¿Usaron Doyle, Verne y Poe la criptografía en sus obras? ¿Cuáles fueron los métodos de encriptación en la Segunda Guerra Mundial? ¿Qué misterios puede encerrar el Manuscrito Voynich?
Desde un enfoque histórico, este libro nos ofrece toda una guía del ingenio humano que a lo largo de los siglos ha creado claves y lenguajes secretos con el concurso exclusivo de su mente, el lápiz y el papel. La criptografía, el arte de la escritura oculta o enigmática, ha existido desde que reyes, nobles, diplomáticos, alquimistas, clérigos, amantes e incluso escritores, han necesitado comunicarse sin ser entendidos por terceras personas.
Esta obra, que presenta a lo largo de sus páginas numerosas tablas alfabéticas de sustitución y trasposición, lenguaje de códigos y métodos de cifrado, le adentrará en el asombroso mundo de los lenguajes secretos, al mismo tiempo que le ayudará a ejercitar su mente.
«El escritor norteamericano Edgar Allan Poe fue un entusiasta de la criptografía. Llegó a tanto su pasión por esta ciencia que, en 1840, se atrevió a publicar en prensa, un artículo diciendo que no existía para él ninguna cifra irrompible y retó a los lectores a que le enviaran los criptogramas que tuvieran a bien porque se comprometía a descifrarlos todos[…]. Espoleado por el éxito de haber conseguido descifrar cientos de ellos publicó el relato de ficción, The Gold-Bug (El escarabajo de oro), que ha sido valorado como una de las mejores obras literarias sobre criptografía combinada con técnicas de esteganografía.»
Carlos Javier Taranilla de la Varga (León, 1956) es Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo (1978), ciudad en la que terminó los estudios de Filosofía y Letras que había iniciado en el entonces Colegio Universitario de León. Ha trabajado durante casi una década en el mundo editorial y desde hace más de treinta años ejerce como profesor de Enseñanza Media. Combina el trabajo en la docencia con la publicación de libros de carácter divulgativo en el campo de la Historia y el Arte. Entre sus últimas publicaciones se encuentran Diccionario de arte universal, la primera edición anotada y adaptada al castellano actual de El Passo Honroso de don Suero de Quiñones (2014), Breve historia de las reliquias leonesas y sus relicarios (2014), Breve historia del Arte (2014), Breve historia del Románico (2016) y Breve historia del Gótico (2017). En Almuzara, además de este volumen, es autor de Grandes mitos y leyendas de la Historia. Seres fantásticos y tierras legendarias (2016), Grandes Enigmas y misterios de la Historia (2017) e Historia de León para niños (2018).
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