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Crítica: «El oficial y el espía» (Roman Polanski, 2019)

El título original de la película es Yo acuso, en referencia a la carta abierta de Émile Zola que le proporcionó la gloria histórica al escritor, y que creó un tremendo revuelo en la Francia de 1898, todo ello en mitad del escándalo del caso Dreyfus, icono de la injusticia, la corrupción y el antisemitismo.

El odio a los judíos es algo que, curiosamente, siempre han compartido tanto la extrema derecha como la extrema izquierda, sobre todo en Europa. En nuestro continente siempre hay alguna excusa para hablar mal de los judíos, aunque sea a sus espaldas. Parecía que después de los horrores de la Alemania nazi esto iba a acabar, pero el monstruo estaba durmiendo, no muerto.

Como superviviente del Holocausto, Polanski ya vivió en primera persona el antisemitismo más brutal, y por otro lado, su vida personal ha estado marcada por los juicios reales y mediáticos, así que parecía inevitable que en algún momento de su carrera tocase el vaso Dreyfus, con el que más o menos se puede sentir identificado (pese a que el pobre Dreyfus no hizo nada malo).

A pesar de lo opresivo de la historia en sí, no tenemos aquí a aquel gran Polanski creador de algunas de las mejores películas de suspense y terror jamás creadas, sino ante el director elegante y casi académico que realiza películas aptas para todo tipo de públicos, incluso los que saldrían huyendo de una proyección de Repulsión. Este es el Polanski de El pianista, y su trabajo es tan impecable como deliberadamente frío.

Ninguno de los personajes de El oficial y el espía (J’accuse) termina por caer realmente bien a causa de ese grave espíritu militar decimonónico que les mueve.

Que los dos grandes protagonistas, el coronel Georges Picquart (Jean Dujardin) y Alfred Dreyfus (Louis Garrel) no se lleven bien, ni tengan intención de establecer una amistad, refuerza lo aberrante del propio caso en sí, más allá de lo emocional: una injusticia estatal planificada, una chapuza cimentada sobre el racismo y un juicio paralelo de esos que siempre han existido, mucho antes de Twitter.

Polanski ha afirmado en alguna entrevista ser objeto de este tipo de quema de brujas, basadas en mentiras. No nos corresponde a nosotros meternos en cuestiones de las cuales no sabemos realmente nada, pero el director sí que consigue transmitir esa sensación de desamparo frente a unas instituciones y una sociedad que se vuelve contra ti sin prueba alguna.

Resulta curioso que El oficial y el espía se estrene el mismo día que Richard Jewell, un film que trata sobre un asunto realmente parecido, y también dirigido por un veteranísimo cineasta, Clint Eastwood, objeto de las críticas del nuevo puritanismo biempensante.

Sinopsis

El 5 de enero de 1895, el capitán Alfred Dreyfus, un joven y prometedor oficial, es degradado por espiar para Alemania y condenado a cadena perpetua en la Isla del Diablo. Entre los testigos de su humillación está Georges Picquart, al que promocionan para dirigir la unidad militar de contra-inteligencia que lo investiga. Pero cuando Picquart descubre que los alemanes siguen recibiendo información secreta, se ve envuelto en un peligroso laberinto de engaño y corrupción que pone en peligro no solo su honor sino también su vida.

Entrevista a Roman Polanski

P: ¿Por qué ha querido hacer una película sobre el caso Dreyfus, un punto de inflexión simbólico en la historia de Francia y de Europa?

R: Las grandes historias suelen convertirse en grandes películas, y el caso Dreyfus es una historia excepcional. La historia de un hombre acusado injustamente siempre es fascinante, pero además es un tema muy actual si tenemos en cuenta el recrudecimiento del antisemitismo.

P: ¿Cuál es el origen de la película?

R: Cuando era muy joven, vi la película norteamericana La vida de Émile Zola y la escena en la que degradan al capitán Dreyfus me impactó muchísimo. Ya entonces me dije que algún día haría una película sobre esa aterradora historia.

