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Historia del graffiti desde Nueva York hasta su globalización cultural en la década de los 80

Historia del grafiti: descubre cómo nació el arte urbano

El grafiti evolucionó desde una forma de expresión territorial hasta convertirse en un símbolo global, influenciado por el hip hop y la cultura juvenil

Como forma de expresión visual en los espacios públicos, el grafiti siempre ha generado polémica. Para algunos, representa arte en su forma más pura y accesible; para otros, es una forma de vandalismo. Sin embargo, lo que no se puede negar es su relevancia cultural y su impacto en la sociedad.

El grafiti como expresión cultural y artística

Ya existían las pintadas en la antigüedad. El término graffiti tiene su origen en el italiano, siendo el plural de graffito, que se traduce como ‘marca o inscripción realizada al raspar o rayar una superficie’.

Este concepto ha sido empleado por arqueólogos y epigrafistas para referirse a las inscripciones espontáneas que se encuentran en las paredes desde la época del Imperio romano. Fue el arqueólogo jesuita Raffaele Garrucci quien dio a conocer el término en el ámbito académico internacional a mediados del siglo XIX, refiriéndose a los grafitis de Pompeya. Posteriormente, el neologismo se popularizó y entró en el lenguaje coloquial inglés a través de periódicos de Nueva York en la década de 1970.

A lo largo del tiempo, esta manifestación creativa ha sido utilizada por una minoría de artistas que han transformado simples paredes en lienzos llenos de color y creatividad. Estos individuos son capaces de dotar a un muro de una estética que invita a la reflexión y asombra con su talento.

¿Arte o vandalismo?

Sin embargo, también existe el lado menos artístico del grafiti, cuando se emplea simplemente como una herramienta para marcar un territorio o para destrozar una propiedad pública o privada.

Un tercer uso del grafiti es la protesta y la reivindicación, como sucede con las pintadas políticas.

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Diferencia entre grafiti y pintada

Para comprender mejor el fenómeno del grafiti, es esencial diferenciarlo de las simples pintadas. Según Ana María Vigara Tauste, el grafiti tiene una “voluntad de estilo”, donde el mensaje visual es primordial, mientras que en las pintadas lo más importante es el mensaje verbal. Las pintadas suelen tener un propósito más informativo, con el objetivo de influir en el receptor mediante el lenguaje.

A pesar de esta distinción, el límite entre pintada y grafiti no siempre es claro. En muchos casos, el contexto en el que se realiza y el propósito detrás del acto pueden difuminar esa línea, convirtiendo al grafiti en un fenómeno complejo que mezcla aspectos artísticos y sociales.

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Los orígenes del grafiti moderno

El grafiti moderno tiene sus raíces en la ciudad de Nueva York. Durante la Segunda Guerra Mundial, surgió una figura anónima que comenzó a escribir «Kilroy was here» en diversas superficies de la ciudad. Aunque Kilroy fue considerado un vándalo, su acto pionero inspiró a futuras generaciones.

En la década de los cincuenta, las bandas juveniles comenzaron a usar estas pintadas para marcar sus territorios, un uso que mantenía un sesgo delictivo. Sin embargo, en los años sesenta, el grafiti evolucionó gracias a la contracultura y los movimientos pacifistas, que lo adoptaron como medio para difundir mensajes políticos y sociales.

El verdadero cambio se produjo a finales de los sesenta con Demetrius, un joven de origen griego que vivía en Manhattan. Conocido por su firma «Taki 183«, que hacía referencia a su nombre y el número de su portal, Demetrius fue el precursor del estilo de grafiti que dominaría en Nueva York. Su técnica de usar letras mayúsculas y su deseo de notoriedad hicieron que otros jóvenes lo imitaran, dando lugar al crecimiento del grafiti como fenómeno urbano.

La explosión del grafiti en Nueva York

El barrio del Bronx se convirtió en el epicentro del grafiti neoyorquino, con jóvenes artistas como Sly II y Lee 163 que popularizaron esta forma de arte en la zona. Estos pioneros pronto contagiaron su pasión a otros barrios de la ciudad, como Brooklyn, donde artistas como Friendly Freddie dejaron su huella.

