Rossini, sin duda, se habría sentido orgulloso, quizás añadiendo un toque de buen humor, si adivinara que en los últimos tiempos una mayoría de tenores que llevan su obra por los teatros del mundo no son italianos, ni siquiera europeos. El resurgir de su obra de carácter serio, en realidad, en las postrimerías del pasado siglo, se llevó a cabo preferentemente gracias a cantantes de distinta nacionalidad que la suya. En una mayoría muy significativa, norteamericanos.
A punto de cumplir 31 años, el surafricano de nombre tan exótico como el que encabeza ese nuevo capítulo canoro, es de momento el más reciente eslabón de la cadena actual de esa importante cohorte tenoril que se ha podido disfrutar.
Como intérprete del compositor pesarense, ya ha sido escuchado en Almaviva en París-Bastille, Festival de Glyndebourne y Burdeos y cual Selimo de Adina en Pesaro. En obras de otros compositores, tuvo el privilegio de participar en la importante recuperación en Bergamo de la rarísima Enrico di Borgoigna de Donizetti (del que también canta Nemorino), un personaje por cierto (Guido) de escritura vocal muy rossiniana. Además de presentarse en Salzburgo como Arbace de Idomeneo de Mozart. No está nada mal para un joven principiante ya conocido por el público nacional pues participó en el Liceo barcelonés a raíz de su `premio Operalia como Libenskof (Il viaggio a Reims) y Las Palmas (El barbero de Sevilla).
Halagüeños inicios completados, entre otras pequeñas participaciones, en un primer recital discográfico grabado en los inicios de 2018 en Múnich, objeto del presente comentario.
Denominado el recital justamente Giovin fiamma (Joven llama), Sekgapane se atreve en teoría con algo que algunos ya ilustres predecesores apenas se han planteado: reflejar personajes que fueron estrenados por los míticos tenores coetáneos del compositor como fueron Giovanni David (un contraltino), Andrea Nozzari (un baritenor) y Manuel García (puede que las dos categorías, ya que estrenó Almaviva y Norfolc y cantaba asimismo Otello).
Pero las cosas no son tal como se exponen en la presentación del disco, porque se toman algunas libertades o no se manejan bien los conceptos.
Rossini no compuso Idreno de Semiramide, Lindori de L’italiana in Algeri y Don Ramiro de La Cenerentola, como allá se redacta, para García sino, respectivamente, para Giovanni Sinclair, Serafino Gentili y Giacomo Guglielmi. Tres tenores, por lo demás, contraltini. Tres personajes que sí cantó García a lo largo de su carrera en diversas ocasiones.
Asimismo hay otra licencia en el cedé: Norfolk de Elisabetta (Norfolc como figura pertinazmente en el libreto de Giovanni Schmidt) no fue escrito para Andrea Nozzari sino, justamente, como ya se ha escrito, para Manuel García. De hecho, Nozzari nunca incluyó en su repertorio esa entidad. A Nozzari destinó Rossini partes tan sustanciosas como Rinaldo, Agorante u Otello, ausentes del disco.
Estas precisiones, no obstante, no anulan ni disminuyen el valor ni el interés por el trabajo de Sekgapane.
Los cuatro protagonistas atribuidos en el disco a David como su primer intérprete (Rodrigo, Giacomo V-Uberto, Ilo y Don Narciso) se corresponden con la realidad. Todos fueron estrenados por el cantante napolitano (apellidado dado David no Davide como redacta la carátula), hijo de otro intérprete, baritenor, de nombre Giacomo especializado en estrenos de Cimarosa y Mayr entre otros. .
En resumen, tras el impacto primerizo de proponer tan ambicioso programa vocal, en concreto Sekgapane plantea una serie de arias donde su instrumento se puede mover con más o menos comodidad y provecho.
Con el muy indicado para tal exhibición de posibilidades inicia el tenor su programa con el rondó de Almaviva en El barbero. Situado al final de la obra para que García se luciese, hasta ese momento un personaje, al contrario que sus compañeros (Figaro, Rosina, Bartolo y Basilio), sin una página solista adecuada a expandir con brillo la capacidad de su arte y medios.
Complicada página ignorada durante decenios por imposibilidades de sus intérpretes u otras razones, merece recordarse que uno de los primeros en rescatarlo (si no el primero) fue Cesare Valletti para la grabación completa de la ópera realizada en 1958 para la RCA y dirigida por Erich Leinsdorf quien quizá tuvo algo que ver en el asunto.
Sekgapane se nota que tiene este exigido momento perfectamente colocado im gola como se dice en el argot. Colorido vocal muy hermoso, desplegada emisión, ascensos precisos a las notas agudas, fluidas agilidades, generosa entrega. Así, el cantante define claramente su vocalidad originaria: se trata de un auténtico contraltino. O sea, un tenor de tesitura muy aguda, de timbre claro y ágil. Un tenor di grazia frente al baritenor (tenor de centro-grave más bien de color oscuro) que lo era di forza.
En la misma línea se mantiene el cantante en el exuberate Si, ritrovarla io giuro de Don Ramiro con los varios ascensos al do agudo tras un aprovechado desarrollo del ondulante andantino Pegno adorato e caro. Idénticos frutos consigue como Lindoro y en los cuatro personajes ya citados escritos para David. Entre ellos se encuentra la magnífica O fiamma soave de La donna del lago en la que Sekgapane combina con similar destreza el canto spianato del inicio con el virtuosístico del remate. Aquí y en otros momentos del recital planea la presencia de Juan Diego Flórez, un modelo sin duda (muy bien elegido) para el surafricano.
En el resto de la propuesta se escuchan versiones pulcras, animosas, disfrutables y en consecuencia dignas de ser alabadas. Aunque puedan destilar por momentos una labor interpretativa más aplicada que fantasiosa. El tiempo y el rodaje acabarán, sin duda, modelando al intérprete.
En algo más de cinco años de actividad profesional el director de orquesta que acompaña a Sekgapane, Giacomo Sagripanti, se ha abierto un prometedor camino tanto en fosos como en estudios discográficos. Aquí ya se ha mostrado digno y conveniente sostenedor de otras voces en rodaje como las de la encantadora soprano Pretty Yende y la grandiosa mezzo Anita Rachvelishvili. Por supuesto, que con Sekgapane y al mando de la importante agrupación que es la orquesta de la Radio de Múnich, realiza un sólido y favorecedor trabajo de apoyo al solista. Lo que se pretende en este tipo de realizaciones. Es preciso añadir que ya a dirigido en Barcelona, Oviedo, Valencia y Sevilla. Y ya que se trata de Rossini, ya ha pasado varias veces por el festival de Pesaro.
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