Harto, más que harto y requeteharto estoy de proclamarlo a los cuatro vientos: la historia del tebeo español no es la que les han venido contando durante años… Para muestra el botón que viene hoy al Desván: una galería de superhéroes, esas criaturas improbables y pelín prepotentes que todo el mundo toma por norteamericanas. Y que no obstante, arraigadas están en esta Piel de Toro desde que comenzase aquel siglo XX atribulado y eterno.
Antes de saberse tal y lucir el reglamentario pijama multicolor, el superhombre ibérico anidó en los predios elegantes y desquiciados del folletín. Vistió bata blanca y frecuentó probetas ejerciendo de científico de imposibles inventos que le situaron muy por encima del común de los mortales. Y fue bárbaro ceñudo de músculo y espada, gustando ya como sus descendientes de solventar sus fantásticos conflictos a palo limpio. Su estirpe es europea y carpetovetónica, mal que su aspiración y destino haya sido la de convertirse a toda costa en americano.
Antes de conseguirlo, encarnó en tebeos, en novelas y filmes olvidados. Rescatar su peripecia fue el propósito de un libro, Superhombres Ibéricos (Edicions de Ponent, 2014), camino fecundo y alegre, como queriendo desmentir tan a menudo la miseria de su circunstancia real. Recordar autores enterrados, homenajear intrascendentes criaturas, descubrir el trazo sutil, casi subterráneo, de su evolución a través del tiempo.
Y gozar, gozar hozando en el pasado, degustando frutos recónditos, exóticos y, sin embargo, familiares. Voluntariosos, imperfectos, dignos de amor y sorna, superhombres ibéricos como nosotros mismos. Pasen, vean y reconózcanse.
Mack-Wan el Invencible
Mack-Wan el Invencible fue, casi con seguridad, el primer superhombre español. Lo publicó Marco, el empresario de las más modestas ediciones de tebeo y literatura popular, un señor de Cataluña que había comenzado como mozo de almacén de la casa Vecchi, aprendiendo así desde la base el negocio, su carácter y su cicatería. Eran los primeros años treinta, tal vez, o los últimos de la Dictadura de Primo de Rivera, que en esto del folletín es muy difícil fijar fechas exactas.
No puedo asegurar con certeza que el escritor de Mack-Wan sea Canellas Casals, autor de obra prolífica, novelista, guionista del inmenso Emilo Freixas en Chicos, director de ediciones Marco, colaborador de editorial Grafidea, hombre de imaginación febril y prosa solemne que juega papel decisivo en las ficciones populares de la inmediata posguerra.
Los Vampiros del Aire
Me disponía a enumerar, como otras veces, diez razones para adorar esta portada, pero creo que es innecesario: saltan a la vista. Entre los preciosos vampiros de aire, la muchacha desvanecida, los rayos que salen por las ventanas, las máscaras de gas, el magnífico logotipo y el trazo de tintes góticos del gran Marc Farell queda uno anonadado de tanta belleza, sin palabras que queriendo describirla la puedan enturbiar…
Publicada en 1936, El Círculo Rojo es el último de los folletines fantásticos de editorial Marco, obra, como siempre, de don José Mª Canellas Casals -que evoca una vez más a sus queridos Vampiros del Aire– ilustrada por el soberbio Marc Farell, a quien por fin podemos conocer mejor gracias al artículo que Dionisio Platel le dedicó en la revista virtual de la Asociación Cultural Tebeosfera (ACyT).
El último vampiro
¡Hay que ver cómo se las gasta Lord Pety, el fantástico criminal! Ha creado para sí un traje-armadura que le permite volar guarecido de pinchos y le da un aspecto de lo más gallardo; le sirven varios autómatas voladores hechos a su imagen y semejanza; es capaz a voluntad de hacerse invisible, de electrocutar a distancia, de conjurar extrañas sombras con cuernos.
Folletín de desquiciada fantasía, El último vampiro lo publica en dieciséis fascículos la barcelonesa editorial Marco en la primera mitad de los años treinta. Parece un antecedente del futuro Spider de la Fleetway británica, pues como aquel, éste es genio gótico del crimen, vive en un castillo, es fecundo inventor y tiene un archienemigo, el joven Toby, que si pudiera le aplastaría el cráneo a pedradas.
El Murciélago
Hay superhombres con estilo que abominan el igualitario pijama de colorines y optan por uniformes más acordes con su categoría social. Tal es El Murciélago, la criatura de Boixcar de 1944 que gusta lucir elegante frac para combatir con sus poderes sabios locos, perversos orientales y otras gentes de mal vivir.
Titán, el hombre de acero
No se dejen engañar por un ojo perezoso y fíjense en las maravillas de esta portada: Titán no es un vulgar caballero de armadura, sino un robot gigante que funciona mediante magia; residente en una jungla de folletín poblada por encapuchados, es entregado a un niño de lo más formal en forma de miniatura dentro de una retorta de cristal, de la que saldrá hecho un coloso para impartir su particular justicia. Una fantasía majareta más salida del inagotable magín de San José Mª Canellas Casals.