El objetivo de muchos de estos escritores de grafiti no era solo mostrar su habilidad artística, sino también destacar por la ubicación de sus firmas.

Como menciona Craig Castleman, «muchos escritores de aquel primer periodo consideraban que la mejor manera de que su nombre sobresaliera era el escribirlo en lugares extraños. Soul I, por ejemplo, un escritor de la zona de Manhattan, se especializó en escribir su nombre a media altura en los laterales de los edificios, en lugares que, según Tracy 168, eran inalcanzables para el resto de los humanos. Parecía que podía volar. Como el único deseo de los escritores era superar a los demás en cuanto al emplazamiento de sus pintadas, todos ellos dedicaban todo su esfuerzo a ser los primeros en escribir su nombre en los lugares más inverosímiles. Bama, por ejemplo, intentó que su nombre fuera el primero en aparecer en la cima de una montaña que se levanta al norte del estado de Nieva York».

El auge del grafiti como arte

A medida que el grafiti ganaba popularidad en Nueva York, se comenzó a ver más como una forma de arte que como simple vandalismo. El sociólogo Hugo Martínez, del City College de Manhattan, fundó la asociación United Grafiti Artists (UGA) en 1973, con el objetivo de promocionar a los mejores artistas de grafiti.

Con esta plataforma, figuras como Phase 2, Coco 144 y Flint 707 comenzaron a exhibir sus obras en galerías de arte. De esta manera, el grafiti pasó de las calles a los espacios más formales del arte contemporáneo.

El pintor estadounidense Jean-Michel Basquiat (1960-1988) salta de la improvisación urbana al reconocimiento por parte de la crítica. Algo parecido sucede con dos artistas conceptuales ingleses, Gilbert & George, exploradores de la textura peculiar de la pintada. Pero el más significativo del grupo es el norteamericano Keith Haring (1958-1990), cuyo arte callejero encuentra acomodo en las paredes del metro de Nueva York.

En Inglaterra. Banksy realiza pinturas urbanas tan conocidas como «Girl with Balloon» y «Flower Thrower».

La crisis del grafiti en los años ochenta

A principios de los años ochenta, el grafiti enfrentó una crisis en Nueva York. Las autoridades municipales implementaron políticas estrictas para combatir el vandalismo, restringiendo la venta de aerosoles y reforzando las medidas policiales. Además, la creciente violencia y el tráfico de drogas en los barrios más afectados contribuyeron al declive del grafiti como expresión artística en ese momento.

A pesar de esta persecución, el grafiti comenzó a asociarse con la cultura hip hop, que incluía el breakdance y el rap. Estas nuevas formas de expresión juvenil, nacidas en los barrios menos favorecidos de Nueva York, ayudaron a mantener viva la llama del grafiti.

Historia del graffiti desde Nueva York hasta su globalización cultural en la década de los 80
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La globalización del grafiti

Impulsado por la música rap y el breakdance, el grafiti no tardó en expandirse por todo Estados Unidos y, posteriormente, a Europa, Australia y América Latina. Sin embargo, su significado varió en función del contexto. En Europa, por ejemplo, el grafiti se populariza entre los punks de Ámsterdam durante los años setenta. Y otro tanto cabe decir de Berlín, cuyo muro divisorio, símbolo de la guerra fría y de la tiranía comunista, fue decorado por multitud de artistas de grafiti que mostraban en él su insatisfacción por esa ruptura de la ciudad en dos mitades en apariencia irreconciliables.

Con el tiempo, en el resto del continente también se convirtió en una moda entre los jóvenes de clase media, a diferencia de su origen en las minorías marginadas de Nueva York.

En España, el grafiti no alcanzó el mismo nivel de sofisticación que en Nueva York, aunque hubo algunos artistas destacados como Muelle, quien se hizo famoso en Madrid durante los años ochenta. El estilo de Muelle (una firma con una flecha característica) fue típico de los llamados flecheros.

