Todos conocemos a algún fanático del ciclo artúrico, una de esas personas apasionadas que no cesan de recomendarnos y explicarnos los múltiples libros que se publican sobre la leyenda y la misteriosa realidad del mejor rey de Inglaterra, sus heroicos caballeros, la mesa redonda, la pendona de Ginebra, el poder de Merlín, el Santo Grial, la espada Excalibur etc, etc…
Si conocen a alguno de estos entusiastas, ya les habrán contado el nacimiento en los últimos tiempos de la teoría que plantea la verdadera existencia de Arturo, pero mil años antes de lo que se tenía pensado, desarrollando sus hazañas en los tiempos en los que el Imperio Romano agonizaba de puro desgaste y enfermo por la ponzoña del cristianismo corporativo.
El Rey Arturo desarrolla en imágenes esta idea, resultando poco menos que curiosa la reinterpretación realista de los mitos clásicos, destacando el arco de transformación (o de decepción) de Arturo (encarnado por un Clive Owen de curioso parecido físico con R. Lee Ermey), un firme defensor de la mejor Roma, a la que tiene idealizada desde Britania (un lugar poblado de salvajes poco aficionados a la higiene. Hay cosas que no cambian con el tiempo) para descubrir que ha sido corrompida por las ansias de poder de los nuevos poderes religiosos.
En ese aspecto, El Rey Arturo se muestra especialmente valiente al convertir al Papa y sus secuaces en los verdaderos malos de la película, quienes ejercen sobre los paganos prácticas que podrían interpretarse como prototipos de las torturas de la inquisición.
Por supuesto, y en aras del espectáculo, la película se toma algunas licencias creativas, convirtiendo a los caballeros de Arturo en mercenarios malotes recién salidos de un tebeo, cada uno dotado de un vestuario personalizado y unas armas propias (incluidas algunas propias de ninjas de videojuego), o transformando a la picta Ginebra (deliciosa Keira Knightley, derrochando escuálida belleza) en una salvaje émula de Xena.
El film se plantea como una película de aventuras, en la que un grupo de guerreros ha de llevar a cabo una arriesgada misión internándose en tierra peligrosa, un atractivo planteamiento al que se suma lo pintoresco de la recreación del mito, pero por desgracia la diversión apenas llega a aparecer a causa de la escasez de peripecias, sustituidas por escenas de diálogo no malas, pero demasiado repetitivas (se adivina un presupuesto sensiblemente inferior al de otras producciones del inefable Bruckheimer).
Por otro lado, el film se esfuerza en aplicar cada uno de los tópicos estéticos de las nuevas películas épicas según el modelo de Braveheart, desembocando en una batalla llena de planos movidos en los que no se ve nada y muertes a cámara lenta de los personajes importantes, todo precedido por la ya cansina escena de arenga a las tropas por parte de un líder ensillado.
El Rey Arturo escamotea todo tipo de detalles sangrientos durante la refriega (se trata de una producción de Disney y, además, así se puede sacar luego una edición extendida en DVD), defraudando las expectativas creadas a partir del carisma guerrero de los rudos caballeros. Por otro lado, la terrible banda sonora de Hans Zimmer se hace irritante al intentar convertir en épico cualquier momento de la película, mediante el reciclaje de lo ya oído en Gladiator (que, por cierto, plagiaba con descaro los experimentos de Joseph LoDuca para la citada Xena), incluyendo esos cánticos a lo Nana Moskouri tan repelentes.
Jerry Bruckheimer se muestra celoso del éxito de El Señor de los Anillos, como ya le ocurrió con Titanic en su momento, hecho que produjo el nacimiento de la infame Pearl Harbour. Sin alcanzar los niveles de ignominia de aquel crimen audiovisual, lo cierto es que lo mejor que se puede decir es que El Rey Arturo es una película llena de buenas intenciones, excelentes referentes (Salvar al soldado Ryan, Los doce del patíbulo y, sobre todo, Los siete samurais) y con un reparto efectivo (en especial los actores secundarios), pero en la que se adivina una gestación problemática que echa al traste lo que podía haber sido una de las más refrescantes películas en su género.
Eso sí, el film incluye una brillante escena de acción sobre un lago helado que hace vislumbrar el gran espectáculo de aventuras que podría haber sido y no fue.
Sinopsis
Tras quince años de lucha en Britania al servicio de los romanos, el grupo de caballeros Sármatas encabezado por Lucio Artorio Casto (Clive Owen) está a punto de recibir la libertad. Pero, para su disgusto, habrán de cumplir una última y peligrosa misión: salvar a unos nobles romanos de la inminente invasión Sajona.
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