Hernán Migoya
A mis manos ha llegado uno de los últimos clásicos del cómic subte peruano, Barrunto (Contra Cultura, 2015).
Su guionista, Juan José Sandoval, es todo un enigma: por un lado retrata con crudeza la nefasta influencia que ejerce el fanatismo balompédico en el ánimo de una comunidad de los barrios populares, donde los miembros más jóvenes queman su frustración colectiva en las trincheras de una conflagración sólo inicialmente deportiva; por otro lado declara su amor por unos colores futbolísticos desde el mismo texto de contraportada. En todo caso, ha logrado un fresco demoledor de la rivalidad irreconciliable entre las hinchadas o «barras bravas» limeñas, retratadas con cincel despiadado en uno de sus conatos de guerra abierta.
Mención aparte merece el dibujante de Barrunto, David Galliquio, quien, apropiándose con aplomo estético de la mismísima «línea chunga», la más genuina de los años 80 y los fanzines de ley, vuelca su arte con ánimo infatigable en las 150 páginas del violento tebeo, logrando momentos de gran contundencia.
Un cómix tan crudo como la caída de un beodo en plena calle amanecida, que me retrotrae a tiempos más artesanales y batalladores del medio; y en el que sus autores te agarran de la pechera y te obligan a revolcarte en el asfalto con sus rabiosos personajes.
Barunto es una obra que sabe a cemento y sangre.
Sinopsis
Barrunto es el fruto de una de las escasas duplas formadas en la historieta peruana. Sobre la base de un guión del escritor JJ Sandoval, el dibujante David Galliquio desarrolló una historia que aborda las relaciones de amor, amistad y odio de jóvenes de familias disfuncionales en un contexto de violencia e inseguridad que funcionan como causa-efecto en las personas que adhieren a las barras bravas del fútbol. El conocido estílo de los dibujos de David Galliquio funcionó eficazmente para recrear una atmósfera caótica y sórdida con situaciones llenas de violencia que concluyen en un final trágico y tierno a la vez. 160 páginas de pura adrenalina.
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Manuel Rodríguez Yagüe