Las enloquecidas peripecias de Titán inauguraron la Serie Fantástica de Aventuras y Viajes publicada por editorial Bruguera en 1945. Su realizador gráfico es el gran dibujante Athos Cozzi, italiano llegado a España durante la Guerra Civil en apoyo de las tropas nacionales que se quedó a residir aquí, trabajando para diversas editoriales hasta comienzos de los años cincuenta, cuando regresó a su país completamente desengañado del régimen dictatorial de Franco.
Capitán Misterio
Una figura viril de proporciones clásicas; el rostro oculto por un capuchón de verdugo y revólver dispuesto en la cintura, pecho descubierto y manos enguantadas; una calavera en su frente y otra ornada de antifaz, indicios del misterio que el propio nombre del héroe indica; un título que alude a tenebrosas organizaciones orientales: TODA la épica de la aventura exótica condensada en la austeridad de una cubierta en la que nada sobra y nada más precisa.
Fue el propio Emilio Freixas, uno de los dibujantes más prestigiosos en aquella áspera posguerra española, quien en 1945 editó esta serie de cuadernos monográficos, la colección Mosquito, confeccionados por él mismo, su hijo Carlos y Ángel Puigmiquel, habituales colaboradores todos del popular semanario Chicos.
«S»
No encontrarán ustedes, por más que se esfuercen, superhéroe tan educado como «S». Enfrentarse a aspirantes a dueño del mundo, vampiros del año 3000 o gorilas metafísicos de fuego no es excusa para perder la impasibilidad ni los buenos modales.
Este superhombre de capa y chistera fue concebido en 1947 por el guionista Canellas Casals, viejo conocido de esta página, escritor de folletines como El último vampiro o Un viaje al planeta Marte. Su dibujante no es otro que el gran catalán Serra Massana.
Sí, piensan acertadamente: para la fecha en que son creadas, estas páginas parecen mucho más antiguas. Serra Massana ilustra sin estridencias, Canellas cuenta prodigios que ya en los cuarenta suenan antañones. Una página nada más, de abigarradas y diminutas viñetas, dura cada uno de los episodios del superhombre de la gomina y los guantes blanquinegros.
Apareció «S» en su propia revista, editada por Ediciones TBO, un bastión contra el lenguaje apresurado y funcional que caracteriza al resto de tebeos españoles. «S» necesita su tiempo para desgranar las virtudes inacabables de su pistola atómica, hacer largas disquisiciones sobre los ingenios criminales a los que se enfrenta, o afear su conducta a los malvados de turno, normalmente tan atildados como él mismo.
Un superhéroe olvidado, digno sin embargo de eterno recuerdo, testimonio de modos elegantes y pausados hoy desgraciada y definitivamente caducos. Pésimo gusto el de este mundo nuestro, ay…
Águila Negra
Águila Negra fue una serie concebida y editada en plena posguerra, en 1948, procedente de los talleres gráficos de editorial Bruguera y con un tema y una imagen que rebosan modernidad por los cuatro costados. Miguel Ripoll Guadayol, uno de los más olvidados genios de nuestra historieta, fue su creador gráfico. Firmaba Ripoll G.; dueño de trazo sintético e inquieto, su obra se dispersa en publicaciones como Florita, la revista de las niñas y jovencitas, o El Coyote, también semanario editado por Germán Plaza donde tuvo que vérselas con otro superhombre de andar por casa, Kay y el Lagarto Humano. Otro día se lo enseñaré.
Don Rafael González, el Hombre para Todo de Bruguera, el guionista sombrío y tenebroso que crease los horrores del Inspector Dan, ideó este proyecto. Serie breve, que el país no estaba para soñar con superhéroes, mitología demasiado ajena y optimista para tiempos miserables como aquellos.
Escapa Águila Negra a todos los tópicos, con ese dibujo tan lejano a las tendencias realistas que entonces imperaban y ese argumento loco, tan devoto de cuanto fuese la América soñada como inalcanzable paraíso.
El Misterioso X
Con un aire netamente pulp en el que resuenan los ecos de La Sombra, Los Vampiros del Aire y otros clásicos, venía al mundo en 1950 El Misterioso X, de la mano de Manuel Gago, para combatir en la moderna urbe a toda clase de villanos disfrazados, robots asesinos, sectas orientales, sabios tronados y demás amenazas folletinescas. Publicaba, para nuestro gozo, la efímera editorial Garga.
Una figura alada y enmascarada que puñal en mano surca los aires; unos nombres de héroe y malvado que son pura poesía pop; un justiciero de sombrero, pistola y antifaz; la macabra silueta de un ahorcado, manos atadas y soga al cuello: nunca podré dejar de añorar el perdido sentido de la maravilla que antaño derrochase el tebeo patrio.
