Hay varias razones para protestar sobre este regreso del «malahierba» McClane. El primero y más obvio es la ausencia de John McTiernan tras las cámaras. La energía que destilaban las cintas de este director (últimamente bastante perdido), su magnífico uso de los escenarios, esa puesta en escena entre estilizada y documental o su excelente trabajo con los actores siempre se echan de menos en la saga Die Hard.
Por otro lado, tampoco encontramos aquí un villano con el carisma de los hermanos Gruber, o currelas que hablen el mismo idioma que McClane (el pies planos de la primera, el conserje de la segunda o el camionero de la tercera). Y por quejarnos más: el color desaturado del film no pega mucho con el carácter explosivo del protagonista, los escenarios son demasiado sosos y tecnológicos, John ni bebe ni fuma y hay menos sangre que en las anteriores secuelas.
Vamos, un despropósito ¿no?
Pues, sorprendentemente, no del todo. Es más, Live Free or Die Hard (aquí llamada La Jungla 4.0) es una notable película de acción. La mayoría del mérito se debe a Bruce Willis, un monstruo de la pantalla que, cuando quiere, sabe meterse al público en el bolsillo. Sí, su McClane es un poquito más sobrio (en todos los sentidos) que en anteriores ocasiones, pero Willis se muestra menos hierático de lo que suele en los últimos tiempos.
McClane sigue siendo un poli deslenguado y más chulo que un ocho. Continúa encajando golpes con una sonrisa. Paradigma del «más cornás da la vida», su vida familiar sigue yendo de mal en peor, y ahora su hijita Lucy se ha convertido en una jovencita con su mismo carácter.
Los fans recordarán que McClane no se llevaba muy bien con la tecnología, por lo cual tiene bastante gracia que esté obligado a enfrentarse con un grupo de omnipotentes mega-informáticos. Si lo ordenadores hoy en día lo controlan todo, los que dominan a los ordenadores son dioses. Así, el detective debe sobrevivir a un poder divino capaz de cualquier cosa, desde usar el tráfico en su contra hasta hacer explotar cualquier lugar donde se encuentre. McClane es la antítesis del hacker por su torpeza respecto a las nuevas tecnologías, pero también por ser un hombre de verdad con acero en sus puños. Y ahí está la gracia del asunto, que el macarra se las ve con los empollones.
Por supuesto, el empollón (Timothy Oliphant, buen actor en un papel poco agradecido) no es tonto y contrata a una serie de matones a los que McClane pueda machacar. Si el bueno de John se las ha de ver con las nuevas modas informáticas, también recibe y machaca a una serie de representantes del nuevo cine de acción americano, importados de cinematografías foráneas: una tía buena experta en artes marciales (la espectacular Maggie Q) y un inquieto yamakasi. John no es tan sofisticado ni está tan joven como para usar esos estilos de lucha, pero demuestra que la mala leche de toda la vida es el arma definitiva. Y entonces es cuando uno se convence de que, aún sin cigarros, resacas o pelo, John McClane realmente ha vuelto.
Comentaba antes que se echa de menos al director John McTiernan, y es cierto. Pero el nuevo encargado, Len Wiseman, supone una agradable sorpresa. Ya le conocíamos por las insulsas entregas de Underworld y no esperábamos demasiado de él. Tampoco es que resulte ser James Cameron, pero sí demuestra ser un gran fan del director canadiense, algo que ya se advertía ante los múltiples «homenajes» a Terminator que contenía Underworld 2.
Si un endoesqueleto de Terminator salva el pellejo a McClane en una secuencia de La Jungla 4.0, un momento Mentiras Arriesgadas se alza como la escena más espectacular de la película. Tanta admiración «cameronesca» también propicia que la acción de la película se entienda, algo de agradecer en un film-espectáculo actual.
El espectador siempre sabe lo que está pasando, y ve cómo pasa. Esto no es un mareo virtual y epiléptico tipo Transformers, sino una cinta de acción de las de toda la vida, protagonizada por un humano e incluso no muy saturada de efectos digitales (abundan las maquetas y la pirotecnia de factura tradicional).
En resumen, la nueva Jungla no es todo lo que podría ser, pero es más de lo que suele haber.
Sinopsis
John McClane (Bruce Willis) se enfrenta a una nueva generación de terrorismo. La infraestructura de ordenadores que controla todo tipo de comunicaciones, transportes y energías sufre un devastador parón. El cerebro que se esconde tras esta trama ha tenido en cuenta hasta el más mínimo detalle de este devastador plan. Con lo que no había contado era con McClane, un poli de la vieja escuela que conoce una o dos cosas acerca de cómo frustrar amenazas terroristas, el hombre adecuado para este tipo de trabajos.
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