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«La música invisible. En busca de la armonía de las esferas», de Stefano Russomanno

En aquellos años en los que aún coleccionábamos elepés, el libro Gödel, Escher, Bach. Un eterno y grácil bucle, de Douglas R. Hofstadter, nos descubrió que la música podía ser estudiada desde un ángulo multidisciplinar, con un efecto aún más satisfactorio si la ciencia contribuía a dicho análisis.

El tema viene de lejos. Baste con recordar a Pitágoras o a Kepler. La relación entre armonía y número no ha pasado inadvertida a los estudiosos, aunque a algunos ‒por falta de base‒ la teoría de la música cósmica nos seduzca solo cuando alguien nos la explica con sencillez. (Seamos sinceros: saber que las vibraciones estelares han servido para descubrir un nuevo planeta, o que es posible traducirlas a frecuencias audibles, dispara nuestra fantasía en direcciones que evitaría cualquier científico sensato.)

A medio camino entre los bucles de Hofstadter y aquella música de las esferas descrita por los pitagóricos, llegamos a la estación en la que nos espera Stefano Russomanno, autor de un libro bello e inteligente ‒¿se puede pedir más?‒, escrito por este musicólogo que no necesita subirse a una tarima para desplegar sus formidables conocimientos.

Ya he mencionado un par de veces la armonía de las esferas, y a lo mejor con ello les confundo, dando a entender que el libro de Russomanno desarrolla solamente ese concepto.

Pues sí y no. Es cierto que esa tradición astronómica asoma en distintos capítulos de esta obra, pero lo que realmente importa es la guía de escucha que nos plantea el autor para detectar esa música invisible que proviene tanto del engranaje cósmico como de la naturaleza o de otras intimidades más próximas.

El sonido del universo. Ese sí que es un tema inagotable. Sobre todo cuando la premisa se despliega en tantas direcciones y se desliza por tantas grietas: desde la misteriosa Ofrenda musical de Bach a las voces del agua registradas por Poul Rasal Skovgaard, desde la micropolifonía de Ligeti a los fractales sonoros de Francisco Guerrero, desde la posible musicalidad del canto de los pájaros a las obras inacabadas de Schubert.

¿De qué manera un estudio musicológico pasa a convertirse en una apasionante sucesión de reflexiones, curiosidades y confidencias? Siguiendo la lección de MontaigneRussomanno convierte su ensayo en un intento de saber, con su punto de riesgo y el constante latido de la vida en cada página. Gracias a esa libertad, pasamos de una anécdota personal al descubrimiento de lo que oculta esta o aquella pieza, dentro de una narración fluida, amena, desde la que nos interpelan los numerosos compositores que salen a nuestro encuentro.

Si el silencio es la música que no oímos, y que aun así transmite significado, es posible que la inaudible sinfonía del cosmos nos ayude a entender las reglas que lo ordenan. Tras leer a Russomanno, es tentador seguir la pista a investigadores originales, interesados por esta cuestión. Sin ir más lejos, la astrofísica Fiorella Terenzi, que usa un equipo de software para convertir las ondas de radio de los objetos y fenómenos celestes ‒los púlsares, los remanentes de supernova, etc.‒ en una extraña música que, ya lo verán ustedes, parece emanar del infinito.

Sinopsis

A su paso por Saturno, las sondas Voyager tomaron, en los años 80 del siglo pasado, numerosas fotografías de sus anillos. Aquellas imágenes dieron pie, poco más tarde, a un extravagante experimento. Tras reproducir con suma precisión el diseño de los anillos en forma de surcos sobre un disco de vinilo, la audición desveló por sorpresa, en medio de una sucesión de frecuencias sin sentido, un fragmento de la Ofrenda musical, una de las composiciones más enigmáticas y esotéricas de Johann Sebastian Bach. Este sorprendente resultado podría interpretarse como un atisbo, singular y rudimentario, de la que los antiguos llamaban «armonía de las esferas», la música inefable que se consideraba producida por la rotación de los cuerpos celestes, cuyos sonidos serían la emanación abstracta del orden y del movimiento bien regulado que gobierna el Cosmos.

Si, como afirmaban los pitagóricos, la música es un principio de resonancia cósmica que entrelaza cosas distantes en el tiempo, el espacio y la forma, englobándolas en un todo ordenado, debe existir entonces, cosida en el reverso de la música que oímos, otra música oculta que en todo momento suena a nuestro alrededor, sin que la percibamos. La inverosímil noticia sobre el hallazgo de un fragmento de la Ofrenda musical en los anillos de Saturno le sirve al crítico y musicólogo Stefano Russomanno como punto de partida de un atípico recorrido por épocas y compositores diferentes para tratar de elucidar –entre ensayo y relato- los confines y la sustancia de esta «música invisible» que no sólo envuelve los planetas, las estrellas y el cielo, sino todo lo existente, incluidos nosotros mismos.

El presente libro, plagado de felices y sorprendentes descubrimientos musicales, es en buena medida el relato de las escuchas, las lecturas y las experiencias que han puesto a su autor sobre la pista de la música invisible.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.