P: Tuvo que superar bastantes dificultades para hacer la película. El primero fue en qué idioma hacerla ya que los primeros productores con los que habló del proyecto querían que fuera en inglés.

R: Cuando propuse el proyecto hace siete años a mis amigos y socios de ese momento, les entusiasmó la idea, pero pensaron que era imprescindible hacer la película en inglés para obtener financiación de los distribuidores internacionales, sobre todo en Estados Unidos.

Es cierto que las películas norteamericanas ambientadas en Francia se hacen siempre en inglés. De hecho, La vida de Émile Zola es un buen ejemplo. Era más fácil vender las películas en los mercados internacionales. Incluso Stanley Kubrick hizo en inglés Senderos de gloria, su película sobre la Primera Guerra Mundial.

Pero la verdad es que yo no veía a todos esos generales franceses hablando en inglés. El público actual es más sofisticado y está más dispuesto a ver películas y series de televisión en su idioma original con subtítulos.

P: Al final, Alain Goldman se ofreció a producir la película en francés.

R: Así es. El año pasado, en enero de 2018, Alain Goldman se ofreció a producir la película en francés. ¡Me puse contentísimo! Además, fue el principio de una gran aventura. Empezamos a rodar en noviembre. ¡Y aquí estamos!

P: ¿Cómo desarrolló el proyecto?

R: Robert Harris y yo acabábamos de terminar El escritor. Robert estaba muy entusiasmado con la idea, así que nos pusimos manos a la obra de inmediato. Al principio, parecía evidente que debíamos contar la historia desde la perspectiva de Dreyfus, pero no tardamos en darnos cuenta de que no iba a funcionar: toda la acción, con sus numerosos personajes y giros, tuvo lugar en París, mientras que nuestro protagonista estaba atrapado en la Isla del Diablo. La única historia que podríamos haber contado sería la historia de su sufrimiento.

Le dimos muchas vueltas y al final, después de más de un año de trabajo, Robert encontró la solución a nuestro dilema: era mejor dejar a Dreyfus en su roca y contar la historia desde el punto de vista del coronel Picquart, uno de los personajes principales de la historia. Pero teníamos que ganarnos la vida, así que decidimos aplazar el proyecto mientras yo hacía otra película y Robert escribía una novela sobre el caso Dreyfus.

Trabajó en el tema durante un año y su libro El oficial y el espía (el título francés, D:, es un poco desconcertante), basado en una investigación histórica exhaustiva, se convirtió enseguida en un best-seller. Mientras tanto, yo terminé de rodar La Venus de las pieles y cuando recuperamos nuestra historia, ya sabíamos cómo queríamos contarla.

P: ¿Cómo eligieron el casting?

R: Jean Dujardin nos parecía perfecto para el papel de Picquart. Se parece a Picquart, tiene la misma edad y es un gran actor. Una película de esta envergadura necesita una estrella y Jean Dujardin lo es. ¡De hecho, ha ganado un Oscar! Así que era una elección natural y sólo nos faltaba saber si le interesaba el proyecto. Y descubrimos que estaba deseando hacerlo.

Así que para narrar la historia eligió al coronel Picquart como protagonista. En ese momento, este hombre soltero, con una amante (que interpreta Emmanuelle Seigner) casada con un alto funcionario, es un outsider social y un «antisemita natural», como era la gente a finales del siglo XIX. Sin embargo, es él quien salva involuntariamente al capitán Dreyfus.

Picquart es un personaje fascinante y complejo. No es un antisemita activo. No le gustan los judíos, pero es más por tradición que por creencia. Es oficial de contra-inteligencia y cuando descubre que Dreyfus es inocente se toma muy en serio el caso y decide desenmascarar la verdad.

Cuando se lo cuenta a sus oficiales al mando, le ordenan que se calle: ¡el ejército no comete nunca ese tipo de errores! A pesar del fiasco de 1870, el ejército, al igual que la Iglesia, es una institución intocable. No importa si los soldados sienten remordimientos o se enfrentan a un dilema moral: el ejército está por encima de la verdad y la justicia.

