Lo primero que se agradece de Shackleton, el indomable es la pasión que su autor, el físico y científico Javier Cacho, transmite al relato. Un vigor narrativo que, además de encender nuestra fantasía, se sustenta sobre un formidable repertorio documental.
Dado que hablamos de evocación, prueben imaginar la siguiente escena. Como verán, es propia de una novela épica: Sir Ernest Henry Shackleton, explorador de los hielos polares, es recibido por el rey Eduardo VII tras el éxito de la Expedición Nimrod, que a comienzos de 1909 ha llegado al corazón de la Antártida, alcanzando un punto cuyas coordenadas geográficas (88 grados 23 segundos de latitud, a 180 kilómetros del Polo Sur) describen una hazaña sobrehumana.
Al recordar episodios como este uno desearía brindar con todos esos espectros que dejó la Edad heroica de la exploración polar. No en vano Shackleton fue tercer oficial de la expedición Discovery, encabezada en 1901 por su rival, el capitán Robert Falcon Scott, otro héroe con todas las letras (Recuerden aquella nota que dejó, poco antes de perecer de en su tienda helada el 29 de marzo de 1912: «Tomamos riesgos, lo sabíamos, las cosas han ido en nuestra contra, y por lo tanto, no tenemos motivo de queja, sino sólo someternos a la voluntad de la Providencia, determinados todavía a hacer lo mejor hasta el final…»).
«La exploración polar –escribe Javier Cacho–, así como otras muchas aventuras, está llena de personas que no quisieron renunciar a sus ansias de alcanzar su objetivo cuando creían tenerlo al alcance de la mano, y el resultado fue que, si bien lo lograron, no regresaron con vida para contarlo, o al menos no todos».
En todo caso, ni siquiera la tragedia de Scott y la llegada al Polo Sur de Roald Amundsen en diciembre de 1911 frenaron a Shackleton, quien decidió poner en marcha la Expedición Imperial Transantártica (1914–17).
Como suele sucederles a los británicos con sus fracasos y sus derrotas, el desastre de aquella aventura se ha acabado convirtiendo en otra epopeya. Seguramente conocen la historia: el Endurance quedó atrapado entre los hielos, y cuando este barco era poco más que un monumento a la frustración, Shackleton decidió que todos los tripulantes y expedicionarios regresarían a salvo. Sus esfuerzos para lograrlo dan sentido al adjetivo titánico, y por razones obvias, le hicieron aún más digno de la inmortalidad.
La vela del Endurance se divisa mejor gracias a la prosa de Javier Cacho, que transforma una vida novelesca como la de Sir Ernest en un relato vívido y fascinante, en el cual se despliega toda la vida de este mítico personaje sin que el interés del lector se distraiga por un segundo.
Dentro de la divulgación polar, y compartiendo honores con los grandes clásicos del género, Shackleton, el indomable es una emotiva evocación del mundo aventurero, una completísima investigación y un modo de pasar un rato excelente viajando por las rutas de hielo de la mano de un magnífico divulgador que, además, conoce bien ese escenario. Baste con decir que Cacho fue miembro de la Primera Expedición Científica Española a la Antártida y que ha participado en diversas campañas de investigación como jefe de la base antártica Juan Carlos I.
Sinopsis
Ernest H. Shackleton soñó toda su vida con viajar a la Antártida y ser el primer explorador en conquistar el Polo Sur. Aunque se preparó durante años y lo intentó en varias ocasiones, hasta el límite de sus fuerzas, nunca lo logró; aun así lo recordamos como uno de los grandes nombres de la edad heroica de la exploración polar.
Shackleton inició su experiencia antártica como tercer oficial de Scott en la «Expedición Discovery»; lideró la «Expedición Nimrod», entre cuyos logros estuvo llegar al punto más meridional jamás pisado por el hombre, quedando a tan sólo 180 km del Polo Sur; y alcanzó definitivamente su fama con la malograda aventura transantártica de la «Expedición Endurance». «El Polo no vale una vida», quizás esa sea la lección más humana del empeño protagonizado por Shackleton: anteponer la supervivencia, tanto la propia como la de los compañeros, a los sueños, los deseos y las ambiciones personales.
Tras el éxito de Amundsen-Scott: duelo en la Antártida, Javier Cacho nos invita a conocer la singular figura de Ernest Shackleton. Evita para ello la fácil hagiografía, pero da cuenta de la compleja personalidad, con luces y sombras, de este carismático irlandés: estudiante díscolo; aprendiz tenaz: poeta soñador; marino intrépido; explorador incansable; líder prudente; esposo y amante; empresario fracasado; héroe del Imperio.
En Shackleton había algo más que optimismo, entusiasmo o seguridad en su buena estrella: había una energía que podía con todo. En los momentos en que las dificultades parecían insuperables y amenazaban la supervivencia, algo surgía de su interior, una fuerza irresistible que vencía todos los obstáculos. Su ímpetu, que parecía inagotable, y su capacidad de liderazgo contagiaban a sus hombres con la seguridad de que tras él podían lograrlo, o por lo menos debían intentarlo. Con él había nacido una leyenda: la del indomable Shackleton.
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