Otro estilo que surgió por esa época fue el llamado hip-hop grafiti, más colorista y tridimensional.

La evolución del grafiti en la cultura contemporánea

A lo largo de los años, el grafiti ha perdido gran parte de su carácter transgresor para convertirse en una forma más de expresión cultural. Lo que en un principio fue una manifestación marginal y contestataria ha sido asimilado por la sociedad y la industria comercial, especialmente a través de la publicidad y el diseño gráfico.

La industria discográfica norteamericana se sirve del grafiti para promocionar el rap desde comienzos de los noventa, y ello significa un inesperado retorno de las pinturas de fantasía a las calles de Nueva York.

De ahí en adelante, jóvenes consumidores de esa música intentan asimilarse al estereotipo rapero pintando las paredes como lo harían sus ídolos neoyorquinos. La poca fortuna artística de tales incursiones no importa tanto como su significado sociológico.

En definitiva, el grafiti ha recorrido un largo camino desde sus humildes comienzos en las calles de Nueva York hasta su aceptación en galerías y museos de arte contemporáneo. Aunque su carácter marginal y su vínculo con la ilegalidad siguen presentes, hoy en día se reconoce como una forma de arte legítima y una importante expresión de la juventud urbana.

Cómo se hace un grafiti

Un grafiti es una acción rápida, urgente, condicionada por la ilegalidad. Pero por furtivo y rápido que sea su acabado, toda pintada tiene el fin de ser observada por un espectador, bien sea otro dibujante, bien sea un ciudadano común.

En líneas generales, hay dos soportes fundamentales para esa comunicación: un soporte fijo (muros, paredes, suelos) o un sopote móvil (vagones de metro, autobuses).

Por lo que concierne a los medios de aplicación, éstos pueden estudiarse dependiendo de su complejidad instrumental. Hay métodos muy simples, como el dibujo con rotulador grueso, y otros más sofisticados como el poco frecuente aerógrafo o el más común aerosol. En este último caso, los dibujantes se valen de boquillas de distinto tamaño, según el fin que vayan a darle al spray (perfilado, relleno, abocetado).

No hay una metodología estricta, pero sí pueden citarse varias fases en el proceso de realización de un grafiti con aerosol. Suele hacerse primero un boceto en papel, trasladado luego al soporte urbano elegido. Primero se perfila, luego se marcan las zonas de coloreado que habrán de rellenarse y, por último, se sombrea y retoca.

Un rito bastante habitual consiste en fotografiar la obra una vez acabada, de forma que exista una constancia de ésta cuando las brigadas de limpieza o artistas rivales la eliminen. La generalización del teléfono móvil contribuyó a esa costumbre.

Vocabulario del grafiti

Esta actividad también ha desarrollado un lenguaje propio, con términos específicos.

·  Tag: Firma o pseudónimo del graffitero.

·  Wildstyle: Estilo barroco de letras entrelazadas.

·  Bubble letters: Letras redondeadas con forma de burbuja.

·  Throw-up o flop: Letras rápidas y huecas delineadas con un color y sombreadas con otro.

·  Bombing o bombardeo: Pintar o firmar de forma intensiva una zona determinada.

·  Chill spot: Lugares donde es sencillo el bombing.

·  Heaven spot: Lugares donde es dífícil o arriesgado el grafiti..

·  Burn: Competir con otros graffiteros.

·  All-city: Pintadas en varias líneas de metro.

·  Bite: Plagio.

·  Def: Excelente.

·  Fade: Escala de colores.

·  Toy: Novato o incompetente.

·  Style war: Competición entre artistas.

·  Old school: Grafiti realizado con el estilo anterior a 1984.

Este vocabulario refleja la evolución de la práctica y su consolidación como subcultura.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Incluye datos y referencias de un libro previo del autor, ‘Historia general de la imagen. Perspectivas de la comunicación audiovisual’. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.