P: ¿Qué lleva a Picquart a contradecir la versión oficial? ¿La pureza de sus principios morales o la obediencia a la ética militar?

R: En la película hay una conversación memorable entre Picquart y el comandante Henry, su principal oponente. Henry le dice: «Me ordena matar a un hombre, y lo hago. Me dice que fue un error, lo siento, pero no es culpa mía. Así es el Ejército». A lo que Picquart responde: «Puede que sea su ejército, comandante, pero no es el mío».

Esta conversación refleja una realidad que sigue vigente en la actualidad. Los soldados están obligados a matar por su país. Pero si se comete un delito, no están obligados a encubrirlo. El coronel Picquart está en una situación parecida a la de Dreyfus: está encarcelado y la extrema derecha ha sacado a la luz su caso y le acusan de traición. Porque eligió obedecer a su conciencia y a la necesidad de conocer la verdad en lugar de obedecer al espíritu militar. La historia empieza con una duda cuando descubre similitudes entre el escrito de Esterhazy y el escrito en la nota que se recuperó en la embajada alemana, el famoso bordereau (memorándum explicatorio o lista). Y después, la duda lleva gradualmente a una investigación. Picquart sigue adelante a pesar de que le dijeron que lo dejara y termina descubriendo más pruebas de la culpabilidad de Esterhazy. A medida que va descubriendo más cosas, más horrorizado se siente ante la magnitud de su error.

Se dice que el padre del filósofo Emmanuel Levinas (1906-1995), un librero lituano, le aconsejó que se mudara a Francia, argumentando que «una persona de bien no debe dudar en irse a vivir a un país que se despedaza por el honor de un pequeño capitán judío».

¡Es cierto, en ese momento había anti-Dreyfusards pero también había Dreyfusards! Y al final Dreyfus fue declarado inocente. Así que Francia sale del asunto relativamente bien, a pesar de que el caso se resolvió 12 años después y estuvo a punto de sumir al país en una guerra civil.

Otra dificultad de la película es explicar el caso Dreyfus a jóvenes que no están familiarizados con él. Para empezar, cuando me preguntaron sobre mis proyectos y dije que estaba trabajando en el caso Dreyfus, a todos les pareció genial. Pero enseguida me di cuenta de que mucha gente desconocía lo que había sucedido realmente. Es uno de esos acontecimientos históricos que todos creen saber, pero lo cierto es que desconocen su envergadura.

A este respecto, la película es muy educativa porque permite a todos, incluidos aquellos que no saben nada del caso, comprender el dilema político y filosófico al que se enfrenta Picquart. Es casi una investigación policial. ¡Yo diría que es casi un thriller! La historia se cuenta de manera totalmente subjetiva. El público acompaña a Picquart en cada paso de la investigación. Pero los acontecimientos clave sí son auténticos, al igual que muchas de las palabras que se pronuncian porque están registradas en los documentos de la época.

Lo que también me llamó la atención en la película es el lamentable estado del servicio de contra-inteligencia francés en ese momento. Por ejemplo, la Unidad de Estadísticas donde los informantes juegan a las cartas y beben alcohol, donde el portero está medio dormido, la vigilancia deja mucho que desear y los recursos técnicos son una calamidad. Al público actual le sorprenderá mucho este panorama. El estado de la tecnología resulta chocante si lo comparamos con lo que sabemos hoy sobre la contra-inteligencia.

Eso también es auténtico, pero está claro que en esos tiempos parecía moderno. ¡Era la época de los primeros coches, los primeros teléfonos y las cámaras Kodak! En ese aspecto, la investigación realizada por Robert Harris para su libro también ha sido extremadamente valiosa. Por otro lado, esa confianza ciega en la tecnología hizo que algunos investigadores, como el famoso experto Bertillon, cometieran errores fundamentales y se negaran a cambiar de opinión a posteriori.