El Encapuchado, La Antorcha y Máscara Negra
Marcho al Baltimore pulp inventado por don Guillermo López Hipkiss, a encontrarme allí con las extrañas criaturas que lo habitan: el Encapuchado, La Antorcha, el villano Tarántula y sobre todo Máscara Negra, esa superheroína de posguerra, disfrazada y brava, tan a contrapelo de toda aburrida convención.
López Hipkiss imaginó para su colección pulp ‘El Encapuchado’ un universo cerrado, poblado por superhombres y sobre todo superheroínas, en un tiempo tan antipático para todo ello como 1948, a contrapelo, como digo, de todas las rancias normas sociales del momento. Editó, con notable éxito comercial, Germán Plaza en su sello ediciones Clíper; ilustró esta cubierta el mismo que lo hacía con las de El Coyote, el ilustrador Francisco Batet.
Vive El Encapuchado en una Baltimore poblada por heroínas de elegante disfraz y resueltos modos: La Antorcha, Máscara Negra, Antifaz Verde… señoritas activas y decididas, muy alejadas de la sumisión y pasividad que los años cuarenta reclamaban para su sexo.
Marfisán
Hay prodigios autóctonos como Marfisan, extraterrestre llegado a la península en 1953 para salvar chicas y zurrar monstruos, superhombre ibérico cien por cien ortodoxo…
Átomo Kid
Este huraño y malencarado Hombre de las Nieves, a quien agradezco que cubra púdicamente sus vergüenzas con moderno calzoncillo, fue avistado en el Himalaya en 1958 por Átomo Kid, el héroe científico de la era atómica cuyas peripecias documentase para ediciones Toray el dibujante Braulio Rodríguez, «Bayo».
Superhombre
Ni Marvel ni DC ni gaitas: mis superhéroes preferidos son los de segunda mano. Y si son de raigambre ibérica, muchísimo mejor. Este Superhombre nació en 1957 en Barcelona y fue muy popular hasta su desaparición un par de años más tarde. Juanito Montalbán era su personalidad secreta; igual que sus primos norteamericanos, zurró la badana a marcianos, yetis, monstruos, dinosaurios y maleantes en general, en festivas e ingenuas hazañas con entrañable regusto a subdesarrollo…
El guionista Joan Llarch y el dibujante Juan Giralt Banús fueron los padres del Superhombre, hijo espurio de Supermán y El Capitán Marvel. Editaba la barcelonesa Ferma, con bastante buena fortuna; mejor suerte tuvo el personaje en Alemania, donde cuando se terminaron las aventuras que los teutones habían comprado a la casa española, siguieron otras apócrifas, realizadas por autores de allí, durante varios años más.
Rock-Robot
Aborrecido por los puretas, que desconocen su prolífica obra, denostado por los que sólo ven en él al mediocre continuador de El Capitán Trueno, Juan Martínez Osete es un currante del tebeo. Lo que ahora se dice un artesano, para quedar mejor.
Se despachó él solito unos cuantos miles de páginas distribuidas en casi treinta colecciones de aventuras. Y demostró con creces la sinceridad de su estilo, ingenuo y entregado a la causa del género. Portadista brillante para quien quiera ver más allá de un concepto realista y académico del dibujo, facturó grandes tebeos pobres entre 1947 y 1965.
Ya les iré enseñando. Hagan boca hoy con este superhéroe, Rock-Robot, con nombre de grupo de tecno pop de los ochenta, insólito en el panorama español. Lo dibujó Osete en 1957 para quien fuese su más asiduo editor, el catalán Tomás Marco.
El Duende
Dibujado por Francisco Jesús Serrano Castró desde 1961, El Duende era tenido por inmortal por sus enemigos, habitante solitario de un castillo tenebroso, poseedor de una máquina capaz de curar al instante cualquier herida y de un chaleco antibalas que le permite reírse de cuanta pistola y metralleta se cruce en su camino.
Super Pumby
Nada mejor para recuperar el optimismo que encomendarse al amparo del que fuese el más grande de cuantos super cuadrúpedos ibéricos en España han sido: Super Pumby. Un poco de zumo de naranja como elixir mágico que le otorga sus poderes, un petardo por emblema, una capa como la de Supermán y hala, a derrotar a pedrada y puñetazo a cuanto monstruo se ponga por delante. ¡Así da gusto…!
La encarnación superheroica de Pumby, creada por José Sanchis en 1961, nace de la fascinación que Supermán ejercía sobre el dibujante. Nacido en 1961, sus aventuras se prolongaron más de una década, siempre bajo el patrocinio de la editorial Valenciana.
Copyright del artículo © Pedro Porcel. Tras publicarlo previamente en El Desván del Abuelito, lo edito ahora en este nuevo desván de la revista Cualia. Reservados todos los derechos.