Si usted lee habitualmente Cualia.es, ya sabrá que nos solemos poner especialmente pesados en nuestro rechazo al actual abuso de la técnica de la cámara en mano, en especial cuando el meneo de cámara constante arruina secuencias con potencial estético.
Bien, hay que aclarar que incluso en esta mareante técnica hay quienes saben hacer las cosas bien. Podemos recordar el magistral desembarco de Normandía de Salvad al Soldado Ryan (esa joya de Spielberg que inició involuntariamente esta moda de la cámara-coctelera), los films de Paul Greengrass o incluso el ingenio visual de los «found footage» Cloverfield (Monstruoso), [REC] o El proyecto de la Bruja de Blair.
Al final, lo importante es tener tras la estresada cámara a un director con sentido del espacio y el movimiento, y con la capacidad de transmitir esa información al espectador sin que este vea una confusa sucesión de borrones.
En 2011, el casi debutante Gareth Evans entraba en ese selecto club de directores capaces de hacer cosas dignas con la cámara al hombro. Y no sólo dignas, ya que The Raid (Redada asesina) se ha convertido en todo un referente entre los amantes del cine de acción, y muchos de sus hallazgos están siendo saqueados con cierto descaro en alguna que otra producción hollywoodiense, como la serie de televisión Arrow.
Esa producción indonesia con director galés ha revolucionado plateas de todo el mundo por la simplicidad de su guión (un grupo de asalto de la policía se ve emboscado en un edificio controlado por criminales) y por la calidad de su acción: una sucesión interminable de peleas ultraviolentas y coreografías imposibles a cargo de impresionantes especialistas, encabezados por el actor-luchador Iko Uwais en el papel protagonista, el policía Rama.
The Raid 2 ha sido esperada como agua de mayo por los amantes de la acción cinematográfica de calidad. Era de esperar más de lo mismo, quizá en otro escenario (un aeropuerto, un centro comercial, un parque de atracciones…), y eso nos habría valido a los fans de la primera entrega, pero resulta que The Raid 2 es un estupendo y algo complejo thriller de mafiosos y policías infiltrados, en la vena de los excelentes policíacos que se realizan actualmente en Corea del Sur y Hong Kong.
Aunque el protagonista principal sigue siendo Rama, The Raid 2 es un film coral en el que brilla la interpretación del actor Arifin Putra como frustrado hijo de mafioso (ecos de El Padrino), se nos habla de treguas entre clanes criminales, hay un poco de drama carcelario y hasta se hace un retrato humano de algún que otro secuaz.
Gareth Evans sorprende por no ser sólo un buen director de acción (algo que ya sabíamos), sino que exhibe notables dotes para los “momentos calmados”, el retrato de personajes y la ambientación.
Y luego está la acción.
¡Oh, la acción de the Raid 2!
Verán, alguien no tan aficionado al cine de artes marciales se lamentó a la salida del cine de la larguísima duración de la película. Mientras un servidor daba botes de entusiasmo como un colegial, incapaz de controlar su emoción por lo que había visto, me pregunté cuánto habría durado la película. ¿Hora y tres cuartos? ¿Dos horas? La ficha me asegura que la duración es de 150 minutos, pero yo llamo a la ficha “mentirosa”. Así, a la cara. No me lo creo. ¡Se pasa volando!
Si uno sabe apreciar el arte y la poesía de cosas como una desesperada persecución de vehículos con tiroteos y mamporros incluidos, las masacres perpetradas por una muchacha armada con martillos y un sordomudo aficionado al béisbol o la delirante tangana de presos y guardias en el fango del patio de la cárcel, entre otras MUCHÍSIMAS secuencias brillantes, saldrá de ver The Raid 2 con esa misma sensación de agradable agotamiento post-adrenalina que sintió después de ver La jungla de cristal, Aliens o Hard Boiled.
¿Un nuevo clásico del género? Bueno, calmémonos y dejemos que el tiempo ponga las cosas en su sitio. ¡Pero qué difícil es calmarse!
Sinopsis
El inspector Rama se infiltra en secreto en las filas de un despiadado sindicato del crimen de Yakarta con el fin de proteger a su familia, y descubrir la corrupción que hay dentro de su propia unidad policial.
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