Una de las pruebas, que culpa primero a Dreyfus y luego lo exonera, es la existencia del bordereau. Es una carta rota, que se sustrajo de la papelera de la oficina del agregado militar en la embajada alemana. En esa carta, un oficial francés se ofrecía a proporcionar a los alemanes información sobre secretos militares, incluido el cañón de 120 mm. El ejército francés era muy sensible a ese tipo de filtración ya que mantenía en secreto un nuevo modelo, el cañón de 75 mm. Se trataba de un cañón sin retroceso diseñado para absorber el impacto del proyectil, lo que representaba un avance significativo.

Por una parte, están la hostilidad de la opinión pública, la del comandante Henry que quiere quitarle el puesto a Picquart y la del personal militar y, por la otra están los que quieren ayudar a Dreyfus, como Émile Zola y Clémenceau.

Fue Zola quien sacó a la luz el caso en su famoso J’accuse (Yo acuso), una carta que envió al Presidente de la República Francesa y que se publicó en el periódico L’Aurore. Sin esa carta, quién sabe cómo habría terminado el caso. Clémenceau también desempeñó un papel muy importante. Siete años después del final del caso, cuando él mismo era primer ministro, nombró a Picquart Ministro de la Guerra.

Zola pagó un precio muy alto al comprometerse con el caso y fue sentenciado a un año de prisión y a una multa de 3.000 francos franceses. Murió asfixiado por el humo de su chimenea; algunos dicen que los anti-Dreyfusards lo asesinaron. En cualquier caso, el periódico antisemita de Edouard Drumont, La Libre Parole, celebró la noticia de su muerte.

P: En su película, también vemos algunos carteles que dicen «Muerte a los judíos». El antisemitismo no ha desaparecido, ha cambiado de rostro. Se ha convertido en un asunto para extremistas de izquierda, para enemigos de Israel y para islamistas radicales. ¿Cree que podría producirse otro caso Dreyfus hoy en día o le parece impensable?

R: Con la tecnología actual sería imposible condenar a una persona basándose en un análisis de escritura defectuoso. Y desde luego no en el ejército, ya que la mentalidad del ejército ha cambiado. Ya no es «intocable». Hoy se nos permite criticarlo todo, incluido el ejército, mientras que en aquella época su poder era ilimitado. Pero es posible que se produzca un caso parecido. Tenemos todos los ingredientes para que suceda: acusaciones falsas, procedimientos judiciales pésimos, jueces corruptos y, sobre todo, «redes sociales» que condenan sin un juicio justo o sin derecho de apelación.

P: ¿Esta película ha sido una especie de catarsis para usted?

R: No, yo no trabajo así. Mi trabajo no es una terapia. Pero reconozco que estoy familiarizado con muchos de los mecanismos del aparato de persecución que aparecen en la película, y es cierto que me han servido de inspiración.

P: ¿La persecución que sufre empezó con Sharon Tate?

R: La manera en que la gente me ve, mi «imagen», comenzó a tomar forma con la muerte de Sharon Tate. Cuando sucedió y a pesar de que yo estaba atravesando una época horrible, la prensa se apoderó de la tragedia. No supo qué hacer con ella e informó de la manera más despreciable. Entre otras cosas, afirmaron que yo era uno de las personas responsables de su asesinato porque había tenido lugar durante una ceremonia satánica. ¡Según ellos, mi película La semilla del diablo demostraba que yo estaba confabulado con el diablo! La investigación duró varios meses hasta que la policía acabó encontrando a los verdaderos asesinos, Charles Manson y su «familia». Pero todo eso sigue persiguiéndome. Todo y nada. Es como una bola de nieve que cada temporada se hace más grande. Historias absurdas de mujeres que no he visto en mi vida y que me acusan de cosas que supuestamente ocurrieron hace más de medio siglo.

P: ¿No desea contraatacar?

R: ¿Para qué? Es como luchar contra molinos de viento.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

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Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).

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