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«El desorden de los libros», de Massimo Gatta

Una exclamación ‒¡Qué cantidad de libros!‒ y una interrogación más o menos desesperada ‒¿Dónde habré metido el libro que necesito justo ahora?‒ nos remiten a la misma circunstancia: una biblioteca bien nutrida y desordenada. Lo que, en román paladino, significa que la fiebre acumulativa es, en este caso, más intensa que el orden o la memoria.

¿Hay maneras de evitar esa anarquía? Las hay, vaya si las hay… Y justamente de ello trata el ensayo de Massimo Gatta, que aborda la materia recordando a sus protagonistas: los bibliófilos y coleccionistas de libros. Dos siluetas familiares que Gatta analiza con erudición, amenidad y sin perder la sonrisa.

Por las páginas de este librito pasean personajes muy diversos. Desde aquellos que ordenan su biblioteca como si fuera el altar de sus antepasados, con reverencia y con una precisión solo aparente, a quienes confían en los dioses del azar, y convierten los anaqueles en un almacén sorprendente, recargado e impredecible.

Antes o después, tarde o temprano, todo bibliómano se enfrenta al mismo reto. A veces por cuenta propia, y otras, porque las circunstancias así lo mandan. El río se desborda, y en esos casos, se sufre para llegar a una solución. ¿El orden, para luego volver a las andadas? ¿El expurgo? ¿Negociar otra habitación donde almacenar más volúmenes? ¿O aceptar que todo esté generosamente desorganizado y disperso?

En mi caso, reconozco que me agrada una biblioteca donde uno deambule a bulto, más o menos como sucede en el ciclo de la vida: dejándose sorprender y abrazando la imperfección. Ya sé que no es lo más práctico, pero la voracidad del bibliómano ‒salvo admirables excepciones‒ suele conducir a ese desbarajuste.

Es una suerte que el equilibrio vital que transmite una biblioteca no dependa del modo en que la organizamos. Así lo entiendo yo tras leer este libro encantador, donde también se reivindica este desarreglo como una promesa de felices encuentros con lecturas que no estábamos buscando.

Dicho de otro modo: la misma serendipia que experimentamos al rebuscar en una librería de viejo.

«¿Y no es exactamente eso, precisamente eso ‒escribe Gatta‒ lo que podría ocurrir incluso en el desorden de nuestros libros, en la anarquía de nuestros estantes, donde parece definirse el infinito, cuando uno se queda estupefacto contemplando un caos de papel sólo aparente que, sin embargo, nos dirige a otro en una especie de hipótesis futura, revelándose como el espejo infinito del universo o como forma perfecta de una auténtica contemplación?».

Sinopsis

Prólogo de Luigi Mascheroni

Epílogo de José Luis Melero

Traducción de Amelia Pérez de Villar

Gramáticos como Zenódoto de Éfeso; bibliotecarios como Gabriel Naudé; historiadores como Luciano Canfora; escritores como Jorge Luis Borges; editores como Roberto Calasso; y hasta diseñadores de moda como Karl Lagerfeld, a lo largo de la historia se han preguntado –como nos narra Massimo Gatta en este divertido, provocador y fascinante libro– acerca de la organización ideal, o la desorganización igualmente ideal, de su propia biblioteca.

Muchos de ellos se han rendido a menudo a la evidencia de que el verdadero placer de los bibliómanos –amantes del horror vacui, que acaparan y coleccionan libros con pasión y sin control– radica precisamente en el desorden, en esa anarquía incontrolada en la que a los volúmenes les encanta perderse, esconderse, burlarse de su dueño para no ser encontrados, o serlo cuando ya no los necesitamos. En cambio, para todo bibliófilo que se precie –aquel amante de los libros que los anota, los lee y hasta luego escribe de ellos– el orden, como subraya José Luis Melero en su epílogo, es indispensable si queremos disfrutar de una biblioteca operativa que nos sirva para poner en práctica la única razón de ser que tienen los libros: su lectura.

Para todo bibliómano que se precie, el mejor orden de los libros es no tener ningún criterio: el desorden es perfección. Para todo bibliófilo, siempre celoso de perder o no encontrar un libro que busca, el orden, en cambio, es clave en toda biblioteca, pues de nada sirve tener muchos libros si luego no podemos dar con ellos. El caos y el desorden: fuente de placer o causa de nuestro desasosiego. He aquí el dilema.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.