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«Bermudillo», de Piet Wijn y Thom Roep

Los lectores de la era Bruguera gozamos de una mínima ventaja respecto a quienes abran este cómic sin esos recuerdos: nosotros ya conocíamos el enorme talento del dibujante Piet Wijn y del guionista Thom Roep a la hora de inventar las peripecias de Bermudillo, el genio del hatillo.

Este magnífico personaje, cuya andadura editorial se desarrolló entre 1975 y 2001, viene a ser una combinación de todo aquello que un joven lector pueda desear: es un tipo entrañable, posee un generoso sentido del humor y es capaz de obrar prodigios dignos del mejor cuento de hadas. Por si ello no bastara, sus aventuras tienen lugar en un mundo fabuloso, situado en una versión alternativa de siglo XVII, con seres mágicos, reinos ficticios y umbrales abiertos a dimensiones de una fantasía desbordante.

Bermudillo (Douwe Dabbert en el original) es un gnomo cuya más preciada posesión es el mencionado hatillo. De él, como regalos de la providencia, extrae todo aquello que necesita en el momento indicado. Y como su vida es un constante trasiego, a nadie ha de sorprenderle que ese portento se repita con frecuencia, sobre todo en los lugares más comprometidos.

Wijn y Thom Roep concibieron a Bermudillo bajo el amparo de una revista juvenil holandesa, Donald Duck, pero muy pronto lograron el favor del público internacional. En este sentido, y dado que comencé estas líneas aludiendo a la nostalgia, sirva como ejemplo que yo descubrí al personaje en 1981, en las páginas de un inolvidable número especial de Zipi y Zape donde se incluía La puerta hacia el Este (De poort naar oost, 1978). Aquella historieta, embellecida por el estilo inconfundible de Wijn, fue la primera de las siete entregas de la serie que ‒por supuesto, en desorden‒ fui leyendo en publicaciones como Pulgarcito o ¡Bravo!

En todo caso, también nos llegó el momento de recuperar esta obra como es debido: en una edición impecable, íntegra ‒Bruguera recortó páginas‒ y con un colorido excepcional. Esto es algo que le agradeceremos siempre a Dolmen Editorial, que en el segundo tomo de su colección dedicada a Bermudillo incluyó tres maravillosas aventuras: la ya citada La puerta hacia el EsteEl monstruo del lago nebuloso (Het monster van het Mistmeer, 1979) y El túnel hacia el Norte (De schacht naar noord, 1979).

Inspira la misma felicidad la lectura de los tres relatos que incluyó el tercer volumen de la serie: «El camino hacia el Oeste» («De weg naar west», 1980), «El mar hacia el Sur» («De zee naar zuid», 1981) y «El pícaro Florín» («Florijn de flierefluiter», 1982).

Como ya apunté, estas historias vienen a ser cuentos de hadas destilados en forma de ficción aventurera. Incluso en las situaciones más desesperadas, el humor prevalece, sobre todo porque, en el fondo, ya sabemos que ese hatillo sobrenatural puede conjurar cualquiera de los peligros inventados por Thom Roep.

Siempre se deja ver, con todo su brillo, el arte de Wijn: detallista, armonioso, con un don exclusivo para alternar el realismo y la caricatura, y sobre todo, con una habilidad casi cinematográfica para desarrollar la acción.

Hay un detalle curioso, y es que, entre la amplia galería de villanos a los que se enfrenta Bermudillo, nos encontramos a un puñado de españoles. Tiene su razón histórica: no olvidemos que, desde el siglo XVI, la imaginería popular holandesa ha presentado al marino y al soldado español como enemigos de manual. Obviamente, los creadores de Bermudillo no son ajenos a ese estereotipo tradicional de la leyenda negra, y lo emplean a conciencia en el primero de los relatos.

En todos estos cómics se advierte la poderosa personalidad de Thom Roep, quien debutó en el mundo de la historieta en 1973, como editor de Donald Duck. En dicha revista ‒el equivalente a Don Miki o Dumbo en España‒, tradujo los cómics producidos por Disney, a cargo de genios como Carl Barks, y también escribió guiones originales con los personajes de la misma compañía, dibujados por artistas como Frits GodhelpCarol Voges y Ed van Schuijlenburg. Es evidente que el estilo de esos álbumes tiene mucho en común con el espíritu de Bermudillo: un espíritu que el lector podrá apreciar, con toda su fuerza, en cuanto se acerque a este cómic.

Incluso de adulto, sigo buscando el encanto de estos tebeos, en los que la magia se mezcla con la historia real, como si la propia infancia, aliviada por la fantasía, fuera reinventada por un artista adulto, consciente de que todos nosotros ‒los que fuimos niños y aún deseamos serlo a ratos, y aquellos que aún lo son‒ abrimos estas páginas con el anhelo de incorporarnos a ese universo en el que los saltos al pasado nos invitan a reconocer viejos cuentos de hadas, leyendas medievales o incluso relatos de las Mil y Una Noches.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Dolmen Editorial. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.