Nanni Moretti es del país de Pirandello. No sólo por la coincidencia de nacionalidad, algo siempre azaroso, sino por compartir el mundo dramático de la doble escena. Pirandello en obras como Seis personajes en busca de autor y Esta noche se improvisa propuso la puesta en abismo de la ficción. Unos actores han de jugar una obra y, a la vez, representar sus vidas personales. Los mismos son distintos y los distintos condividen una misma pieza, la que estamos viendo. En el segundo título se llega a hacer participar de la ficción a unos espectadores que, supuestamente, están fuera de ella. De tal modo, las fronteras entre lo ficticio y lo no ficticio comparten una misma realidad.
En El sol del futuro, Moretti trabaja en clave pirandelliana. Cuenta la historia, si tal historia existe – sin duda, va existiendo – de un director de cine que afronta la producción de un filme mientras sufre una crisis matrimonial y sus cómicos intentan y logran, aunque sea a medias, relaciones, a veces entre individuos de distinta edad o del mismo sexo.
En verdad vemos momentos de ese intento de filme que no parecen compaginarse aunque se resuelven como tales en fragmentarias escenas. Vamos a la crisis –repito la palabra porque es un asunto conductor del conjunto– del Partido Comunista italiano a partir de la represión soviética a la revuelta húngara de 1956, yendo y viniendo de aquellas fechas a las nuestras. Pero también se cuentan las dificultades para resolver el proyecto, discutiendo con todos los participantes las secuencias, invocando ejemplos clásicos del cine histórico, telefoneando a ilustres colegas, repartiendo vestuarios, escenografías, iluminaciones, motivaciones actorales, bailes y canzonetas.
Todo, si se quiere, recuerda la dinámica de una revista, la instantaneidad que disloca y a la vez organiza la función. Además todo es dramático y cómico, seriamente reflexivo e hirientemente irónico.
Continuamente se habla de la escena final, de su existencia y su inexistencia, esbozando el principio –¿o el final?– de que ninguna historia tiene fin, acaso por que la Historia, eso que nos pasa según sentencia Ortega y Gasset, tampoco lo tiene.
Moretti gana la apuesta porque contando lo incontable consigue estructurar una película: rítmica, anhelante, de eficacia instantánea y, si se quiere admitir el elogio, divertida. Es posible que nos mantenga interesados por el hecho de que resulte una diversión que trata de temas intrínsecamente serios. Diversión es divergencia de caminos, es decir un diseño de la existencia como un juego de senderos que divergen y así, por paradoja, dibujan un camino.
Tal vez lo que Moretti consigue es un sistema de viñetas sobre la vida humana, de la cual participamos en historias de las que sólo conocemos fragmentos, como una novela a la cual se le han caído algunos capítulos o una comedia a la que se le han perdido algunas escenas. El pasado está hecho pedazos, el presente está lleno de ambigüedades y del tiempo sólo sabemos lo que anuncia el título: que lo alumbra el sol del futuro.
Todo ello justifica un final igualmente pirandelliano [lo que viene ahora no es un spoiler de la trama]. Al compás de una marcha que toca una banda festiva, como en los antiguos trailers del cine, desfilan los actores, uno por uno, es decir los personajes que son los actores que etcétera. Más claramente: vienen hacia nosotros, sonrientes, ficticios y reales como nosotros mismos.
Sinopsis
Giovanni, un reconocido realizador italiano, está a punto de empezar a rodar una película política. Pero entre su matrimonio en crisis, la situación de su coproductor al borde de la bancarrota y una industria cinematográfica en pleno cambio, ¡todo parece estar en su contra! Giovanni, siempre al borde del precipicio, tendrá que volver a pensar su forma de hacer las cosas si quiere que su pequeño mundo tenga un futuro brillante.
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