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Crítica: «La guerra del mañana» («The Tomorrow War», 2021)

El cine de género, sobre todo cuando tiene que agradar a un público amplio, se repite a sí mismo. Lo hace una vez tras otra, incansablemente, con leves variaciones. La consecuencia de esta reiteración es, de forma inevitable, el desencanto de quienes valoran la originalidad o el asombro.

Muchas veces, a la audiencia se la considera culpable y no víctima de esa rutina. Como se supone que al espectador le agradan ciertos ingredientes, tarde o temprano se combinarán de la misma forma, para que un reflejo pauloviano atraviese el patio de butacas.

Con esa disculpa, el típico asalariado de Hollywood nos dirá que uno ha de hacer lo que tiene que hacer: tentempiés cinematográficos, ni fríos ni calientes, primorosamente igualados. Siempre olvidables.

Supongo que si le preguntásemos sobre esto último al guionista Zach Dean, nos diría que hay que ganarse el pan. Esa es la única gran verdad en esta industria. No sé si lo saben, pero Dean, dejando aparte el thriller de ciencia ficción 24 horas para vivir (2017), las ha pasado canutas para vender sus guiones. Casi todos han acabado en la Lista Negra, ese catálogo anual de libretos a los que ninguna productora ha dado luz verde.

Ahora que por fin se estrena La guerra del mañana, me alegro por Dean, aunque su guión para La guerra del mañana sea un pastiche cosido con retales de La cosa (1982), Aliens (1986), Alien 3 (1993), Al filo del mañana (2014), Starship Troopers (1997) e Invasión a la Tierra (Battle: Los Angeles, 2011).

Tras la cámara, nos encontramos con Chris McKay, un artesano a quien se le permite subir otro escalón tras el éxito de Batman: La LEGO película (2017), y que aquí cumple con lo que se espera de él: un espectáculo que repite lugares comunes, con todos los servilismos imaginables, y que, a pesar de ello, no aburre.

En fin, en eso consiste adaptarse a los parámetros comerciales: ya no hace falta explorar una determinada atmósfera o pelear por la excelencia narrativa. Es suficiente con poner en marcha la maquinaria y hacer lo de siempre.

La guerra del mañana está empaquetada como se empaquetan casi todas las películas de superhéroes y muchos videojuegos. Con texturas CGI y unos parámetros de color y luminosidad idénticos a los de mil producciones previas.

En este caso, debo reconocer que me ganaron los alienígenas digitales, diseñados por Ken Barthelmey: unos depredadores reptilianos, incansablemente feroces y con el instinto bien entrenado.

En la parte humana, el reparto encaja con todo tipo de estereotipos agradables: Chris Pratt (el padre simpático, heroico y entrañable, veterano de guerra… ¡y profesor de biología!), Yvonne Strahovski (militar, científica y no sé cuántas cosas más), J. K. Simmons (algo así como Unabomber, con cara de beber gasóleo y muchos secretos a cuestas), Betty Gilpin (la madre y esposa perfecta)… Todos nos caen bien, o incluso muy bien, y eso hace que perdonemos los agujeros del guión y otras inconsistencias.

No sé cómo hubiera funcionado esta película en una sala de cine (iba a estrenarla Paramount, pero la pandemia justifica su lanzamiento a través de Amazon Prime Video). Quizá nuestra exigencia es menor cuando vemos una cinta de este tipo en la pantalla casera, y por eso me siento bastante satisfecho con este entretenimiento donde nada sorprende, ni falta que hace.

En todo caso, me encanta la premisa del film: la humanidad del futuro sufre una devastadora invasión extraterrestre, y para encontrar la salvación, se abre un portal temporal que conduce al presente. Es decir, tenemos a batallones de reclutas forzosos que deben trasladarse treinta años en el futuro ‒la cifra tiene su razón de ser‒ para salvar el mundo de sus hijos y nietos.

¿Cómo hay que tomarse, pues, La guerra del mañana? Como lo que es: un pasatiempo menor, desprovisto de grandes méritos, pero también espectacular e idóneo para matar el aburrimiento.

Sinopsis

Unos viajeros llegan desde el año 2051 para dar un mensaje: 30 años en el futuro, la humanidad estará perdiendo la guerra contra unos alienígenas. La única esperanza para sobrevivir es que los soldados y civiles vayan al futuro y se sumen a la batalla. Decidido a salvar el mundo por su hija, Dan Forester se une a una científica brillante y su distante padre para reescribir el destino del planeta.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.